CAPITULO 11:

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La vi saludar a todos los del servicio, recibir a mi pequeña en brazos, llenándola de besos, y despedirse después de su amiga Carolina. Cuando se encaminaron al interior de la casa, yo me alejé de la ventana, para asomarme en el balcón de las escaleras. Y pedirle que viniera a mi oficina. Silencioso como un lince, entorné la puerta del despacho y me apoyé en la baranda de las escaleras, escuchándolos a todos reír. La señorita Monroe, que tambien estaba en el rellano del segundo piso, me miró una única vez, antes de descender con aire arrogante, como si esta fuese su casa.

Carlotta, Julieta y Marian la vieron bajar.

—Ven Marian, quiero presentarte a una nueva integrante—amable, como lo era siempre, se acercó a las escalas, para conocer a la nueva miembro del servicio.

Llevaba un gorrito en la cabeza, una gabardina blanca, y unas botas para el frio, dentro de los jeans. Con el brazo de Carlotta en sus hombros, miró a la nueva.

—Ella es Triana. Triana, ellas es nuestra amiga Marian. Ha vuelto para cuidar de Julieta—le sonrió, esperando que se llevaran bien.

La nueva empleada no pensaba lo mismo.

—Ah. La chica de la qué todo el mundo habla—la sonrisa de Marian se desvaneció.

—Ya me conoces—masculló aburrida.

—Igual qué todo el mundo. La rarita, trepadora y amante del jefe—apreté la baranda con rabia. Julieta la miró de malas formas.

Ella no era mi amante. Era mi chica. Había una gran diferencia en eso.

Tomé la palabra, antes de que otros dijeran alguna tontería.

—Ella es todo, menos una rara, trepadora o mi amante. Te pido qué hagas el favor de respetarla—todas las miradas recayeron en mí.

Mi dulce hadita, sonrió radiante, como si hubiese visto libros en rebaja. Permanecí serio.

—Señorita Jenks, la espero en mi oficina—afirmó con la cabeza.

—Si señor—me alejé de allí.

Con el primer comentario tendría a la señorita Monroe lejos de mi chica, y lejos de mí, además. Con el segundo, en un rato, tendría a Marian en la oficina. Tenía que tomar un trago. Lo necesitaba.

Ella me había pedido distancia, espacio, formalidades. Y se los daría. Pero solo por unas semanas. Antes de empezar mi verdadero plan de conquista.

Busqué la botella de whisky en un cajón detrás de mi escritorio, y un vaso. Cuando ya lo tuve servido, volví a asomarme a la ventana. El auto de Carolina ya no estaba. Los periodistas continuaban en las puertas de hierro, con sus cámaras listas. Aunque ya había menos que antes, considerando que lo que debían fotografiar, ya lo habían hecho. Bebí un trago.

El primer paso en el plan de conquista, era mantenerlos a raya a todos ellos. Habían sido los primeros causantes de que mi chica se fuera. Si no la acosaban, ella se sentiría a salvo y se quedaría en casa. Lo segundo era derrumbar sus resistencias, que volviera a caer en mis brazos. Pan comido. Y cuando ya estuviera lo suficientemente dócil, no podría decirme que no.

La puerta se abrió con suavidad, sin que nadie pidiera permiso. No la miré, sabiendo ya de quien se trataba. Ese característico perfume se sentía a mucha distancia.

—Entra—obedeció, cerrando tras ella con suavidad.

La miré solo un segundo de soslayo, mientras ella caminaba hacia donde me encontraba, removiendo su chaqueta, llevando solo un suéter cuello tortuga, color blanco, ceñido en su cuerpo. Removió tambien el gorrito, peinándose los cabellos a la altura del cuello.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora