El ambiente era diferente al cruzar la frontera del último pueblo hacia Tadfield.
El clima era también diferente, era soleado, llovía, el viento mecía las copas de los árboles, todo cuando debía serlo, parecía que el cambio climático había olvidado a Tadfield. Cómo Aziraphale había detectado: había amor.
Alguien amaba con todas sus fuerzas ese lugar.
Ese alguien, era Adam Young. El adversario, príncipe de las tinieblas, anticristo, quien contrario al propósito por el que había sido concebido, era una fuente inagotable de amor, en mucha parte porque era lo que había recibido en su hogar desde su nacimiento y en otra porque tenía un potencial alto de volverse gentil y bueno, contrario a lo que su padre biológico creía.
Adam había vivido hasta ahora once años en dicho pueblo y no había un sitio que no le agradara de él, incluso la iglesia a la que por alguna razón una parte de si le decía que no debía entrar, y no lo hacía. Quizás era la sensación de ardor en los ojos y dolor de cabezs cuya causa era desconocida para él que le causaba el simple hecho de poner un pie dentro del edificio, su mamá había dicho que era a causa de que el lugar era viejo y la falta de aire dentro le hacía sentir mal. Extrañamente después de dos visitas, la iglesia había sido cerrada, como si hubiera sido la única forma en que Adam no tendría que pisarla otra vez.
Y desde que iba en preescolar y había conocido a "The them", y era su líder, había decidido que Tadfield era el mejor lugar en el mundo, y que no quería que eso jamás cambiará, quería que Tadfield fuera así por siempre. Así que una noche, en que el señor Young, le había dicho que si creía en algo con la suficiente fe, podría volverse realidad: Adam deseó (en realidad solo lo pensó) que Tadfield debería ser el lugar donde todos quisieran vivir debido a su clima perfecto y a que el lugar pudiera prestarse a cualquiera de sus juegos, y así había sido.
Adam amaba tanto Tadfield, a sus amigos y a perro que cuando supo los verdaderos planes de su padre, no le quedó más que reusarse. Su padre Satán, no lo amaba, no había aparecido ni siquiera para decir hola, en once años, lo veía solo como su arma secreta de guerra, en el corazón de Satán, no había lugar para el amor. Adam no quería ese triste destino ni para él ni para aquellos que lo rodeaban y que en realidad lo amaban. Siguió el ejemplo de su progenitor rebelándose ante su creador, jamás debió de haberlo subestimado.
Adam no solo había impedido el Armageddon, también había salvado aquello que amaba, a Tadfield, sus padres, a perro y a sus amigos; había renunciado al poder vacio a cambio de amor.
- Quizás el plan inefable fue siempre acerca de probar que el amor puede hacer que lo malo se vuelva bueno- puntualizó Aziraphale mientras Crowley y él miraban desde una banca en Tadfield jugar a los niños. Adam seguía teniendo ese aire de poder que le hacía distinguirse entre los otros, pero nunca hizo menos a alguien, después de todo, era solo un niño.
- Quizás, quizás. - respondió Crowley como si no le diera importancia al asunto.
- Como en tu caso...
- No te atrevas...
- Solo iba a decir que tú solías ser malo y ahora...Crowley empujó el helado sobre la cara del ángel.
- Los niños están aquí y no me gustaría callarte de otra forma frente a ellos.
Aziraphale gusrdó silencio mientras lamía el helado, pero ambos sabían que tenía razón. Adam sentía amor y había cambiado el destino. Pero Crowley lo sentía de igual manera y había cambiado también.