Solo habían pasado unos minutos desde que la oscuridad se había apoderado de su cuerpo y poco a poco había desmembrado las partículas que componían su alma para transformarla en otra muy diferente. Sentía que su cuerpo completo pesaba toneladas, apenas y podía moverse, su pecho dolía cada que tomaba una bocanada de aire para respirar porque era como si la vida misma pusiera todos los impedimentos posibles para evitar su continua existencia. No recordaba mucho más que el dolor que le había llevado a convertirse en una nueva forma, no era etéreo, solo oculto, una fuerza oculta en el mundo, y que antes de ser lo que era ahora, había tenido una existencia más agradable para todos que la que tendría a partir de ahora.
No se le había dicho mucho acerca de lo que tenía que hacer a partir de ese momento pero era de su conocimiento el vagar a las tres de la madrugada todas las noches en busca de almas para alimentar a la bestia, que ahora era su señor, ya que un demonio sirve a esta.El primer mes, sus cuentas salían desfavorables, ni un alma capturada no de inocentes ni de culpables, así que fue reprendido. Uno de los demonios más fuertes le había propiciado una golpiza que jamás olvidaría, y amenazas por cosas peores si seguía sin cubrir la cuota. Pensó en qué cosas tan terribles podrían hacerle después de haberle hecho todo aquello.
Una noche en que recorría una calle de Londres, un recinto llamó su atención, era como si lo conociera de una vida anterior. Decidió entrar con cautela (por si el lugar estaba bendecido, por su había alguien con agua bendita, o solo por si había alguien a quien tuviera que arrebatarle el alma para llevarla al infierno).
Era una vieja librería, había libros de toda clase, y un aroma a comida que hizo que su estómago exclamara su necesidad de alimento, el cual le había sido negado desde hacía un par de semanas, la culpa no le dejaba vivir. Recorrió todo el lugar porque cada rincón parecía describirle al propietario de dicho sitio: alguien dulce, alegre, bueno y quizás, amado.
Estaba entretenido con aquella historia que se había creado en su mente: un angel bondadoso amante de los libros.
Seguía divagando hasta que encontró algo que le hizo recordar todo de golpe: sobre la mesa de a un lado de la cama del individuo que ahí vivía había una fotografía en un marco: un ente de cabello rojo y ropas negras y el mismo con otro atuendo, blanco y puro. Le costó trabajo reconocerse pero cuando lo hizo, supo todo. Había sido una trampa, un engaño en el que había caído y había sido condenado a su causa, todo había sido mentira.- Hey ángel, ¿qué es lo peor que has pensado de dios?
El ángel había intentado desistir de hablar pero era su amigo, ¿qué de malo podría tener? Además no era la gran cosa, solo que a veces sus medidas le parecían muy radicales.
El nombre del traidor: Crowley. Hacia llamarse su mejor amigo, pero en realidad todo ese tiempo, lo único que estaba buscando era arrastrarlo consigo. Y lo había logrado porque su bondad lo había cegado. Crowley se había encargado de que Gabriel escuchara dicha mención y había caído.
El demonio Aziraphale se sentó en la que solía ser su cama y lloró sin consuelo. Pero tomó una decisión: mataría al demonio serpiente y luego se mataría también, no estaba dispuesto a soportar el dolor de un demonio solo por haberse juntado con la persona equivocada.