Qué despertar tan espléndido con ese pedazo de hombre de espalda grande y brazos anchos haciendo de pilares a cada lado de mí, para poder sujetarme mientras nuestros sexos hablan, nuestras pelvis se rozan y todo mi mundo se para en ese instante en el que nuestras almas se dan la mano y nuestros perlados cuerpos lo celebra así brillando de felicidad, de placer y de gozo, como si de lentejuelas se tratase y estuviésemos vestidos de gala, de no importar nada de lo que ocurra fuera de nuestros cuerpos, de nuestras pieles, de nuestra intimidad.
Alejandro me había despertado así, de buena mañana tal como nos habíamos acostado.
Llevamos dos días sin salir de su casa, entre las sábanas, solo nos habíamos movido para comer de verdad y no comernos nosotros y en los momentos de descanso revivir cada paso del caso de nuevo.Entré en la cocina después de una ducha a poner la cafetera, sentí como Ale había entrado en silencio y sonreí sin mirar atrás, sonreí porque sabía lo que iba a hacer, efectivamente me abrazo por detrás, hundió su cara en mi cuello de nuevo.
—Nunca había estado tanto tiempo en una cama—dije.
—Si quieres el próximo lo hacemos en la mesa—rió—. Elige lugar...
Me giré y no llegué a poner la cafetera encima de la vitrocerámica, porque me subí yo a la encimera y allí nos dejamos llevar de nuevo.
Terminamos tirados en el suelo mucho más cómodos y riéndonos de nosotros mismos.
—Morena, he pensado en algo—dijo.
—¿En cambiar de método anticonceptivo? Porque te vas a gastar la indemnización en preservativos—bromeé.
—He pensado en que podíamos hacer ese primer viaje a Roma del que hablamos, tal como tengas las vacaciones en la universidad.
—Deberíamos dar con el asesino antes de hacer ese viaje—propuse.
—Sí también lo he pensado, pero también he pensado que necesito desconectar, ahora sí que me reconocen por la calle, todo el mundo se gira y...
—¿Y Gloria?—pregunté, porque la pobre Gloria llevaba unos días fatales de ánimos, le volvió a dar algún que otro ataque de ansiedad.
Rafa estuvo encerrado en su habitación sin querer hablar con nadie, apenas comía.César le reprochó a su tío no haberle contado nada de lo descubierto sobre su padre.
Fue una auténtica locura, todo se había puesto boca bajo.
Alejandro, hasta hace dos días estaba distante, nuestra relación empezó a flaquear a ser mucho más fría, por eso me había decidido a encerrarme con él en su casa como si no hubiese nada más que hacer, ni nada más importante.
—Alejandro, esto no puede seguir así—le había dicho.
—Pues vete—contestó—, solo conseguiré hacerte daño a ti también—aquello lo respondió sin ni siquiera mirarme.
Se sentó en el sillón de casa de Gloria, estábamos allí porque necesitaban apoyo, aunque los ánimos de nosotros también estaban por el suelo con la presión mediática.
—No digas tonterías—dije.
—No son tonterías, soy un paria, lo seguiré siendo toda la vida ,¿quieres llevar un lastre a tu espalda?—gruñó.
Me senté junto a él.
Le cogí la mano y le di un beso en el tatuaje.—No me voy a ir a ningún sitio—dije—, bueno sí, si que me voy a ir, pero a tu casa, a que estemos a solas y a que nos olvidemos por un rato de todos los demás y nos centremos en nosotros, Además a las brujas no se les echa tan fácilmente de ningún sitio.
Más bien nos tienen que quemar para poder deshacerse de nosotras.
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Candela
RomanceAlejandro, El Loco, ha sido puesto en libertad después de 12 años en prisión por un error. Candela, nuestra protagonista y estudiante de periodismo, está dispuesta a poner en marcha un plan para demostrar quién es el verdadero asesino de Fernando Ga...