CAPITULO 26:

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Día del recital de canto...

--Julieta, date prisa—me puse la chaqueta que estaba en el perchero.

Teníamos que ir por Carolina y Andrés.

Hoy era martes. Y Marian hacía su debut, cantando en el escenario del profesor Piaccioli. Para el ensayo se había ido más temprano que nosotros, y la veríamos después. Decir que estaba nerviosa era poco. Llevaba un vestido dentro del bolso, y miraba el reloj con insistencia, mientras su amiga Vilma pasaba por ella. No entendía porque se ponía así, si cantaba tan fantásticamente bien.

Julieta bajó las escalas, corriendo, con su vestidito elegante, y la chaqueta en el brazo.

--ya estoy lista, papi—me sonrió.

--¿llevas todo?—se palpó un bolsillo escondido del vestido

--Sip. Lo más importante—me mostró un llavero con un dije de ese animal azul que tanto le gustaba y un conejito dorado

--¿Qué es eso?—

--me lo dio mamá una vez. ¿Recuerdas? Cuando tenía una exposición en mi clase de preescolar. Iba a hablar de Rayo, y tenía miedo. Esto me dio seguridad. Y se la dará a mami hoy también—la volvió a guardar.

--Bien. Vamos—

Geneva, Carlotta y la señorita Monroe, que estaban sentadas en el comedor, platicando, nos miraron.

--dígale a Marian que le deseamos mucha suerte, señor. ¿Sí? Por favor—pidió Geneva

--y mándenos fotos y vídeos de su presentación—habló Carlotta

--Así lo haré—les sonreí.

--Sobre todo del momento en que caiga del escenario o desafine—se burló la pelirroja.

Sus compañeras la golpearon.

--No se va a caer ni a desafinar—respondí yo—porque canta muy bien. Y no es tan torpe como usted—Julieta soltó a reír, teniéndose el estomago

--y si cayera, papi la atraparía y se darían un beso de amor. No como contigo que preferiríamos dejarte tirada en el suelo, Letrina

--¡Es Triana, mocosa!—Carlotta luchó por taparle la boca

--lo que digas. Triana la marrana—tiré de mi hija, para que dejara de pelear con la empleada.

Solo debíamos aguantar cinco días y todo esto se acabaría. Esa chica se iría, y la paz volvería a reinar en mi casa.

Julieta protestó, mientras la jalaba con dirección al auto.

--papi, me lastimas el brazo—la solté— ¿Por qué no me dejaste fastidiarla? Se merecía todo lo malo. Se estaba riendo de mamá—

--la mejor forma de dejarlos callados a todos, es no discutiendo. No te iguales a ella—le ajusté el cinturón

--¿igualarme yo a ella? ¿Con lo pobretona y de baja categoría que es? Sería como comparar la tierra con el azúcar—volteé a verla de malas formas, y ella solo se sonrió—mami me enseñó. Y tiene razón—vio que no nos movíamos—arranca papi. O llegaremos tarde, como hiciste en mi recital de poesía—encendí el coche

--te has vuelto demasiado mandona. ¿Quién te enseñaría?—pregunté con sarcasmo.

Aunque ya sabía la respuesta. Marian.

--el Grinch Jiménez, alias papi—volví a verla y comenzó a reír.

Y me gustaba, aunque fuese a costa mía.

POR SIEMPRE MÍA. L2 DE LA SERIE "SIN ESPERARTE"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora