Juan

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Me había pasado toda la semana sin parar, las prácticas me tenían agotada y lo único que había aprendido en ellas era, el estrés que era lanzar un programa televisivo.

Estaba sentada en la escalera metálica de la oficina de Tania, me estaba tomando un café de máquina demasiado aguado y demasiado amargo. En definitiva, un café asqueroso.

—Candela— me llamó Tania desde su oficina particular—sube por favor.

Cuando entre en la oficina pensando, ¿a ver que me pide...? Me dijo: —¿Has escuchado hablar de Alejandro el loco?

—Sí claro, está en todas las noticias. —dije como algo muy obvio.

Tania hizo un gesto a sus compañeros que no me quedó muy claro que significaba, luego se giró de nuevo hacia a mí.

—Gracias Candela, puedes irte a casa bonita.

— ¿A casa? ¿Tan pronto? —dije sorprendida, ni me lo creía.

—Sí, corre tonta, que hoy estoy de buen humor.

Eran las 11 de la mañana y ¿me iba a casa gracias a saber quién era Alejandro el loco?, que, a decir verdad, tampoco sabía mucho sobre él. Solo que se había llevado 12 años en la cárcel y supuestamente era inocente.

¿Su crimen? Estar donde no debía a la hora oportuna. Después había un sector bastante grande del público que creía que sí era culpable, pero que la justicia no está bien redactada y no había pruebas suficientes.

Pero a mí aquel tema poco me afectaba, así que no había indagado mucho.

Al sentarme en el coche cogí el móvil, Raquel me había escrito que tenía ganas de fiesta, "es viernes..." y nada más, ningún WhatsApp más.

Hacía unos días que Juan me había escrito "qué tal las prácticas" y yo solo contesté con un "bien" bastante escueto.

"A ver si nos vemos y me cuentas" y no le respondí a aquel mensaje.

Era viernes como bien decía Raquel, ganas de fiesta yo, pocas.

Pero sí que me apetecía despejarme, hablar, salir en plan tranquilo...

Así que le escribí un WhatsApp a Juan.

—Hola. ¿Hace una cena?

Conduje hasta el bar de mi padre, pensé en acercarme a la facultad, pero, la verdad, tenía pocas ganas y mal cuerpo como para aguantar las clases, podría quedarme dormida tal como empezaran.

—¿Tú qué haces aquí tan temprano? —me preguntó mi padre al verme entrar.

Antonio estaba detrás de la barra atendiendo a un hombre.

—Que ya he terminado por hoy, hasta el lunes.

—¿Te pongo algo mi chata?

—Un café papá.

Cuando mi padre se acercó con el café, apoyó los codos en la barra y me susurró.

—Mi chata, alegra esa cara mi alma.

—Es que estoy muy decepcionada papá, allí no aprendo nada importante, solo me tienen para los recados ...

—Pero al menos te engorda el currículum...

—No intentes que me conforme, si no que yo quiero trabajar de periodista, para hacer recados me quedo aquí y te ayudo a ti.

—Eso no lo digas ni en broma, ¿qué vas a estar tú trabajando aquí? Tú vales para correr mundo mi alma, no para estar aquí detrás de la barra.

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