Había llegado temprano a la universidad, me había sentado en clase, en la última mesa. Normalmente me solía poner mucho más cerca del profesor en plan empollona porque al fin y al cabo, lo era.
Pero aquel día no tenía muchas ganas de estar en aquellas filas donde se ponían todos mis amigos, incluyendo a Juan y ese era el verdadero motivo.
Juan.
Aguanté el nerviosismo que me produjo verle entrar por la puerta del aula. Tal como entró observó a todos los que estábamos allí y cuando su mirada se cruzó con la mía, desvié la mirada, no quería mirarle a la cara, no quería verle, no quería que se acercase a mí.
Al terminar la cuarta hora de clase cogí mi mochila y me fui a casa de Alejandro, no tenía más ánimos de seguir por allí haciendo como que no pasaba nada, ya que como es normal, el resto de amigos hacían por incluirme en los cambios de clase y en la cafetería donde tenía que soportar la presencia del cretino al que había decidido no volver a nombrar.
—Hola Candela—dijo César al abrir la puerta.
—Hola ¿está Ale?
—No, pero pasa.
No creo que tarde en volver...Me extrañó mucho que no estuviera en casa, no solía salir, pero poco a poco parecía que estaba retomando rutinas normales de cualquier persona vecina.
—¿Y tu madre? Trabajando supongo.
—No, hoy está de tarde, se ha ido con mi tío.
Eso me cuadraba más, Alejandro había salido solo en un par de ocasiones, no solía callejear mucho.
César se sentó en el sillón sin dar más explicaciones, estaba jugando con un videojuego.—¿Quieres jugar?—me ofreció.
—No gracias, no se me da muy bien ese tipo de juegos.
—Vale...
Me quedé en silencio no sabía que preguntarle, quería abordarlo para ver si él sabía alguna cosa sobre el caso del loco.
Los niños callan muchas cosas que se nos escapan a los adultos y él, entonces era un niño.
Pero claro, Gloria no nos dejaba hablar del caso delante de sus hijos, aunque Alejandro me había dicho que intuía que ellos sabían perfectamente de qué iba todo.
Tenía que aprovechar la oportunidad que me daba el estar a solas con César y él estaba bastante relajado como para que hablara sin problema.—¿Hace mucho que tus padres están separados?—pregunté lo primero que se me ocurrió.
—Sí.
Desde lo de mi tío.¡Bingo!!! aquello me dio pie para seguir por donde yo quería.
—¿Qué quieres decir?—respondí haciéndome la tonta.
Me miró un momento con cara de incredulidad.—Candela he visto la entrevista—manifestó inequívoco—. ¿¡Quién!? ¿No la ha visto? Y aunque mi madre no hable del tema, lo he vivido.
Lo recuerdo todo.—¿Puedes contarme que recuerdas?
César dejó el mando de la consola en la mesa pequeña que había delante del sofá y se sentó girándose un poco a la izquierda para mirarme directamente a la cara.
—¿Lo publicaras?
—No es mi intención...
—Recuerdo que mis padres siempre se peleaban.
Mi padre parecía un ogro, amenazaba a mi madre constantemente con marcharse.
Hasta que lo hizo.—¿Por qué la amenazaba con marcharse?
—Por mis tíos.
Mi madre siempre andaba buscando a mi tío.
Lo traía a casa...
Yo hasta que he tenido más conciencia creía que Alejandro estaba enfermo.
Recuerdo que siempre vomitaba, o estaba tirado en la cama...
Tenía muy mal aspecto.
Rafa y yo dormíamos en una cama para dejarle la otra a Ale.
Ahora tenemos una litera.
Pero antes... siempre me ha tocado dejarle la habitación.
ESTÁS LEYENDO
Candela
RomanceAlejandro, El Loco, ha sido puesto en libertad después de 12 años en prisión por un error. Candela, nuestra protagonista y estudiante de periodismo, está dispuesta a poner en marcha un plan para demostrar quién es el verdadero asesino de Fernando Ga...