Gloria

65 8 2
                                    


Cuando sonó mi despertador, no podía con mi vida, había llegado un rato antes, solo había dormido un par de horas.

Después de estar un rato en el coche besándonos de nuevo de manera que los dos necesitábamos más, Juan me insinuó que dormía solo en casa.

—¿Es una insinuación o una invitación? —pregunté.

—Lo que tú prefieras...

Por lo visto la madre de Juan, era cirujana y separada y esa noche, bueno, esa semana, estaba de guardia y llegaba de mañana.

—llévame a tu casa...

Juan condujo mirándome casi a cada instante, cogió mi mano de encima de mi regazo y la besó, fue cambiando de marchas con los dedos entrelazados con los míos y me dio miedo.

Nadie hasta ahora había conducido así conmigo, ni mucho menos me habían mirado con tanto cariño.

Al llegar a su casa, casi no me dejó entrar, sus manos y su boca recorrían mi cuerpo.

—¿Estás seguro de que tu madre no vendrá?

—Vamos a mi habitación si te quedas más tranquila. Pero no, su turno termina a las 7.30.

De la mano me llevó a la habitación, no me dio tiempo de fijarme en los detalles de la casa.

Me costó concentrarme en el beso que me estaba dando, me venía una y otra vez el miedo que sentí en el coche.

No sentía nada por él, nada romántico quiero decir.

Y me daba la sensación de que él estaba subiendo de nivel.

—Candela ¿estás bien? —dijo parando un momento.

—Sí.

—¿Quieres tomar algo, pasar al baño...?

—No, tranquilo estoy bien.

—Vale.

Se movió de la puerta que era donde me tenía acorralada y se sentó en la cama, con su mano palmeó en el colchón junto a él.

Al mirarlo a la cara ese ápice de ternura descubrí que ya no estaba.

Me senté en silencio donde él había palmeado y repetí en mi cabeza porque era incapaz de pronunciarlo en voz alta "solo quiero un poco de sexo, Juan".

En el mundo en el que vivimos, aunque todo esto parece muy sencillo, creo que en realidad es bastante complicado.

Parece que todo se puede que ya somos libres y sin embargo yo me siento atada.

Pero quiero ser yo.

Simplemente yo.

Que me de igual lo que esté bien visto tanto para la sociedad, como para la cultura que me han inculcado o para mi religión.

Yo Candela Romero, en este momento solo quiero sexo.

Sin ataduras, sin reproches, sin compasión.

Solo para mi disfrute.

¿Tan complicado es entender que una mujer pueda ser así, que nosotras también podemos tener necesidades de ese tipo?

Así que ya con las ideas claras, al menos para mí, mientras aquel beso duraba más de lo que debía.

Me levanté de la cama, donde estaba sentada y de pie frente a él y sin haberme quitado el vestido, me bajé las bragas.

Pero aquella semana me tenía algo preparado.

Candela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora