CAPITULO 27:

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— ¡Oye!—me miró consternada, con los brazos abiertos.

—Estás volviendo a desviar el tema o a ignorarlo—la señalé, volviendo a la cama.

Exhaló con fuerza, enderezándose. Su pijama era demasiado cubierta y en lana, con dibujos de ese tal Stitch, estampados en ella.

—Bien. Querías tu respuesta. Aquí la tienes—

Directo al grano, cariño.

Contuve el aliento.

—No—se quedó seria.

¿No? No. ¿Y no porque?

— ¿No?—le inquirí.

—No. Nada—me senté en la cama.

— ¿Por qué no?—soltó a reír, como si le frustrara que yo pidiera explicaciones.

Y le molestaba, porque sabía que no tenía ni una.

— ¿De verdad quieres que me explique, haciéndolo todo más doloroso?—

¿Dolor? ¿Qué sabía ella de eso, si siempre me dejaba a medias?

—Ya has sido lo suficiente dolorosa con tus palabras, así que nada me sorprende de ti. Suéltalo—

—No te deseo, no te quiero. Esa es la verdad—cerró los ojos.

Apreté los labios, conteniéndome un segundo. Iba a reírme a las carcajadas con ese chiste tan gracioso. Recordé todas las veces que la hice sentir. Todas las veces que gritó llegando al orgasmo. Sus miradas llenas de ternura. Eso era puro amor. No aguanté. Me eché hacia atrás en la cama, soltando una risotada, teniéndome el estómago.

—Charles—la miré, inclinada hacia mí— ¿Qué pasa? ¿Por qué te da risa mi respuesta?—

Reí más. ¿Cómo no sentía nada después de afirmar tanto, que me amaba pero que sentía miedo?

— ¿De verdad? ¿Lo dices de verdad?—reí de nuevo, cuando afirmó—mentirosa—me senté, secándome las lágrimas de risa—eres una completa mentirosa—

— ¿Ah sí? A ver. ¿Por qué dices que estoy mintiendo?—se alejó de mí, cruzándose de brazos

—Porque dices que no me deseas y hace tan solo unas semanas, te derretiste en mis brazos mientras yo te tocaba y creías que era un sueño—se puso de pie de golpe, mirándome sorprendida.

Sí, mi amor. Fue real lo que sentiste.

— ¡Si eras tú! ¿Cómo lo hiciste si no te vi? ¿Si yo estaba sola?—

Soy un lince, cariño. Moverme con sigilo es lo mío.

—Te lo hice creer. Cuando estabas perdida, me escondí debajo de la cama hasta que te fuiste del cuarto a darte un baño. Y todo este tiempo estuviste pensando que era un triste sueño—

A medida que hablaba, su mandíbula se apretaba más, y se ponía roja de rabia. Al final se arrojó contra mí.

—Hijo de...—me golpeó la cabeza varias veces— ¡Tramposo! ¡Idiota!—la detuve con una sola mano y la otra, atrayéndola de las caderas.

—Soy todas esas cosas—apreté sus nalgas atrayéndola a mí, sentándola a horcajadas en mis piernas—pero tú me deseas. Y eso si tienes que admitirlo—busqué su carnosa boca, apoderándome de ella, besándola con dulzura, hasta que suspiró de puro placer.

—Que te desee no indica que te ame. Son dos cosas diferentes—sonreí.

—Ay cariño. No tienes que decirlo. Te lo veo en los ojos, en la sonrisa, en los suspiros cada vez que te beso—volví a besarla, esta vez, fuerte y profundo.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora