CAPITULO 51:

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Los días pasaron, y mientras mi padre se encargaba de todo lo de los juzgados, yo me quedé a cuidar de mi chica. Con el pasar del tiempo, vi que el color le volvía al rostro y el respirador era cambiado por un tubito en la nariz, y las pulsaciones se hacían más fuertes. Según el médico, ella despertaría en los próximos días. Sus amigos vinieron a visitarla una vez, y yo pude aprovechar para ir a la casa a ver qué tal estaba Julieta.

Según un mensaje de Catalina, la pequeña se moría por verme y teníamos muchas cosas que hablar. Decidí que era hora de prestarle atención a mi princesa. Marian no desaparecería del hospital si yo me iba por dos minutos.

Nada más abrir las puertas de la casa, los del servicio me esperaban filados, con las caras pálidas, pensando tener malas noticias. Julieta corrió escalas abajo desde el segundo piso, tirándose a mis brazos. La alcé, abrazándola contra mí. Ella moqueó, señal de que estaba llorando.

--Todo está bien ahora, mi amor—

--¿y mami?—le sequé las lágrimas.

La miré a ella y a los del servicio.

--Marian está ahora bien, pero sigue inconsciente, reponiéndose de la cirugía—todos exhalaron de forma ruidosa, dando las gracias a Dios.

--¿y cuando puedo verla? Tengo muchísimos dibujos para ella—

Ella tambien la extrañaba. Y merecía verla al menos una vez.

--¿estás lista?—negó.

--No me he bañado—la bajé al suelo.

--entonces ve a bañarte y organiza los dibujos que has hecho. Se los llevaremos a mami—soltó un gritito y me abrazó, echando a correr luego a las escalas.

Los del servicio se retiraron

Me estiré, agotado, por no dormir casi, cuidando de mi chica. Miré las vendas que tenía en el brazo, de la transfusión. Tampoco es que me importara demasiado ese agotamiento y el dolor. Con tal de que ella estuviese bien. Cuando pensaba subir a organizar unas cosas antes de volver al hospital, Julieta volvió a bajar y me miró con timidez.

--¿Qué pasa?—se acercó a mí

--te quería pedir algo pero debes estar cansado de cuidar a mami—me acuclillé frente a ella

--¿Qué pasa?—le acaricié la mejilla

--tengo miedo de estar sola. ¿Me puedes ayudar a bañar?—le sonreí.

--De acuerdo. Te pondré bien bonita por si mami despertó y te puede ver—afirmó, más animada.

Subí con ella a su cuarto, y le di un baño completo, cuidando de no lastimar los golpes que tenía en la carita y las cortadas de las rodillas. La ayudé a vestir y cuando peinaba sus cabellos, recordé que ella y yo teníamos que hablar de algo. Dejé el cepillo a mitad de camino en su cabello.

--nosotros tenemos que hablar—me miró a través del espejo

¿Por qué ella nunca me había contado lo ocurrido antes?

--lo sé—tomé un banquito, sentándome a su lado

--¿y quieres que lo hablemos ahora?—lo meditó un segundo y después afirmó

--te pido perdón, papi—puso su manito en las mías

--¿tu pedirme perdón a mí? Soy yo el que debe pedirte disculpas—la sujeté de la barbilla—debería haberte protegido más—negó.

--Yo debería habértelo contado todo. El daño que me hizo Magdalena cuando tenía cuatro años. Incluso no debería haberme fugado para ver a mami—

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora