Cuando Adan abrió los ojos sintió que algo era distinto. Toda su habitación estaba igual de desordenada que en un día cualquiera, su madre entraría en cualquier momento a despertarle para ir a la escuela, oh, no, no lo haría porque era sábado, o quizás era un día feriado, lo sabía, pero no podía recordarlo, además, el reloj marcaba dos minutos para las tres de la mañana, la luna se colaba entre las cortinas de su ventana, iluminando algunas franjas del piso y su cama. Sentía como si estuviera en un mundo onírico. Todo era igual pero se sentía distinto, el ambiente era frío, le provocaba terror. El reloj del pasillo, uno de los pocos con manecillas que permanecían en su casa, parecía marcar los segundos con más lentitud, cada paso de las manecillas retumbaba entre las paredes y hacia eco por todo el lugar, el silencio parecía ahogarlo. Las tres de la mañana dieron al fin, un escalofrío hizo retorcer su espina dorsal y que se le fuera el aire, se vio obligado a inclinarse hacia delante mientras aún yacía en su lecho para capturar un poco de oxígeno que le permitiera respirar. Se preguntaba por qué había despertado en primer lugar.
Tras intentarlo en numerosas ocasiones y fallar, al fin fue capaz de reincorporarse, con la espalda apoyada en su cabecera y a la vez en la pared, su mirada viajaba de un lado a otro de la habitación donde extrañamente perro no estaba, y tras mirar con mayor detenimiento descubrió con sorpresa que la ventana estaba abierta. Decidió que debía ir a buscarlo, perro no salía a mitad de la noche de esa manera. Dirigió su mirada a la puerta, ¿era su imaginación o una sombra lo observaba? Contuvo el aliento, tenía ganas de preguntar si en verdad había alguien ahí o era la impresión que le provocaba lo ocurrido. No debía tener miedo, eligió levantarse en lugar de hablar, en cuanto se acercó a la puerta la sombra se esfumó en la oscuridad.
Bajo de prisa. «Perro» murmuraba en su vagabundear, esperando que el canino le escuchase y apareciese de pronto, eliminando sus teorías.
Al abrir la puerta, llamó su atención que el camino estuviera lleno de gotas de un líquido, la oscuridad no le dejó ver el color de dicho líquido, pero Adam que era más inteligente que la mayoría de los chicos de su edad, llevaba consigo una pequeña linterna y pudo saber que era sangre, espesa, fresca. El rastro llegaba hasta el bosque, hasta un claro que recordaba de algún lugar. La cantidad de sangre aumentaba conforme lo hacía el rastro, hasta que llegaba a su fin. Una vez más, la penumbra impedía el reconocimiento a la sombra: más pequeña que él, mirada siniestra, hocico atemorizante. Y como víctima mortal una figura que conocía bien, aunque mostraba claros signos de tortura y su garganta había sido arrancada: perro.
- Perro- Adam sollozó y se lanzó a sus patas. Era su mejor amigo, jamás se habría imaginado su perdida y menos de dicha manera.El sabueso a su lado, le miraba con maldad, pero no hacía movimientos alguno, y solo profería los sonidos de una respiración agitada, le miraba con cierto respeto.
- ¿Por qué?- miró al sabueso asesino, era más una pregunta a algún ser superior que sabía no respondería.
- Te dije que tendrías un castigo por tu desobediencia- la sombra que había desaparecido al acercarse a la puerta hacia unos minutos, volvía a integrarse frente a él, refutando su primera idea.
- ¡Tú! ¿Qué has hecho?- el dedo lleno de sangre de Adam acusaba a su progenitor, mientras se ponía de pie.
- Yo, nada. Hubo una pelea, una pelea interna entre la parte noble de perro y la malvada, una debía irse. - el hombre se encogió de hombros.El niño pudo visualizarlo todo, era como si se hubiera separado su parte mala y hubiera matado a la buena, era cruel, muerto a tu propia mano.
- Y lo mismo, está pasando contigo, ¿no?
Adam no supo a que se refería, él seguía en una sola pieza. Pero sus pensamientos estaban teniendo una lucha interna entre el rencor, el odio y el no querer seguir ese camino.
Pero era cierto, el niño sentía la pelea dentro de sí tomar fuerza, Satán observaba con entretenimiento como su hijo se retorcía, y caía al suelo.Cuando Adam despertó, y miró con sus ojos negros a su padre, ya no era el mismo.