El asesino

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As estaba cabizbajo, sentado en una silla bastante incómoda en aquella habitación fría con solo una mesa y un espejo en la pared.

Llevaba ya un buen rato, aún estaba esposado.
Y con la cabeza llena de notas mentales.

De repente entraron dos policías.
Uno uniformado que se quedó de pie junto a la puerta y otro, que lo miró a los ojos desafiantes y se sentó frente a él.

—Bien, Francisco, As...
¿Imagino que sabes por qué estás aquí?

—No

Quique rio, aquella risa fue entre irónica e incrédula.

—Debes delinquir mucho si no sabes por qué te ha detenido un dispositivo entero.

As se quedó en silencio, mirando al policía, no iba a discutir con él.
As se imaginaba que eso podría haberle pasado hace años si sospecharan de él por la muerte de Fernando.
¿Pero ahora? ¿A qué venía aquello? Ya ni siquiera trapicheaba con drogas.

—Te suena de algo Fernando García.

As puso un gesto sorpresivo en su cara, de verdad que era lo último que imaginaba y a Quique, no se le pasó desapercibido.

—Te voy a quitar las esposas y charlaremos tranquilamente —dijo Quique y As asintió—No nos ha costado dar contigo, la verdad que pensé que estarías escondido, con un nombre falso o quién sabe...

—No tengo por qué esconderme.

—Ya.
Venga cuéntame, ¿qué pasó? ¿Por qué mataste a Fernando?

—Yo no lo maté—dijo convencido.

—¿No? ¿Y dónde estabas aquel día?

—Pues, sí que pasé por su casa y nos peleamos.
Yo le debía dinero, pero no fui yo.

—¿Entonces quién? Porque hay una persona que asegura que fuiste tú.

—No lo sé.
Cuando me fui de su casa estaba vivo.
Carmen su novia estaba allí y su hermano El Loco, también.
Ellos te pueden decir que me fui de allí sin tocarle un pelo.

—Pero volviste, volviste a aquella casa cuando ya ellos no estaban y lo mataste.

—No.
No puede encontrar nada en mi contra, excepto algún testimonio falso.
Yo no fui.

Quique se levantó sin decir nada salió de la sala y entró a la sala contigua.

Allí estaba el comisario, un compañero policía y como excepción estaban también Lola Candela y Alejandro.
El comisario había permitido que entraran como premio para Quique.
Todos ellos habían estado observando la conversación a través del espejo.

—No suelta prenda y no tenemos pruebas—dijo Quique al entrar.

—Teneis que traer a quien lo culpa, hay que interrogarle— dijo el comisario.

—Se cerrará en banda—respondió Quique—, Carmen es la única que ha intentado desaparecer, parece estar asustada y...

—Hacedle saber que sabemos que no fue ella y que no le pasará nada si coopera.
¡vamos!—gritó el comisario.

Alejandro se había quedado muy callado.
Le daba vueltas a las palabras de As.
Al aspecto de As.
Estaba verdaderamente cambiado, había engordado bastante., parecía un tipo bastante normal, sus tatuajes en los nudillos estaban desgastados como si no le importase perder su identidad.
Ya no llevaba pendientes en las orejas, ni peinado a la moda.
Parecía más bien un tipo normal, un padre cualquiera de familia.

—¿Estás bien?—la cara de su novia Candela estaba junto a la suya, se había quedado a una respiración de juntar sus narices.
Alejandro sonrió sin muchas ganas.

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