PROLOGO

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Bodega abandonada, Los Ángeles, California. 24 de Agosto de 2010

Era un martes en la tarde. Y mientras la lluvia repicaba en las ventanas sucias del segundo piso y en los techos de tejas de la bodega abandonada, ella fumaba un cigarrillo y esperaba impaciente. Su compañero, sentado en la mesa del rincón, le daba vueltas a un cuchillo de mantequilla, comiendo un sanduche.

La paciencia empezaba a agotársele ante la espera. Tenían una gran misión que hacer y no había tiempo que perder. Ni siquiera por dos compañeros impuntuales. Estaba a minutos de iniciar su plan de venganza contra la familia que más mal le había pagado, y ella y su leal socio de delito, no podían esperar hasta que a los otros les diera la gana de aparecer.

Miró al exterior, a las calles, a los autos que escasamente la cruzaban. Y a sus vigilantes y secuaces, cuidando la zona. Nadie la buscaba. Pero mujer precavida valía por dos. Gruñó. ¿Cuál era la demora? ¿Por qué a pesar del dinero de por medio la hacían esperar? ¡Esto era el colmo!

--¿Cuánto más tenemos que esperarlos? Comienzo a impacientarme. Y tengo otras cosas que hacer en mi empresa—lo miró por encima del hombro, mientras él se ponía la chaqueta encima.

--Estoy esperando que no sea mucho tiempo más. A mí tampoco me gusta esperar. Ya lo he hecho demasiado—él la miró serio.

Se dio la vuelta, arrojando el cigarrillo al primer piso.

--No maté a esa mujer, para quedarme con las manos vacías. Si tan solo me hubiera dado lo que le pedí ese día—

--te equivocaste de persona en asesinar, querida—ella apretó los dientes.

--Estaba tan cerca. Toda esa fortuna sería mía. Pero esa maldita enfermedad no se la llevó—

Se devolvió al pasado. A toda una vida sin mucho dinero, aguantando a su hermana Sixta quejándose de lo mismo. Y esperando con paciencia como podría conseguir dinero. Y cuando la oportunidad se presentó de su no tan adorada sobrina, no pudo rechazarla. Casada con un multimillonario, colarse como ama de llaves fue el primer paso. Siempre esperando retribuciones, ayudas de la pequeña Susana. Guardando y guardando odios y rabias en su corazón. El dinero nunca había llegado a ella.

Y luego de ocho años y una enfermedad casi mortal, que no había cobrado la vida de su sobrina, tomó la decisión más apresurada. La muerte inducida. ¿El plan? Cianuro en un vaso de agua. Su sobrina recuperándose de la tuberculosis aun sufría accesos de tos. Y fue tan poco sospechoso ofrecerse a ayudarla con el líquido vital. Aun hoy, podía recordar ese fatídico y maravilloso día.


FLASHBACK:

--¿Susi?—se asomó al cuarto, viéndola sentada en la cama, sujetándose de la mesita de noche y tosiendo en un pañuelo—querida, ¿te encuentras bien?—entró apresurada, fingiendo que en serio le interesaba la salud de su sobrina.

--Sí, sí. No... no te preocupes, tía—tosió de nuevo—es solo... uno de los ataques—la tocó en el hombro.

--¿Qué necesitas?—

Palpó en el bolsillo de su falda larga, el frasquito con el cianuro líquido, que esperaba poder usar en cualquier momento.

--Un... un vaso de agua—se puso de pie—pensaba ir a buscarlo al baño—la hizo sentar.

--No, no. Yo lo busco, no te preocupes. Quédate aquí—se apresuró a llevar a cabo su plan, entornando la puerta.

Cuidándose de no levantar sospechas de nada después, humedeció el vaso por fuera, cubriéndolo con papel de baño y llenándolo de agua. No dejaría huellas. Vigilando que ella no entrara, vertió el contenido del frasquito en el agua. Ocultándolo a tiempo en su ropa. Ansiosa, y con la espalda sudando, se lo presentó, cuando entró de golpe.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora