Había ido con Juan a casa de Aarón, nos llevamos un rato allí y no hubo manera de dar con él.
Era una casa de campo, en un pueblo vecino, Dos Hermanas.
Los muros de la valla eran muy altos, no dejaba ver qué tipo de casa había detrás.Notamos que los que ladraban tras la puerta eran tres voces de perros grandes.
Y había una placa con el aviso de cámaras de seguridad y alarma antirrobo.—Tal vez está dentro y no quiere abrir—. La voz de Juan me sacó de mis pensamientos.
—Tal vez...—respondí—. Tendré que volver otro día.
—¿Y si le preguntamos a los vecinos?
Puse cara de no es mala idea... bueno, da igual y no era indiferencia.
Pero, los vecinos poco iban a decir sobre lo que a mí me interesaba.
Aarón era relativamente nuevo en la urbanización y a mí lo que me interesaba hacía ya más de una década que había ocurrido.Juan se acercó un poco más a mí, colocó sus manos en mi cintura.
—Hey—dijo buscando mi mirada—, ¿qué pasa preciosa?.
—Nada...
Juan apretó un poco más sus dedos y su cara se entonó en pretensión seductora, así que me zafé con disimulo.
—Vayámonos—dije—, prefiero venir en otro momento.
Me metí en el coche en dos zancadas.
Juan estaba empezando su juego y no.
Ahora sí que estaba segura más que nunca, que no me gustaba como antes.Quizá soy una chica más que se dejó llevar por sus encantos.
Quizá he madurado.
Quizá el masturbarme pensando en Alejandro me había hecho desencantarme de él del todo.
Quizá una larga lista de quizá, me había dejado claro que no debía jugar más a meterme en la cama con Juan.—Candela, ¿te pasa algo conmigo?—preguntó sentándose de copiloto.
—No, para nada.
Pero aquí no tenemos más que hacer.—No lo digo por eso, es por tu actitud hacia mí.
Lo miré seria por un momento, arranqué y al meter la primera y mirando al frente dije:—Creí que había quedado claro que somos solo amigos.
No sé a qué te refieres.—Ya...—dijo y sonrió.
Esa sonrisa me hizo entender que no se rendiría tan fácilmente y eso a mí, estaba empezando a parecerme muy pesado.
Pues no me apetecía tener que estar recalcando a cada instante que no soy nada suyo, solo le ofrezco un poco de amistad.El trayecto lo hizo hablando sin parar, en plan simpático y dicharachero, proponiendo planes, podemos ir aquí, podemos ir allí, me han dicho que en tal sitio...
Y yo, me limité a sonreír cordialmente y a escucharle sin prestarle demasiada atención, hasta llegar a la puerta de su casa.Un trayecto eterno que se me hizo.
—Bueno hablamos y nos vemos —dijo.
—Sí, gracias por acompañarme —dije y el respondió en plan sheriff de película.
—Para eso estoy pequeña —me dio un toque gracioso o eso pretendía supongo, en la nariz con su dedo índice y beso una de mis mejillas antes de salir.
Aquella tarde no pensaba volver a salir, no tenía ningunas ganas.
Me duché y me senté junto a mi abuela con un libro que tenía parado por falta de atención en otra cosa que no fuese mi investigación.Mi abuela enfrascada en su telenovela, aprovechó los anuncios para preguntarme por mi amigo, "del que yo le hablé" dijo.
—¿Juan? Bien, hoy he estado prácticamente todo el día con él.
Sigue intentando conquistarme y yo sigo sin querer novio—le dije sin adentrarme mucho más en el asunto, porque tal como abriese la boca, mi abuela, la sabia, la bruja, se iba a dar cuenta de que me gustaba Alejandro y yo, no pretendía que lo supiera nadie.
Ni siquiera debería saberlo yo, pero como lo sé...
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Candela
RomanceAlejandro, El Loco, ha sido puesto en libertad después de 12 años en prisión por un error. Candela, nuestra protagonista y estudiante de periodismo, está dispuesta a poner en marcha un plan para demostrar quién es el verdadero asesino de Fernando Ga...