Aziraphale había pasado apenas una horas con cuerpo de persona cuando había descubierto que el aroma que llegaba a sus fosas nasales correspondía a un alimento, y su estómago al que aún no terminaba de acostumbrarse, le había suplicado que diera un mordisco a la fuente de tan intenso olor. Como era el principio de los tiempos, el plato no era muy elaborado, en realidad solo era un poco de pan, pero para Aziraphale, eso había sido lo mejor que había podido imaginarse. Y desde dicho momento, el ángel había decidido que comer era la mejor parte de ser humano y que no desaprovecharía cada oportunidad que tuviera para probar algo nuevo.
Y así había sido por seis mil años. Aziraphale era un amante de la comida y ni siquiera las llamadas de atención de Gabriel habían logrado que abandonara tan suculentos manjares. Seis mil años le habían dado la oportunidad de viajar por todo el mundo y probar los distintos platillo de cada uno de los países existentes, acudir a los restaurantes más prestigiados de cada ciudad, conseguir recetas para recrear algunos platillos en casa, a pesar de que siempre prefería consumir alimentos preparados por expertos, a veces era bueno que su librería se llenara por el aroma de especias mezcladas, especialmente en los días de frío. El otoño en la librería polvorosa y mal iluminada donde se escuchaba el rugir del piso de madera al caminar sobre él, se caracterizaría por los aromas a cosas dulces y de comidas deliciosas, donde la mayoría de las veces, Aziraphale se sentaría en la soledad frente a su plato de comida y una copa de vino para la cena, para tras finalizar continuar con el postre que también habría preparado con los ingredientes que la temporada le ofrecía y una gran taza de chocolate caliente, y reelería alguno de sus viejos libros a un lado de la madera crujiente que sacaba pequeñas chispas a causa de las llamas, en la chimenea con tal de mantener el calor o leería a algún nuevo autor que llamaría su atención al pasearse por librerías.
Pero su parte favorita era cuando su amigo Crowley se aparecía sin avisar con algo de comida, y saber que el demonio lo hacía por él, ya que no era un gran apasionado por la comida, prefería dormir, como él mismo le había dicho, hacia que lamcomkda tuviera un sabor más agradable.
Ese día de octubre, el aire estaba más helado que de costumbre: imparalizaba los músculos e imposibilitaba el movimiento, las extremidades no respondian, y la visita de Crowley se había extendido más horas de lo planeado debido a la insistencia del ángel de que salir en tales condiciones no era una buena idea.
- Pe-pero ángel- Crowley titubeaba a causa del temblor que le recorría el cuerpo con insistencia, ni siquiera la chimenea brindaba el calor necesario, considerando que era un demonio, era aún más susceptible al frío.
- Prepararé la cena, la comida nos hará entrar en calor- Aziraphale no lo dejaría ir en tal manera y ni siquiera un milagro lograría hacer que el frío fuera más soportable esa noche.
- ¡No!, déjame hacerlo esta vez- Crowley rogó.
Aziraphale se mostró sorprendido ante dicha proposición pero se lo concedió, después de todo era nuevo eso de que Crowley quisiera cocinar y ser el primero en presenciarlo sería definitivamente toda una experiencia.
Crowley se dirigió a la cocina tras haber sido permitido por Aziraphale. Urgó entre los muebles y despensa y se propusó a preparar lo único que sabía hacer: pasta con un postre de manzana.
Cuando tenía ambos platos servidos y un trozo de tarta para cada uno, vertió el polvo que había sido su intención en todo ese tiempo. Al fin el ángel caería. Quizás, habría algo de calor esa noche, después de todo.
- Wow, Crowley. Esto te quedó delicioso- exclamó Aziraphale mientras estaba a un mordisco de terminar su postre.
Crowley había estado impaciente durante toda la cena, no parecía haber ningún efecto en el ángel, lo cual lo estaba matando de ansiedad.
- Dame aquí- Crowley le arrebató el último mordisco de la tarta. Y lo metió a su boca, comiendolo todo.
Aziraphale iba a protestar pero Crowley cayó al suelo, y se arrastró hasta los pies del ángel, dando pequeños jalones a la tela de sus pantalones.
- ¡Crowley!- Aziraphale se agachó asustado- ¿qué te pasa? ¿está bien?
Aziraphale preguntaba cosas obvias, Crowley visiblemente, no estaba bien.
- La comida... No mezclé bien la masa.
Se compraba extraño, sonreía distinto, el ángel sintió miedo cuando Crowley se levantó y acortó la distancia entre ambos, y más aún cuando hizo que el ángel se quitará el saco. Crowley estaba yendo demasiado rápido.
- Crowley...
- Silencio, angelito. Vamos a quitarnos el frío.Crowley estaba encimandose a Aziraphale y este instintivamente daba pasitos hacia atrás, hasta llegar a la habitación, donde en un intento por hacer su siguiente movimiento, Crowley cayó sobre la cama del ángel, y en el instante que su cabeza tocó la cama, cayó dormido como un bebé, y Aziraphale se aseguró de que no despertara en varios días. Aziraphale había reflexionado sobre su gula y amor excesivo por la comida, ni era la primera vez que se ponía en peligro por esos pequeños placeres, algo era seguro: no volvería a probar comida preparada por Crowley.