Bruja

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Había quedado aquella tarde con Juan, me iba a pasar unos apuntes de clase.
—Vente a mi casa y te los paso—me había dicho al teléfono.
—¡No!, ¿¡Estás de coña!?, ni loca después de lo del otro día.
—Mi madre no estará esta tarde Candela.
No lo he pasado peor en mi vida. La vergüenza de entrar en aquella cocina y que aquella señora le dijese a su hijo: "Usaréis protección ¿no?"
¡No sabía dónde meterme!  Juan le dijo un: "solo somos amigos" y ella respondió: "eso no te hace estéril".
Yo carraspeé en la puerta, no se habían dado cuenta de que había llegado del baño, de adecentarme un poco e intentar borrar inútilmente mi cara de vergüenza, eso me pasa por idiota.
—Candela siéntate— dijo la mujer al verme.
—No gracias, me marcho ya. Muy amable.
Salí pitando de allí.
Lo que me faltaba para hacer mi relación con Juan más difícil todavía era compartir el desayuno en familia.
Así que no, desestimé la propuesta del desayuno.
Así que aquella tarde quedamos en una cafetería bastante ambientada del centro de Sevilla.
Me pasó los apuntes de modo amistoso, sin insinuaciones y me dijo: —Tienes pendiente contarme quién te llamó la otra mañana que tan increíble te pareció.
Aún no le había contado nada del asunto a nadie, solo a Lola y a Quique.
Quería guardar la sorpresa porque las noticias vuelan y soy de las que piensan que se jode todo si lo anuncias antes de tiempo.
—¿Puedo confiar en ti? —pregunté dudosa de contarle todo.
—¿De verdad me lo preguntas?
—Jura que no le dirás nada a nadie, ni a tu almohada.
—Mi almohada eres tú Candela.
—No estoy de broma— dije señalándole con cara de poca paciencia.
—Está bien prometo que esta conversación no saldrá de aquí.
Solo será entre tú y yo.
—Tengo algo muy gordo entre manos Juan.
A decir verdad, está casi listo. Estoy editando un vídeo que será lo más visto de Internet, en actualidad, noticias, sucesos... todo. Será viral.
—¿Te van a dar un hueco en el programa? —dijo de forma extraña, su gesto se torció un poco, como si no creyera lo que estaba preguntando.
—No. He entrevistado a solas.
Sin ningún profesional de por medio ni cadena, ni nadie a... Alejandro el loco— dije aquel nombre susurrando para que no llegara a oídos de nadie, lo dije sonriente y mirando previamente a mi alrededor.
—¿El asesino? —susurró Juan con cara de póker
—Es inocente—dije algo molesta.
—Bueno sí—dijo como queriendo arreglar lo que había dicho, no sé si porque lo creía así o porque notó mi malestar— pero te refieres a él...
—¡Sí! — dije con la cara llena de ilusión y mis manos juntas, unidas.
—¿Cómo lo has conseguido?
Le conté todo el proceso a Juan, casi con pelos y señales, todo lo que recordaba al menos, con Tania, con Gloria y luego las impresiones que tuve en la entrevista con el loco, todo lo que me había transmitido sin apenas hablar.
—¿¡Cómo no me lo habías contado!? ¡te echarán de las prácticas! ¡Candela!
—Me da igual que me echen. Tengo la exclusiva que todos quieren.
—¿¡Vas a venderla!?—Juan había empezado a tener una voz un poco chillona y molesta, estaba... ¿Enfadado?
—No—dije con calma—. La subiré yo misma a todas mis redes.
Justo en ese momento, me sonó el teléfono con el nombre de Alejandro en la pantalla.
—¿¡Ese hombre te llama a tu móvil!? ¿¡Te has vuelto loca!?
—Claro que me llama, estamos trabajando todavía, voy a encabezar su caso, voy a llegar al final.
Mientras el teléfono seguía sonando Juan seguía protestando.
Me apresuré a descolgar y le hice un gesto a Juan levantando mi mano, para que se callara de una vez.
—Dime Alejandro.
—Hola Candela, quería saber si has terminado el vídeo.
—Casi, soy bastante torpe con la tecnología...—expliqué—. Si quieres quedamos y lo ves antes de que lo suba. Para que estés tranquilo.
—No hace falta Candela, confío en que lo harás bien, es solo que... no paro de darle vueltas en mi cabeza.
—Gracias por confiar en mí—dije—. Tengo una idea, te mando el video, así lo ves con tu hermana y me dais el ok, antes de colgarlo.
Cuando colgué, Juan estaba cruzado de brazos mirándome muy serio, con el ceño arrugado.
—Candela...
—¡No lo puedo creer Juan! Esperaba que me felicitaras—protesté—. Pero ya veo que no te hace mucho chiste que lo haya logrado.
—¡No es eso! —replicó— Claro que me alegra que lo hayas conseguido, es magnífico, pero... ten cuidado ¿vale?
Ahí noté cómo que bajaba la guardia, en ese momento solo parecía preocupado.
—Solo es una entrevista y ha sido en mi terreno.
—Vale, puedo acompañarte siempre que lo necesites ¿de acuerdo?
—Tranquilo. En ningún momento hubo nada raro, ni mal rollo, ni gestos, nada. Son buenas personas, están muy dudosos con todo esto, sobre todo Gloria, la hermana. Alejandro dice que ya le da igual todo, que ha perdido su vida.
Que su libertad solo puede estar en su mente y aunque ahora está afuera, sigue encerrado.
Me resultó duro escucharlo Juan, ese chico aún es joven y lo han destrozado.
Se intentó suicidar 3 veces... Y aunque diga que todo le da igual, está nervioso y asustado como un niño pequeño.
—Vaya.
—Exacto y todo eso ha pasado mientras pasaban el luto de su hermano Fernando.
Gloria se separó al poco, porque su marido no pudo con la presión mediática, había periodistas todos los días en su puerta.
El asesino, el verdadero asesino, no mató a Fernando solamente, si no que destrozó una familia entera, ¿Te das cuenta de lo que sería vivir todo eso?
Juan me cogió las manos, me las besó.
—Vas a ser la mejor—me dijo sin que esperara todo aquello que soltó—. Se te ve ¡tanta! pasión cuando hablas Candela.
Esa pasión es la que me hace que me gustes tanto.
Tragué saliva incomoda, ya empezaba d nuevo con los romanticismos.
—Lo dicho, no tienes de qué preocuparte— dije rápidamente soltando mis manos de su agarre.
—Mi madre, por cierto, y cambiando de tercio, me dijo que eres muy requeteguapa.
—No me lo recuerdes...
Juan empezó a reírse a carcajadas.
—No te agobies Candela, mi madre es bastante abierta de mente, es moderna...
Pero yo, volví al tema donde estábamos y después de que dijera aquello le enseñé a Juan algunas partes de mi entrevista.
Se quedó con la boca abierta en ciertos momentos.
—¿Qué te ha parecido? — pregunté cuando hubo acabado de ver el vídeo.
—Te vas a hacer famosa.
Sonreí y le di un beso en la nariz.
Me acarició la cara y puso cara de corderito.
Me daba miedo cuando ponía esa cara.
No quería hacerle daño y sabía que en realidad se lo estaba haciendo.
Yo no había cambiado de opinión hacia nosotros, solo era un amigo con derechos y él en cada encuentro, parecía más un novio, estaba adoptando un papel que yo no le había ofrecido ni pedido.
—No pongas esa cara cuando me miras—dije.
—¿Qué cara pongo?
—De corderito— dije.
—¿¡Qué!?—dijo con cara de horror.
—No sé es como cuando estás comiendo y hay un perrito a tu lado mirándote y quiere darte pena.
—¡Pero serás...! Eres una bruja.
No sé por qué salgo contigo, me tratas fatal, ¿Me ves como a un perrito?
—¿Amigos? —le solté queriendo parecer bromista.
"Dicen que, a buen entendedor, pocas palabras bastan".
—Amigos...—dijo casi suspirando resignado.
Quizá me pasaba en las formas, pero él insistía en algo que yo creía haber dejado bastante claro.
No estaba enamorada, sí jugaba con él y él lo sabía, ¿Podía parecer una bruja como él me había insinuado? Tal vez.
Tal vez me gustaba ser bruja.
Bruja por no ser lo que se espera de mí.
Bruja por ser mujer sin querer ser madre.
Bruja por follar sin amor.
Bruja por no temerle a la soledad sentimental.
Bruja porque sí, porque elijo ser bruja.
—Te invito a una copa para firmar la paz—le ofrecí—Por cierto, espero no haber fastidiado tu no sé qué..., esa relación que tienes con esa rubia tan despampanante.
—Tranquila, también somos solo amigos—dijo levantando sus dedos y haciendo comillas.
Y aunque era lo que quería escuchar, no me gustó lo más mínimo.
A partir de ese momento el resto del tiempo que estuvimos en la cafetería, parecía que nos habíamos distanciado.
Los dos actuamos distantes hablamos con frases escuetas, la tensión se podía palpar y no sé qué se le pasaba a Juan por la cabeza, pero a mí se me repetía una y otra vez, la imagen de la rubia comiéndole la boca y me hacía sentir enrabietada.
Aquello, nuestra relación digo, se estaba convirtiendo en círculos vicioso.
No quería amarrarme a él y, sin embargo, lo quería mío.
Tanto que cuando me acompañó al coche le dije: —¿A qué hora regresa tu madre?
Juan no cambió el gesto al escuchar aquello, seguía serio, me miró y metió un mechón de pelo detrás de mi oreja.
—Debería decirte que no lo sé y meterte en mi cama, que es en lo único que pienso durante todo el día, pero...
Se que tardará menos de una hora en aparecer.
Miré el reloj eran las 8 de la tarde, se me había pasado el tiempo volando, solo el último cuarto de hora había sido un poco lento y dificultoso.
Juan se había quedado parado, mirándome, no dijo nada más.
Yo, no sabía que decir.
El deseo a estar con él iba en aumento.
Sentía un calor abrumador en mi zona íntima.
Sus preciosos ojos de color miel me miraban expectantes y me transmitían las ganas que él también sentía de intimar.
Sus mejillas se habían sonrosado un poco.
Pero ninguno de los dos buscó una opción alternativa, yo por obligarme a aceptar que no era lo que quería.
Aunque sí quería.
Y él...
Solo puedo imaginarme por qué.
Llegué a casa y me metí directa en la ducha, no podía parar de pensar en cosas que solo me hicieron calentar más mis motores.
Sí pensaba en Juan, en cuando me besaba, en cómo se erizaba mi cuello. Aquello de verlo con otra me sentaba muy mal y de repente, un pensamiento repentino hizo que aquel calor que sentía, se volviese en enfado.
Había estado castigándome mentalmente por seguir con aquel juego, me sentía mal porque creía que podía lastimarlo, pero... precisamente él, había metido en sus pantalones a aquella chica y quién sabe si a alguna más y yo, mortificarme por no querer parecer una zorra, una loba, me sentía culpable por mi instinto de mujer, por no tener un instinto sumiso y él que no se quedaba atrás, me hacía sentir culpable.
Cuando ya al fin pude superar ese calor, gracias a aquellos pensamientos, que me llegaron repentinamente junto a aquella frase que me dijo en su día "eres libre para esta noche conocer a otro", eso era lo que él se había dedicado a hacer sin perder el tiempo precisamente.
Busqué solución junto a mi abuela.
Yo digo que mi abuela tiene un don divino en sus peinados.
Siempre que he estado triste, no ha habido enredo en mi pelo que ella no haya sabido quitar.
Sin decirle nada le ofrecí el cepillo, que ella cogió con una sonrisa.
Me senté en el suelo entre sus piernas.
Y ella comenzó a cepillar mi pelo húmedo.
—Cuéntame mi alma ¿cómo te ha ido el día?
—Bien abuela. El día bien...
¿Es raro que no quiera a alguien y solo lo quiera para mí? No sé si me has entendido— le dije a mi abuela.
—Estupendamente mi alma.
Somos personas y las personas en sí, somos egoístas por naturaleza, tenemos un ego muy grande y eso lo ha sentido todo el mundo alguna vez.
—Abuela...
Es que, me gusta, pero no lo amo.
Y él dice que está enamorado.
No le quiero hacer daño, pero no quiero dejarle ir.
—Eso es más peligroso para ti, que para él.
—¿Tú crees?
—Digo, al final te vas a enamorar cuando el muchacho se haya cansado de que lo marees.
—¿Y qué hago?
—Yo no puedo decirte eso mi alma, tú tienes ya 22 añitos, eres una mujer.
Tú... ¿qué es lo que quieres?
—Yo no me quiero enamorar.
—No te he preguntado qué es lo que no quieres, si no, lo que sí quieres. Tienes que actuar de acuerdo a tu meta.
—Mi meta es ser la periodista más internacional del mundo, que los periódicos se peleen por mí abuela.
—Pues sigue por ahí.
—¿Y con Juan, ¿qué hago?
Mi abuela no contestó a aquello, terminó de peinarme y me dijo:
— Se acabó.
—Una pregunta más— dije poniéndome en pie—¿por qué nadie comprende que no me quiera casar, ni tener hijos?
—Porque hasta ahora es lo que se les ha pedido a las mujeres.
Nos llevamos la vida criando a feministas y luego solo queremos que sean rescatadas por un hombre.
Me abracé a ella y la besé.
Mi abuela es sabia, no hay enredo alguno que ella no quite con suavidad.
—Candela—dijo cuando ya me iba a mi habitación— No cambies mi alma, persigue tu sueño.
 
Aquello me dio fuerzas para llamar a Alejandro, quería subir en ese momento el vídeo y quedar con él para empezar nuestra investigación.
Hablé con él, me dio el ok sin haber visto el vídeo que se lo mandé justo en ese momento.
Con el teléfono en la mano a punto de darle al botón de compartir, creí que el corazón se me saldría por la boca.
Estaba muy nerviosa.
Pulsé y dije: —Dios mío que esto salga bien por lo que más quieras, Jesusito de mi vida no me falles mi alma.
Al momento mi teléfono sonó.
Raquel.
—Dime Raquel.
—¡Dime Raquel! ¡¡¡¡pero tú por qué no me cuentas a mí las cosas!!! ¡¡¡Me cago en tu... uff, lo que te iba a decir!
¡¡¡Pero de dónde has sacado a ese tío Candela de mi alma!
¿¡No habrás ido sola a conocerle!?
¡¡¡Y lo metes en el bar de tu...—en ese momento no colgué, pero solté el móvil en mi cama y la dejé gritando sola, porque todo eso era a gritos!!!
Encendí el ordenador, para abrir mi blog, que también había abierto uno.
Y me puse a escribir todas mis impresiones de lo que había sido estar una mañana con el loco.
El sonido de la voz de Raquel se escuchaba al fondo, lo que me hizo reír.
Estaba nerviosa, ansiosa, pero de buen humor.
Y Raquel debía haber colgado porque en seguida mi teléfono sonó, era mi compañera Macarena, no lo cogí.
Volvió a sonar, era otra compañera de clase, tampoco lo cogí.
Silencié el teléfono y no hice caso a aquellas llamadas.
El aparato echaba humo.
Empezaron a llegar mensajes a las redes sociales.
Tipo: qué de la cara si es inocente.
O, pobre ya ha sufrido bastante.
Había opiniones para todos los gustos.
En cuestión de 20 minutos el vídeo se había compartido más de 100 veces.
En la puerta de mi casa se escuchó golpes con bravura.
—¿Quién es, coño? ¿Qué forma de llamar es esa? —gritó mi abuela.
Me levanté y fui, Raquel, ya lo sospechaba.
—Perdóname abuela, pero es que vengo dando bocaos por las paredes.
¿Tú de qué vas? — me dijo.
—No te pases Raquel—dije seria.
Mi abuela se quedó atenta por cómo Raquel había aparecido.
Al momento llegó Lola y entró gritando, saltando y dándome un abrazo.
—¡Ay mi hermana! —gritaba.
—A ver si alguien me explica algo—dijo mi abuela.
—Te estaba llamando por teléfono—dijo Lola.
—Lo tengo en silencio—respondí.
Total, que se formó el revuelo, hasta algunos vecinos vinieron a mi puerta.
Le di las gracias a todos y le expliqué a mi abuela todo.
—Candela que te vas a hacer famosa, mi alma—dijo ella.
Luego pues claro se lo conté a mis padres.
Mi padre se quedó en shock.
—No sé si felicitarte o matarte por haberlo hecho en secreto.
Y en el bar Candela, para que hubiese salido mal.
—Yo sabía que iba a ir bien papá.
He tratado antes con Gloria un par de veces.
Lola me acompañó la primera vez por si acaso no era de fiar.
—Qué orgulloso estoy de ti Candela.
Ni los de la tele, lo han conseguido.
Al escuchar aquellas palabras de mi padre mi boca se estiró de oreja a oreja.
—Creo que me van a echar de las prácticas, eso sí—dije.
—Pues peor para ellos—dijo mi madre—lo que tienen que hacer es contratarte en condiciones.
Que como dice tu padre, ni los de la tele, lo han conseguido.
—Esa gente se cree que todo lo pueden comprar con dinero mamá.
Y ese muchacho no quiere que le paguen, ese muchacho quiere vivir tranquilo, que se me abrieron las carnes mamá, cuando le vi en la muñeca las cicatrices de haberse intentado suicidar.
—¡Hay que ver! —exclamó mi madre—¡qué justicia tenemos!
—Pues menos mal que no estamos en Estados Unidos— dijo mi padre—si no, no lo cuenta...
 
 

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