Nota: Lean esto mientras escuchan la canción, es mágica e inspiración de este capítulo. Esta canción merece más amor.
Siento que el viejo cuento aquel
no tenga el final que imaginé.El demonio estaba sentado en el parque de St. James donde había pasado incontables minutos a través de los siglos, planeando o simplemente charlando, intentado pasar inadvertido por el resto del mundo y cualquiera de los bandos junto a aquel que había estado con él, durante todo ese tiempo como su único amigo, incondicional aunque reacio a la idea. Insistía constantemente en que no deberían intercambiar palabra siquiera, su herencia impuesta era suficiente impedimento para ello. Y de alguna forma, el ángel no podía apartarse, no pudo hacerlo, porque sabía que en el fondo, aquel a su lado nunca mereció sufrir aquella caída que sabía le había causado tanto dolor.
La bruma que infestaba el parque, proveniente del lago, le brindaba un poco de paz, momentánea, ya que sería imposible recuperarla por completo alguna vez, lo ocultaba, le hacía pensar en que no existía en realidad, y que aquel banco de niebla era un refugio.
Siento no poder hoy escribir
esta triste canción y dártela a ti.En medio de la bruma, Crowley pensaba en las líneas que podría decir, una especie de discurso que pudiera expresar todo aquello que hacía que su corazón se encogiera y su respiración se entrecortara. Era imposible. No había nada que decir para devolver el color a esas mejillas, y aunque lo hubiera, creía imposible el tener el valor para encontrarse de nuevo con aquellas pupilas, dilatadas, sin vida. Y no sólo porque temía a la recriminación, sino porque s corazón no podría resistir ver esa imagen una vez más.
Siento haber sido tu diablo azul,
tu enemigo fiel ahora tabú.Él sabía que la posibilidad de ser descubiertos era mucho más alta de la que el ángel creía, siempre lo supo. Pero creía ciegamente que sus capacidades le permitirían defender a toda costa a aquel inocente ser que de nada tenía la culpa, que tanto se había resistido a caer por él. Y lo había logrado, pero algo más se había interpuesto en el camino.
Había provocado la destrucción del único ser que merecía algo de bondad por parte de Dios, y este, lo había abandonado injustamente.
Crowley había dejado de dirigirse a Dios después de caer porque ahora no era más su señor, y porque sentía que lo había dejado de lado cuando más le había necesitado, ahora lo hacía por segunda vez: le había llorado, suplicado, no por su propio destino sino por el de aquel que sabía no tenía culpabilidad, pero todo había sido en vano. Entonces maldijo su nombre otra vez como había hecho tantos siglos atrás que eran imposibles de recordar. ¿Por qué? Era la única frase con coherencia que su mente podía articular. No había explicación. ¿Estás realmente ahí? Pero nunca hubo respuesta.Gabriel jamás había dejado de seguirlos, parecía que estaba ocupado en sus propios asuntos, pero el arcángel no se había dado por vencido, no le gustaba que le vieran la cara, como había expresado. Y una fotografía había bastado. No necesito de más pruebas, no necesitó de un juicio, la sentencia fue dictada incluso antes de pedir explicación alguna al ángel, quien estaba desprevenido, leyendo como cualquier otra fría noche en su librería.
- La corte celestial demanda tu presencia, Aziraphale- el arcángel había aparecido súbitamente en medio de la oscuridad que era interrumpida por la débil llama danzante de una vela, a Aziraphale le gustaba el aroma desprendido al quemarse la cera, llenando el sitio de dulzura.
El demonio quien había escuchado del rumor en el infierno por el príncipe del mismo y había escapado a su prisión, intentaba correr con velocidad al haberse restringido sus poderes hasta dictaminar el tamaño de su daño a su propio bando. El sudor corría por su frente, su corazón latía con fuerza y se estrujaba, su respiración fallaba, el frío le calaba la garganta. Fue detenido en la puerta por los arcángeles, pero estaba lo suficientemente cerca para oír y ver cómo tras verde confundido, el arcángel arrastraba a las oficinas del paraíso a su ángel.
- Será mejor que no vuelvas a hablarle, tocarlo o siquiera mirarlo. Está prohibido. Por tu bien y por el de él. Tu bando vendrá por ti pronto. - exclamó el calvo, sonriendo.
Siento en mí ultrasonidos de
algo que olvidé viendo llover.Comenzó a llover sobre Londres, la bruma lo había predecido. Siempre hay algún signo que indica que la tormenta llegará, e incluso puede decirte la intensidad y la fuerza con la que la azotará, solo hace falta leer los signos, estar atento, ser inteligente. Crowley se arropó un poco contra sí mismo, pero no dejo el asiento, estaba absorto en otro mundo, uno donde parecía que la nubosidad de sus recuerdos se intensificaba, olvidaba el dolor. Estaba enloqueciendo.
No había podido predecir la tormenta, pero cuando las primeras gotas comenzaron a caer pudo ver la destrucción que traeria consigo. Belcebú había acudido por el llamado de Gabriel y Crowley había sido encarcelado en una de los lúgubres calabozos del infierno, mientras esperaba el día de su juicio final. La noticia se había expandido como pólvora.
La foto que Gabriel había capturado había sido de ese momento donde Crowley confesaba sus verdaderos sentimientos al ángel, era ese mismo lugar donde ahora reposaba, en ese día donde las hojas volaban y su corazón necesitaba calidez, y aquello que era el sentimiento más puro que humano o bestia pudiera sentir, fue manipulado y convertido en la excusa perfecta. Ni siquiera había sido un beso, pero fue la razón por la que Aziraphale fue condenado a caer. Era imperdonable amar a un demonio. Aunque, Aziraphale había corrido lejos de Crowley esa tarde, no porque no correspondiera sino porque tenía miedo. Y su miedo se había hecho realidad.
- Tus cargos serán removidos- anunció el señor de las moscas mofándose de la deteriorada salud emocional del demonio- no cualquiera le causa una caída a un ángel. Mis más sinceras congratulaciones. Puedes irte.
Y ahí estás la costumbre te ha hecho así. No fui capaz, en mi mismo yo me perdí.
La primera cosa que hizo tras dejar aquellos calabozos fue buscar al ángel. Ahora demonio. Le costó trabajo pero finalmente lo encontró: apenas había llegado al infierno y una misión en la tierra le había sido asignada también.
Cabello negro, tez pálida, expresión destruida por el dolor, ojos sin vida, recuerdos drenados. Odio.
- ¡Ángel!- Crowley se lamentó, algunas lágrimas rodaron por sus mejillas cuando el otro le vio con indiferencia como si nunca le hubiese visto antes.
- No me llames así- su expresión indicaba los peores sentimientos que alguien podría tener, el nuevo demonio le aborrecía tanto sin una razón clara, quería matarlo pero un impulso desconocido, quizás un recuerdo distante de otra vida, se lo impidió, y se marchó, lo más lejos que pudo, porque el insoportable dolor que sentía desde las últimas horas, se había hecho extrañamente más fuerte ante la aparición de ese desconocido rostro. Se perdió en las sombras de un lugar perdido, donde el demonio serpiente, nunca le encontraría, pero escucharía de sus maldades, sería el más sanguinario y despiadado de toda la corte demoníaca.
Crowley sintió el agua de lluvia y miró al cielo. Suspiró. Tomó el termo de agua y lo lanzó sobre si mismo.
El polvo se esparció por la ciudad y algunas partículas llegaron a aquellos desconocidos lares donde el ángel caído Aziraphale consiguió que su dolor fuera menos agonizante, eventualmente sabría todo lo que había pasado.