Ultrajada

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Quique me llamó estando en la universidad.
El teléfono en silencio vibraba en mi bolsillo mientras el profesor explicaba el tema a tratar delante de la pizarra.
Le mandé a mi cuñado un WhatsApp con el móvil escondido en mis piernas intentando no ser descubierta por el narrador que había dejado de tener interés para mí.
Si Quique me llamaba era porque tenía algo nuevo del caso no tenía duda, me apostaba el cuello.
Me llevo muy bien con mi cuñado pero, no solemos charlar... y menos por teléfono.

"Estoy en clase" escribí

Me respondió en seguida.

"Te mando la dirección de Carmen"

Tal como terminó la clase le dije a mi compañero de asiento Juan, que me iba a buscar a la última componente de mis dolores de cabeza.

—Te acompaño—en seguida se ofreció.

—¿No te estás saltando demasiadas clases por mí?—respondí.

—Lo cierto es que sí, pero no hay nada mejor que unas prácticas reales para aprender.

—Bien, pues vamos...—dije, en realidad me daba un poco igual que me acompañase o no, ni siquiera lo había pensado, solo quería ir, no quería esperar más.

Al llegar a mi coche había un tipo esperándome, ya me había interceptado alguna vez, era el mismo que me abordó en la puerta del bar de mi padre.
Pero a este, no le tenía miedo.
A este le conocía la cara, venía de frente, con las ideas claras y no era peligroso.

—¿Qué hace aquí?—dije gruñendo.

—Mi trabajo—respondió. Juan miraba a uno y a otro sin entender nada.

—Sube al coche—le dije a Juan en tono imperativo.
El tipo golpeó en la ventanilla.

—¿Qué te parecen 500?

Arranqué el coche y golpeó un par de veces el capó, imagino que para intentar asustarme, pero que no me asustó para nada, más bien me resultaba cansino.

—¿De qué va todo esto Candela?—dijo Juan con cara de pocos amigos.

—Del loco—dije y aceleré haciendo que el tipo se echara a un lado.

Vi por el retrovisor que el tipo se metía en un coche a toda prisa, supuse que iba a seguirme, así que me salté un semáforo imprudentemente y Juan me gritó.

—¿¡Qué coño está pasando Candela!? ¿Te están amenazando?

Lo miré un segundo y suspiré haciéndome la valiente dije:—Yo no he escuchado ninguna amenaza.
Solo quiere comprarme información— Y en mi cabeza dije, "si tú supieras... pues sí me amenazan, esta mañana al bajar para ir a la universidad he abierto el buzón.
Porque ahora lo abro cada vez que paso por delante, no vaya a ser que lo abra mi padre y se encuentre con una nota y sí, había una carta para mí, la segunda por cierto ¿qué ponía? Pues ponía: Veo que no has dejado el "tema" Si te gusta jugar, jugaremos... no descuides tu espalda".

—¡Con amenazas! Candela eso es claramente amenaza o acoso, me da lo mismo...

—¿Quieres que te deje en casa?—dije enfadada, notaba mi ceño arrugado interiorizándose cada vez más—si tienes miedo te dejo en un momento.

—Esto es increíble—dijo Juan más para él mismo que para mí.

Llegué a mi destino en silencio y con Juan a mi lado con cara de malas pulgas, llevaba cara de culo se puede decir, no había dicho absolutamente nada más sobre nada.

Tal como llegué al edificio salía un chico creo que un repartidor de correo comercial, así que aproveché la ocasión y entré. Llamé a la puerta , era en la tercera planta, piso B.
Abrió una chica de unos 30 años aproximadamente, pelo rubio platino a mechas que hacían sus cejas negras resaltar por el contraste.
Ojos castaños, guapa, buen tipo, pecho operado, vestida con ropa estrecha de deporte.

Candela Donde viven las historias. Descúbrelo ahora