la verdad

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Una patrulla llegó a la gran verja que pertenecía a Aarón.

Dos coches de patrulla y un furgón.

Desde fuera parecía que el dispositivo se había montado para cazar a una organización completa.
Pero no.
Solo era una persona, pero no le iban a dar la oportunidad de escapar.

Carmen además de contar como la amenazaba a punta de cuchillo, terminó por enseñarles a las agentes, como la habían marcado con pequeños cortes en zonas que no estaban a la vista.
Pequeños cortes que demostraban que su guardián, el cómplice de Aarón, no tenía miedo a usar el filo de aquella navaja que solía llevar.
Carmen incluso describió la navaja.

Aquella mujer había sido vejada durante años por aquel hombre había tenido algunas visitas inesperadas de ese alguien que la vigilaba constantemente de parte de Aarón.

La cosa se complicó un poco.
La policía intentó llegar en silencio, querían irrumpir por sorpresa, pero los dos pitt bulls que Aarón tenía, avisaron de su llegada.

Aarón como cada vez que escuchaba los perros ladrar, miraba por la cámara.
Normalmente cuando no le interesaba la visita hacía como que no estaba, tal como las veces que Candela había ido.
Siempre estuvo, pero no se lo iba a poner tan fácil a aquella niñata.
Hasta que vio que no se dio por vencida y entonces incluso la dejó pasar, tenía que quitar las sospechas sobre él.

—¡Mierda la policía!—gruñó cuando vio a los agentes en su puerta.

—¿Estás de coña?—dijo su amigo y cómplice sorprendido—¡Tenían que ir a por As!

—Algo habréis hecho mal, malditos inútiles.

Aarón corrió a coger una pistola que tenía guardada en un cajón.
César lo siguió sin saber que hacer, él ni siquiera tenía arma.

—Vamos al sótano—dijo Aarón.

Los dos bajaron aquellas escaleras oscuras, Aarón cogió la pequeña linterna que tenía colgada al inicio de estas y bajaron intentando no hacer ruido.

El sótano era amplio.
Estaba lleno de cajas y había algún que otro fardo que Aarón había robado de los encargos que tenía para pasar las fronteras.

Se agacharon tras una estantería y no tuvieron que esperar mucho, para que la policía entrase.
César que había entrado tras Aarón ni siquiera había cerrado la puerta.
"Es un completo inútil" pensó Aarón, ni él mismo entendía cómo lo había dejado unirse a él cuando llegó a su puerta y le dijo "sé lo que has hecho".

Aarón en seguida disparó, pero sin éxito.
A los policías no le costó mucho reducirlos y llevarlos a comisaría.

Aquellos dos se llevaron bastantes horas en el calabozo.
Quique quería interrogarlos, no podía ser otra persona, así que los detenidos tuvieron que esperar al horario del policía, por el favor concedido de mano del comisario.

—No sé cuando va a acabar todo esto—dijo Alejandro.

Estaba tumbado en la cama, con Candela junto a él, habían pasado del desayuno, Alejandro no tenía hambre, estaba con la cabeza caliente por todo lo acontecido.

—Mi amor—respondió Candela—, todo va a salir bien, es normal que no se solucione en dos días, está todo muy lejano, si fue difícil entonces...

—No puedo creer que César quisiera echarme las culpas, bueno en parte sí que lo entiendo, pero... quería creer que no tenía nada que ver, es tan difícil tener que educar a unos niños sola, como lo hizo Gloria y aún así, nunca les habló mal de su padre.

—Mi amor—dijo Candela de nuevo, pero esta vez, apoyó su barbilla en el torso de Alejandro, lo miró a la cara para decirle que Gloria había sido una espléndida madre, hermana, mujer..., pero en vez de eso dijo:—¿Se puede saber de que te ríes?.

Candela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora