CAPITULO 3:

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Abrí los ojos, mirando la claridad del día, y del cuarto. Acostado boca arriba, me encontré en mi habitación, cuando supuestamente estaba en la mansión de los Ford. ¿Cuándo había regresado a casa?

Me senté, escuchando una dulce voz fuera del cuarto, cantando. Una que ya había oído más de una vez y me había dejado anonadado. Era la voz de Marian. Miré todo a mí alrededor, y antes de pensarlo dos veces, me lancé fuera de la cama, yendo en búsqueda de ella. Esto tenía que ser un sueño, porque aún no había convencido a Marian de volver.

No la hallé ni en su habitación, la de Julieta, la biblioteca, o el primer piso. Cerré los ojos en mitad del pasillo, esperando captar de dónde provenía la voz. Luego, echando a correr, me dirigí al gran salón de baile. Era el único sitio que no había revisado. Tenía que estar allí. El volumen de voz aumentó a medida que me acercaba. Me asomé por las puertas dobles, que estaban abiertas, quedándome inmóvil.

Adentro estaba ella, con un vestido largo, blanquísimo, y los cabellos recogidos. Daba vueltas por todo el lugar, como una bailarina, y de nuevo cantaba...

--Tan jóvenes pero en eterno amor, luchando contra el dolor, todo estará muy bien, lo sé eeee—

Sonreí, recostado en la entrada. Ella me vio.

--No merezco esto, eres tan perfecto, amor—vino hacia mí, tomándome de las manos.

--Estás aquí—me sonrió, rozando mi mejilla con sus labios.

--Nunca me he ido. Solo debes buscarme, y me encontrarás—susurró.

--Pareces una novia—sus parpados con brillantina, y estrellitas plateadas en las esquinas de los ojos. Una corona de flores en la cabeza

--Lo soy. Me voy a casar—toqué sus labios con los dedos.

--Conmigo—sentí el corazón en mi pecho, latiendo desbocado. Ella negó.

--Rick y yo nos vamos a casar—se alejó de mí.

--¿Qué? Pero si tú y yo...—sonrió con tristeza.

--Tú me dejaste ir. No me buscaste—se alejó más, y vi que se empezaba a desvanecer como si fuera un fantasma—nunca me buscaste—


--¡Nooooooo!—grité, sentándome en la cama, sudando frio.

Y volví a gritar, cuando vi una sombra delante de mi cama, y dos pares de ojitos curiosos, mirándome. Encendí la lámpara de la mesita de noche y las figuras cobraron sentido. Era Heidy, la hija de Jeremy y Gabriella, delante de la cama, con su gato en brazos. Exhalé.

--Heidy. No vuelvas a hacer eso. No vuelvas a asustarme así—sonrió.

--malos sueños, ¿eh?—suspiré.

--Un poco. ¿Qué haces aquí?—le dio un beso a su gatito, que tenía las patas negras entre el pelaje blanco, como si usara guantes

--No podía dormir, y mi hermanito tampoco. Mamá nos prepara leche caliente. Te escuché desde mi cuarto, hablando dormido—

Alguien más se asomó.

--¡Heidy! ¿Qué haces aquí? No despiertes a nuestro huésped—

--No te preocupes, Gabriella. No me despertó, fui yo quien tuve una pesadilla—tenía puesta una bata larga, y una larga trenza que le llegaba a media espalda. Llevaba un niño de uno o dos años, en brazos

--¿pesadillas?—miró a su hija—cariño, tráele por favor, un vaso de agua—la pequeña bajó al minino al suelo y salió del cuarto a cumplir con lo pedido.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora