La mudanza de Alejandro no se hizo esperar mucho, no tenía demasiadas pertenencias, así que no había sido muy complicado.
Llamé a la puerta.
Era un piso pequeño y coqueto recién reformado y decorado con muebles blancos y minimalistas.Abrió la puerta y casi sin cruzar la mirada conmigo, me metió de un tirón y cerró la puerta, arrinconándome en ella y metiendo las manos por debajo de mi falda.
—Ya era hora—dijo, besándome el cuello.
—Pero si he llegado antes de lo que habíamos quedado—dije siguiendo su juego de desnudarnos.
—Por eso...
Tarde, no deberías de desaparecer de mi vista.Alejandro entró con su lengua a mi boca.
Sus besos me ponían a mil.
Se me erizaba todos los poros de mi piel, con solo verle un segundo mis entrañas se abrían y mi humedad me molestaba apareciendo y estropeando mi lencería, que últimamente por cierto era muy bonita y sexy porque siempre pensaba en seducirle al vestirme, aunque...
Creo que jamás reparaba en aquella ropa, me la arrancaba literalmente tal como nos quedábamos a solas.Como digo, escuché mis bragas crujir y las tiró por encima de nuestra cabeza.
Me subió a su cintura y me empotró en la pared de la manera más salvaje que había visto en mi vida.
Incluso más salvaje que en todas las veces que había estado con él.Di un grito al notar la pared golpear en mi espalda.
—Perdona—se disculpó, pero siguió a lo suyo a embestir de nuevo mi cuerpo con él dentro.
Me agarró la coleta que llevaba y tiró de la gomilla dejando mi melena suelta, metiendo sus dedos entre el pelo agarrando mi cabeza y con la otra sujetándome para que no cayese al suelo.
Eyaculó gruñendo como un animal.
Mordí su labio haciendo que se quejase.
Y me soltó en el suelo.Carraspeé y dije:—Hola.
Ale rio y dijo:—Hola.
—No me has dejado ni entrar—dije quejosa.
—No has puesto mucha resistencia—apuntó—y llevo todo el día imaginándome hacerte eso.
—¿Eso es todo lo que has hecho hoy?
—Eso y ordenar mis libros—respondió.
Curiosamente lo que más tenía eran libros, digo curiosamente porque hasta ahora los chicos que había conocido no leían mucho, más bien lo justo para estudiar, pero no por placer.
Y Alejandro, acababa de llenar una estantería de libros que había ido adquiriendo mientras estuvo en prisión, él mismo me había relatado cómo se había refugiado en todas aquellas historias para poder sobrevivir la depresión.
Me había quedado plantada, mirando aquellos lomos, gordos, delgados, clásicos, actuales... había una cantidad innumerables a simple vista.
Sentí sus brazos rodearme la cintura y rozar su nariz algo prominente en mi cuello.
—¿Has leído alguno?
—Alguno...—dije, lo cierto es que estaba bastante callada porque había algo que me rondaba en la cabeza.
—Puedes coger el que quieras, son todo tuyo.
—Gracias—dije con una pequeña sonrisa al girarme— Ale, hay algo que quiero contarte.
—Bien, cuéntame.
Di unos pasos con mis dedos entrelazados y me senté en el chaislonge blanco de cuero de aquel salón pequeño y muy luminoso.
—A ver... es algo complicado, quiero contártelo y no sé cómo te lo vas a tomar.
Alejandro al escuchar aquello gesticuló algo contrariado.
ESTÁS LEYENDO
Candela
RomanceAlejandro, El Loco, ha sido puesto en libertad después de 12 años en prisión por un error. Candela, nuestra protagonista y estudiante de periodismo, está dispuesta a poner en marcha un plan para demostrar quién es el verdadero asesino de Fernando Ga...