En realidad, su misión como la de cualquier demonio al que le era permitido deambular por la tierra, era cazar almas. Él, en especial, quien había pasado varios milenios en la superficie y era ahora "nativo", debía de asegurar una mayor cantidad de almas para su señor, Satán.Su cuota ese año, no había sido favorecedora para la falsa imagen que se tenía de él en el infierno, incluso Ligur había obtenido un número mayor de ellas, sin considerar al político de alguna nación latinoamericana que estaba de paseo por Londres y que Ligur había asegurado, había corrompido, lo cual, todo el mundo supo, era mentira. No puedes corromper a aquel que lo trae en las venas.
Belcebú, había escuchado con atención a los excusas del pelirrojo, quien vacilaba entre uno y otro de sus relatos. Había sido descuidado, sabía que en aquel lugar nadie checaba el papeleo, y podrias pasar la vida engañando a tus superiores, siempre y cuando hubiera papeleo, aunque fuese falso.
- Tendrás que hacer algo para compensarlo, Crowley. Si es qué quieres conservar tu puesto, tu empleo actual - Belcebú ordenó. Era sumamente curioso como una figura tan cómica como la suya tuviera tanta autoridad y fuera capaz de revolver los estómagos de los demonios ahí reunidos. - Y tendrá que ser en los próximos tres días. Supongo que no será problema, ya que siempre has demostrado tu capacidad para condenar humanos.
Crowley volvió a su departamento, algo cabizbajo y pensando en que podria hacer para que no fuera sancionado. Tenía que ser algo lo suficientemente impresionante para el príncipe del infierno, y debía ser a sus posibilidades, ya que Crowley no era tan capaz como decía ser. Se entretuvo con sus plantas un rato, hasta que un plan fue a su mente: uno que seguramente no iba a funcionar.
- ¿Tú?- el ángel exclamó sorprendido al verlo en el umbral de la librería. Continuó apresurandolo - Entra. ¿A qué debo tu visita?
- Necesito tu ayuda, ángel.
Aziraphale frunció el ceño.
- ¿Y que puedo hacer por ti?- Caer en una tentación para poder llevar tu alma con mi señor, Satán.
Aziraphale arrugó la frente y otras partes de su rostro indicando sorpresa, miedo e indignación.
- ¿Qué clase de tontería estás diciendo? No, no caeré en ninguna de tus tretas.
Crowley sonrió. Después de tanto tiempo y el ángel seguía siendo un pequeño inocente ante sus ojos, ¿era necesario obviar que nunca le haría ningún daño?
- En realidad es algo mucho más fácil de lo que crees, Aziraphale y no pondrá en peligro tu alma. Lo necesito para salir de este aprieto- suplicó Crowley, explicando su pequeño juicio de esa tarde.
- Pero si esto cae en las manos equivocadas...- el ángel externó preocupado.
- Confía en mi, ángel. Te lo prometo.
Aziraphale suspiró y después de varios minutos en silencio, aseguró las puertas, bajo las cortinas y apagó toda luz. Finalmente se quitó el abrigo marrón que siempre llevaba consigo, su chaleco y camisa.
- Hazlo- concedió.-
No había concluido el plazo que Belcebú le había otorgado a Crowley, cuando este se vio de vuelta en la humedad de las oficinas de la perdición.- ¿Y bien? - el señor de las moscas dijo con impaciencia.
- He tentado a un ángel y ahora lo tengo en mi poder.Belcebú le miró incrédulo.
- ¿Y que pruebas tienes?Crowley suspiró y orgulloso saco de su bolso aquello que había estado atesorando durante la última noche.
Había una leyenda en el infierno, sobre un demonio que además de cazador de almas, cazaba ángeles. A algunos los mataba, pero lo más valioso eran sus plumas, ya que si un demonio poseía alguna, podría controlar al ángel en el momento que quisiera.
Belcebú se paseó cerca de la mano de Crowley que orgullosamente sostenía una pluma blanca con algunos destellos en dorado, percatándose de que en efecto era legítima.
- Es real- declaró Belcebú.
El resto de los demonios lo rodearon como jauría hambrienta, intentando arrebatar su muy preciada pluma. Algunos otros estaban realmente sorprendidos: quitar una pluma a un ángel podria ser mortal para un demonio.- En recompensa por tu esfuerzo, Crowley puedes conservar la pluma, y volver a tu trabajo. - Belcebú dictaminó, aunque Crowley sabía que solo el cazador podía usar la pluma que había arrebatado de cualquier manera.
Volvió esa misma noche a contar a Aziraphale lo ocurrido y llevo sushi para agradecerle.
- Estaban muy impresionados - río Crowley y luego extendió la pequeña pluma, para devolverla a su dueño, pero Aziraphale la rechazó.
- Es tuya si la quieres, si necesitas impresionar a alguien de nuevo, solo cuídala bien.
- Gracias, ángel. La cuídaré bien. - esa noche, Crowley durmió sobre una almohada en cuyo centro estaba la pluma de un ángel, rodeada por plumas de avestruz, y a partir de esa noche, nunca más tuvo pesadillas.