En él no había esperanza ni luz. Era el final de todo, él mismo estaba vacío, su imagen era solo una sombra que atemorizaba a todos los seres con vida sobre la tierra, no tenía rostro y sería mejor que no le vieras a las cavidades donde debían estar sus ojos. A pesar de ser algo natural, era temido y aborrecido.
Algunos hasta se burlaban de él, cosa que le parecía simpática y no lo tomaba a mal, le agradaba en realidad esa parte del mundo, dos días al año, las calles, casas y sobretodo cementerios, se llenaban de luces de velas, música tradicional, comida, colores, nostalgia y a la vez júbilo, le agradaba pensar que todo aquello era en su honor, incluso inventaban poemas con rimas graciosas e incluso lo representaban como un ser colorido que no tenía porque significar olvido. Dicha celebración le daba un poco idea de esas emociones que los humanos tenían y a él le habían sido negadas, y le hacía sentir que su presencia tenía un significado más profundo que solo destrucción, marcaba el fin a una historia que había sido, la mayor parte de las veces, vivida al máximo, sin desperdicios, llena de emociones agridulces, risas y llanto, todo eso tenía un precio a pagar, y ese era él.
A pesar de que él era el final, y nada podría destruirlo nunca, e irónicamente viviría para ver perecer a todos, Muerte pensaba que estaría dispuesto a pagar el precio si se le hubiera dado el regalo que a todo el ser humano: ser capaz de amar.
El nunca sintió esa emoción porque así era más fácil, su trabajo sería de suma complicación si se detuviera a pensar a quien llevaba consigo o bajo que condiciones, debía ser imparcial.Pero ahí, en la base aérea a abandonada ante el que se suponía era aquel que acabaría con todo de una vez por todas, y al que serviría en su lucha, supo que el amor valía la pena cualquier precio, si el niño había renunciado a todo con tal de tenerlo y si el ángel y demonio ahí también presentes habían arriesgado todo lo que tenían, incluyendo sus vidas eternas, debía valer la pena. Se preguntó qué pasaría con el otro si él tomara a uno de ellos, ¿se arrepentiría de todo aquello? Sería un experimento que comprobaría pronto, tan pronto como se rindieran y el bando de cada uno les juzgará por sus crímenes de seis mil años, complicidad, actuación en intereses personales y en ayuda a los humanos, evitando el gran plan en el que cielo e infierno estuvieron esforzándose por tantos años, sería gratificante ver sus expresiones, el dolor en las facciones del rostro de un ángel que ha perdido aquello que ha amado.
El tiempo seguía su curso y ellos no se rendían, y descubrió que no le temían ni en lo más mínimo. Era lógico deducir de sus acciones que a pesar de que su destino fuera trágico, no habría arrepentimiento. Habría dolor, como en todos los casos, pero no del dolor en que hay culpa, sino el dolor de perder lo que se ama. No era una victoria muy gratificante, y se alegraba que no fuera ahora el tiempo de esos seres a quienes muy en el fondo admiraba.
Se retiró de ahí y tomó un descanso, cosas como esa le hacían querer renunciar porque en el mundo había cosas que no debían terminar. Un poco de esperanza nacía de si.