CAPITULO 37:

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--Gracias, Roberto—afirmó, cerrando la puerta, mientras yo me removía la chaqueta. Marian colgaba la suya en el perchero

--Es un placer, señor—

Las dos semanas que le dí a la señorita Monroe, para encontrar trabajo, habían casi que llegado a su fin. Pasado mañana se iba. Por fin. No se podía decir que estos días fuesen un sueño con ella aquí. Como prometió Geneva, los del servicio me informaron que estaban manteniendo a Triana bajo vigilancia por si pretendía algo. Y aunque hasta ahora no había intentado robar nada, ni siquiera las llaves de Marian, seguía vigilada. Y ni trabajo había conseguido.

Sería una lástima para ella porque igual se debía ir.

El tema con Francisco ya estaba calmado. El no dio declaraciones de nada, ni siquiera cuando lo vieron salir del hospital, con los golpes en la cara, acompañado de mis padres. Incluso habían dejado de contar chismes respecto a mi hadita, lo que me tenía a mi calmado. Otro cantar era Julieta, que había estado enferma los días anteriores, con la gripe. Marian y yo nos habíamos preocupado hasta el punto de llamar al médico de la familia. Pero no fue nada que unos cuantos medicamentos no pudieran remover.

Ahora, luego de mucho trabajo, de atender clientes y de recoger a mi chica en la universidad, estábamos de regreso en casa. Con el mismo clima helado de antes pero menos mal sin lluvia.

Me alejé del panel de Roberto, a donde Marian me esperaba.

—Qué día—la miré mientras se peinaba los cabellos—solo quisiera meterme entre las mantas y no despertar hasta qué esté graduada—

Se perdía toda la diversión.

La rodeé con ambos brazos, dándole un beso en el cuello. Estaba helada.

—Te perderías toda la acción de estudiar—le di un masaje, y tenía los hombros demasiado tensos.

Y sabía cuál era la razón. No solo los exámenes y trabajos. Porque era muy inteligente y esos no le daban dificultad. Sino su compañero de carrera, Jason, que a pesar de la golpiza que yo le dí hace meses, seguía importunándola en clases.

Friccioné más, para bajarle el estrés y los nudos del cuello y ella gimió satisfecha. Hacía tiempos que no la escuchaba así, gracias a tener que cuidar a Julieta. Nuestra acción de las noches había sido suspendida. Y al parecer esa ausencia había hecho mella en mí.

—Y no tendría qué aguantar a ese idiota de Jason tratando de ver en mis exámenes, o fastidiándome. Ay qué rico—

Algo me decía que hoy podría desquitarme.

— ¿Qué no tengas qué verlo?—la besé detrás de la oreja, haciendo que suspirara.

—No. Qué me hagas masaje. Mmmm—se estremeció—tienes unas manos mágicas—la abracé, besándole la mejilla.

— ¿Por los masajes? ¿O las cosas qué te hago a solas?—

—Enciérrate conmigo en el cuarto y te respondo a esa pregunta—

Si yo tenía las manos mágicas, ella la boca sucia.

—Lasciva—susurré en su oído, mordiéndole el lóbulo después

—Tú me conviertes en eso cada vez qué me tocas—

Hora de la puntada final.

—Iré a enviar un correo y nos encontramos en el cuarto—

Estuvo de acuerdo.

La noche empezaba a mejorar.

—Voy a ponerme la pijama mientras—

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora