EPILOGO:

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2 Años después...

--Vamos, bebecito, otra cucharada—hice la cabeza al lado opuesto, haciendo rabieta—sé buen niño o habrán castigos—

Había dejado de ser un ejecutivo amo de los negocios, para convertirme en el bodoque de Julieta y Eva.

Habían pasado dos años, desde el nacimiento de la pequeña, y uno, de vivir aquí en el campo. La casa cerca de la de mis padres estaba lista, y ya vivíamos en ella los cuatro. Y ni Marian y las niñas se cambiaban por nada, y francamente yo tampoco, con las maravillosas puestas de sol.

El tiempo había pasado con rapidez. Julieta tenía ahora diez años y aun a pesar de eso, seguía siendo la bromista de antes. Mi esposa se había conseguido graduar de su carrera, adelantada unos semestres por su excelente promedio y la rapidez para coger al vuelo los temas explicados. Hoy incluso sería la inauguración del nuevo colegio que había construido en compañía de mi tía Lola y debía estar por llegar por nosotros. Mientras ella iba a trabajar un rato en la academia de baile, y hacer unos pendientes, yo trabajaba desde casa, cuidando de las niñas. Ivy por otro lado, ya con dos años cumplidos, crecía fuerte y tan hermosa como su madre. Había heredado sus genes y se había revelado como una pequeña muy inteligente, dulce y loquita igual a ella. Casi que de mí, mis hijas no tenían absolutamente nada.

Igual las amaba a las tres con todo mi corazón.

Luego de un día largo, de trabajar, hacerles de comer y cuidarlas, ahora me habían hecho vestir de bebé, con un pañal puesto, gorro de dormir y chupete en los labios. Nunca me sentí tan ridículo.

No veía la hora de que Marian llegara, para acabar con esto de una vez. Porque la cuna de la pequeña había traqueado hace un momento, y estaba seguro de que en cualquier segundo yo caería al suelo entre los tablones, por todo el peso.

--Gu, gu. Toma comida—Julieta levantó a Eva para que me acercara la cuchara que no tenía nada, pero que simulaba ser papilla de tomate.

¿Quién le daba eso a un pobre bebé?

--No queyo—protesté cruzándome de brazos.

¿Qué más iba a comer de lo que ellas me daban, si estaba lleno?

--Entonces a la camita—sugirió Julieta—a dormir—

--Ño—bufó—no teno sueño—les seguí la corriente.

Era un bebé fastidioso. No dormiría ni comería.

Escuché ruidos en la puerta del primer piso.

—Llegué. ¿Ya están listos? La cena de inauguración es en poco tiempo—Eva soltó un gritito echando a correr fuera del cuarto

— ¡Mamá, mamá, mamá!—

Marian había llegado.

--¿Qué no vas a ir a saludarla?—miré a Julieta.

Así yo podría salirme de esta cuna y dejar de ser un mocoso de meses de nacido.

--Soy tu nueva mamá. Me quedaré cuidándote para que no escapes—sonrió orgullosa.

--Julieta—rió.

--Quiero que mami te vea, papi. Así podremos burlarnos las tres—me aleteó las pestañas.

Ahora un poco más grande, y a dos años de entrar a la pre adolescencia, estaba más preciosa que antes. Y súper inteligente, sin dejar de escribir. Estaba muy orgulloso de ella y lo que había conseguido, después de pasar por tantas cosas duras en la vida. Mi pequeña estaba creciendo y a pasos agigantados.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora