Candela

Aarón

El teléfono de Alejandro nos despertó con una llamada.

Alejandro se separó del abrazo que me tenía dado y se levantó a por el aparato.

—¿Si?
No, tranquila estoy bien.
Con Candela.
No lo sé aún,. Te aviso...
Adiós Gloria

Metí la cabeza bajo la almohada y noté de nuevo su cuerpo acercándose a mí.

—Siento haberte despertado—dijo.

Saqué la cabeza, le sonreí, estaba tumbado del lado izquierdo, desnudo y mirándome con el pelo alborotado.

—No importa ¿qué hora es?

—Las 9

—¿Gloria estaba preocupada?

—Sí, pero en cuanto he pronunciado tu nombre se ha quedado tranquila.

—Vaya. Qué responsabilidad...—dije.

—Confía en ti.
Eres la única que nos ha mirado como a personas normales.

—mmm...¿Las personas normales desayunáis? Porque me muero de hambre— dije bromista, estaba algo desconcertada por la situación y por ese sueño tan satisfactorio donde buceaba sin equipo, así que me pareció que el desayuno era un buen pretexto para salir del paso airosa.

Alejandro sonrió marcando sus preciosos hoyuelos

—Claro que sí, vamos te invito...

Después de desayunar y dejar a Alejandro en la puerta de su casa.

Intenté pasar el domingo estudiando cosa que fue, completamente difícil.

Mi cabeza iba y venía en otras cosas que nada tenía que ver con mi examen.

La carta, la dichosa carta, quién la habría escrito.
La había escondido en mitad de unos apuntes.
Apuntes...
Juan, recordé que había quedado en pasarme parte de un esquema que necesitaba.

Así que me vestí y bajé, iba directa a su casa.

Al pasar por el banco donde paraba Lucas, vi que sus amigos seguían allí, fumando y jugando a las cartas, pero él no.
Él seguía sin parar por allí, algo que me dio verdadera satisfacción.

La madre de Juan me abrió la puerta sonriente.

—Hacía mucho que no te pasabas por aquí, pasa Juan esta en su habitación.
¡Juan! ¡Tienes visita!— gritó su madre dando con los nudillos en la puerta.

—¡Candela! Qué sorpresa—dijo abriendo la puerta.

—Necesito el esquema—expliqué.

—Te habría mandado una foto por WathSapp—Juan se había quedado en la puerta como impidiendo el paso.

—¿Puedes pasármelo ahora? Por favor...

Movió su boca como sopesando cosas pero sin quitar sus brazos de cada lado de la puerta, como apoyado en toda su anchura.

—Dame un segundo.
Cerró la puerta en toda mi cara, su actitud era cuanto menos sospechosa, me crucé de brazos parada, allí esperando.
Y al momento abrió.

—Pasa—hizo un gesto con su mano invitándome a entrar.

Al entrar observé la habitación, busqué alguna anomalía, porque estaba claro que algo escondía.

—Siéntate Candela—. Se acercó a una pila de cuadernos y sacó el esquema—. Aquí tienes.

Lo cogí y lo leí.

—¿Cómo llevas el tema? Creo que voy a suspender— dijo.

—La verdad, fatal—respondí con cara de fastidio—, no consigo concentrarme.