CAPITULO 46:

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Se dejó hacer, queriéndolo ella tambien. Removí sus zapatos y le bajé los jeans por los muslos hasta quitarlo tambien, quedando solo con la blusa puesta y en ropa interior. Tiré de ella y se sentó en mis piernas frente a mí.

—Estuve pensando en las normas de cuando trabajabas para mí como asistenta. Ahora no lo eres. Pero las estuve meditando todas y las que no pudiste acatar—

Y todo para deshacerme del contrato. Ya no nos haría falta.

— ¿A qué conclusión llegaste recordando las normas? Cuéntame cuales no acaté—deseoso solo de tocarla, acaricié sus muslos, llegando hasta las rodillas y volviendo a ascender, hasta abrirle las piernas, acercándola más a mí.

Me resiguió los hombros y el pecho desnudo con las manos.

—Estoy esperando—se acercó a besarme el cuello.

No seas tan ansiosa, mi vida.

—Quédate quieta—la aparté.

—Esa no estaba—se sonrió, mientras yo la tomaba de la barbilla

—No. Pero quédate quieta o voy a querer hacerte el amor sin que vayamos despacio—

Quería ver que tanto podía aguantar ella.

—Es que me muero por tocarte—susurró, deseosa.

—Tendrás que esperar—

—Di entonces mis fallas para poder tocarte después—

Si íbamos a discutir el final del contrato, antes de yo hacerle el amor, tendríamos que enumerar las fallas y darle un pequeño castigo por no cumplir. Un castigo que ella iba a disfrutar.

—Primera. Alejarte de Alicia. Estuvo más lejos ella de ti, que tú de ella. Haciendo tus comentarios y respondiendo a sus peleas con venganza—

Abrió los brazos a modo de protesta.

—Ella empezó. Sabes que no iba a quedarme tranquila sin decir nada, luego de que me tiró por las escalas—

Norma anulada.

— ¿Cuál más?—intentó seducirme, echándose hacia adelante, apoyando las manos en las piernas, apretando más los senos.

Luché por no mirarlos. O terminaría alzándola en brazos y haciéndola mía contra la pared, hasta que suplicara que me detuviera.

—No estaba en la lista, pero igual hay que enumerarlo—me observó dudosa, porque no reaccionaba a sus insinuaciones

—Mantener la boquita cerrada—rocé sus labios con el pulgar, esperando abriera la boca. Lo chupó con fuerza.

Tendría que enseñarle a quedarse calladita. Y sabía que sería una excelente aprendiz.

—Dices siempre lo primero que se te pasa por la cabeza. Estuve a pelos de despedirte más de una vez—removí el dedo, pasándolo por su cuello y entre sus senos—deberías aprender a cerrarla—se mordió el labio con toda la intención

— ¿Por qué? ¿Con las cosas que te haría con ella si no la cerrara? Además, el primer día me prometí que las cosas cambiarían en esta casa, y eso incluía cambiarte a ti. Y lo hice. ¿O no?—

Mi niña tenía una boca muy sucia.

—Me trastocaste el mundo. Lo pusiste todo de cabeza—ella se sonrió y dejó que le diera un beso en los labios.

—Así que el no quedarme callada no es tan malo después de todo. Necesitabas a alguien que te diera órdenes, Charles Jiménez. Alguien que te pusiera en cintura y esa fui yo. Esa se anula. ¿Cuál otra norma desacaté?—

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora