El jueves, día de las entrevistas, llegó. Y me levanté muy temprano para tenerlo todo listo. Revisé mi agenda, en la que salió que una de las postulantes renunciaba a su entrevista. Ya la habían contratado en otro trabajo. Solo quedaban dos. Zuleima, una extranjera, proveniente de Londres. Y otra chica de nombre Triana. Así que no tenía reuniones hasta las ocho y media. Podría llevar a Julieta a la escuela.
Preparé la ropa, comí algo ligero y tomando una botella de agua, salí a trotar. Eran las seis. Volvería a las siete treinta, a tiempo para darme un baño, desayunar y llevar a mi pequeña a la escuela, antes de las reuniones con las asistentas. Ahora a Carlotta como ama de llaves, le correspondía supervisar que todo fuera hecho bien en la casa. Y era a Leann a la que prácticamente le correspondían en el resto de tareas del aseo. Con una empleada del aseo más, podrían apañárselas. El trabajo de niñera no pensaba cederlo. Marian era la única capaz de poner a marchar en todo a Julieta y la única que sabía darle amor. Ese trabajo la estaría esperando, hasta que yo la conquistara, y no necesitara cumplirlo sino ser mi novia.
Con Alan Walker retumbando en mis oídos, corrí por todas las calles de la ciudad. Los locales no abrían todavía, y solo se veían en las calles, como yo, personas haciendo ejercicio o sacando sus perros a un paseo por los parques. Corrí una hora completa y al volver a casa, ya empezaban todas las actividades. Los empleados desayunaban, y Julieta terminaba de vestirse. Era un poco parsimoniosa para desayunar, así que lo mejor era que se levantara con tiempo para alistarse. Besé su mejilla antes de seguirme a mi cuarto, y ella me repudió, porque olía a los caballos de la finca.
Me duché, me organicé y después de imprimir las hojas de vida de las empleadas, busqué al ama de llaves.
--¡Carlotta!—salía del cuarto de Julieta, con el balde de la ropa sucia.
--Señor—le pasé unos documentos.
--estas son las normas de la casa, para que se las haga pasar a las postulantes—las recibió.
--Muy bien, señor. ¿Algo más?—
--Sí. Haga pasar a la que primero llegue a la cita. Y si alguna pregunta por el empleo de niñera, que puede ser probable, si vieron a comienzo de año la entrada de Marian a la casa, por los periódicos. Ese cargo no se da—me miró con ojos esperanzados.
--eso quiere decir que...—permanecí serio, a pesar de que quería sonreír.
Quería que Marian volviera, y se lo iba a pedir. Pero aun no tenía su consentimiento.
--Eso quiere decir, que si el destino y la buena suerte están de nuestro lado, Marian podría volver en un mes, para el cargo de niñera—
--Sería maravilloso, señor—afirmé—nadie pone a Julieta tan diligente como ella. Ni lo hace tan feliz a usted. ¿Verdad?—me crucé de brazos.
--Siga en sus labores, por favor—ordené.
No iba a hacer de mi vida privada, una novela para los del servicio, aunque ellos fueran testigos de que mi chica tambien me había cambiado a mí.
--Sí, señor. Perdone—miró los documentos—les explicaré todo a las chicas y haré pasar a su oficina a la que primero llegue—
--y por favor cuando yo le dé la orden—me retiré antes que ella.
Tenía poco tiempo para desayunar y llevar a Julieta a la escuela.
Al bajar al comedor, ella miraba una hoja, mientras comía cereal.
--¿Quién me va a llevar hoy a la escuela?—dobló la hoja
--Yo, naturalmente. No puedo ir hoy temprano al trabajo, por esas entrevistas. Así que te llevo y vengo a proseguir con ellas—
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POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"
Roman d'amour¡Se fue! Así sin más. Hace dos meses. Cuando más convencido de tenerla en mis brazos estaba. Desde entonces, mi vida ha quedado sumida en la oscuridad y el dolor. Una que ya he sentido antes, una que conozco bien. Pero tambien una que toleraré solo...