CAPITULO 53:

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Miré mi reloj de pulsera, que marcaba las dos de la mañana. Afuera ya nevaba y solo se escuchaban ruidos en el pasillo, de las enfermeras revisando otros pacientes. Al mirar hacia la cama no detecté movimiento. De hecho estaba vacía y el carrito de suero no estaba a un costado.

¿Cómo me había dormido tanto que ni cuenta me di que ella se levantara?

--¿Marian?—

La llamé y al no obtener respuesta, me tiré del sofá, buscándola, temiendo que le hubiese pasado algo. Me asomé al baño, frenando en seco. Se lavaba las manos, mirándose en el espejo.

--Aquí estás—suspiré

--Quería hacer del uno. No te quise despertar—terminé de entrar— ¿Qué pasa?—negué.

--No te encontré en la cama y me preocupé—me sonrió con debilidad, cerrando el grifo—me preocupo mucho, ¿sabes?—

Aunque ya no pudieran hacerle daño, me seguía aterrando la idea de que algo le pasara a ella y al bebé.

--Y no deberías. Estoy bien. Un poco dolorida, pero ya pasará—

Miré el golpe de la cabeza y su labio reventado. Se acomodó la bata, y ya no pude soportarlo más. La rodeé en mis brazos. Aun podía sentir el sonido de los disparos en mis oídos, y verla a ella desvanecerse en mis brazos. La abracé más contra mí.

--¿Qué pasa?—se recostó en mi—estás callado—le besé los cabellos.

--si algo te hubiese pasado—me flaqueó la voz.

Maldición, que habría sido de mí si algo les hubiera pasado a Julieta y a ella.

--Oye, pero estoy bien—besó mi mano.

--Tuve tanto miedo de perderte—me miró y besó mi mejilla—quisiera ir a la cárcel y matar a esa rata de Maxwell—

--Shhhh, déjalo. Ya se está haciendo justicia, y Magdalena está muerta. Debemos dar gracias que no le hicieran daño a Julieta. Lo mío solo son minucias—

--Minucias que casi te cuestan la vida—le di un beso—no vuelvas a cometer locuras, por favor—suspiró.

--Ya te lo prometí. No haré nada. Ahora sé que debo cuidar tambien de mi bebé—puse mi mano encima de la suya en su vientre—y yo no iré a ningún lado. Te lo prometo—volví a abrazarla.

No la descuidaría ni un segundo. Mi pequeña siempre estaría a salvo conmigo.

No pasaron dos minutos, hasta que se apartó con un quejido.

--¿me ayudas a llegar a la cama? Estoy muy cansada—

Moví el suero y le presté mi brazo para que se apoyara mientras llegaba a la cama. Caminé a su ritmo de patito.

--ve con cuidado—se detuvo solo una vez, teniéndose el estómago, y volviendo a reanudar cuando el dolor pareció cesar.

Una vez en la cama, acomodé primero el carrito de suero y la ayudé a subir a la cama por lo bajita que era. La arropé de nuevo y le di un beso en la frente.

--gracias—susurró.

--No las des—acaricié sus cabellos—te quiero—sonrió.

--y yo a ti. Mucho—

Volví a la cama, a ver si los dos podíamos dormir.



A las ocho de la mañana, mi móvil empezó a timbrar. Me di la vuelta en el sofá, no reconociendo la melodía.

No. Ese no era el mío.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora