Los angeles tienen alas, los demonios también. Las de los ángeles son blancas y las de los demonios son negras debido al fuego por el que habían caído y porque de esa manera andar por las noches sin ser vistos era mucho más sencillo.
Y aunque los seres de ambos bandos tienen alas, estas tienen significados muy distintos.
Las alas de los ángeles fueron creadas por dios no para que volarán de aquí por allá cómo aviones, eso les tomaría horas, y si hubiera una emergencia en una noche de tormenta, las alas resultarían inútiles para el vuelo, ya que los impermeables para alas, son poco eficaces. En cambio, dios las había puesto en las espalda para representar protección. Dios es un amante de las metáforas y silogismos, pero nunca lo admitiría, aunque es obvia su fascinación al mirar alrededor y encontrar las pequeñas muestras de su humor, y la poesía con la que creó el universo.
Y fue por eso que en la primera tormenta en el Edén, la que amenazaba con ser destructora, el ángel Aziraphale no había dudado y había colocado una de sus alas a manera de refugio sobre alguien que quizás no debía proteger, su enemigo por herencia: un demonio. Pero en ocasiones, Aziraphale no podía dejar de ser lo que era, un ángel.
A pesar de que Crowley tenía alas, estás no estaban precisamente hechas para proteger a alguien, a menos de que quisiera un buen dolor en la espalda, por eso se había dejado y arrepegado a Aziraphale esa noche, sus alas solo estaban ahí como adorno, para demostrar la autoridad del señor de las tinieblas.
- Son muy suaves- comentó el demonio, admirando el gran ala que le cubría de la tempestad- y tibias
Aziraphale sonrió orgulloso. Cuidaba mucho de sus alas, eran muy importantes para él.
- Sí, tengo unos tips, si alguna vez quieres usarlos.
Crowley sonrió, sus alas no tenían remedio, el ángel debería saberlo.
- Por supuesto- asintió el demonio, siendo más cortés de lo que le hubiera gustado.
La tormenta había durado más de lo previsto y ya estaba anocheciendo, en el horizonte, la luna comenzaba a brillar entre las nubes que se movían a rápida velocidad. No había a dónde ir, y ocultarse bajo un árbol parecía peligroso debido a los rayos que habían incendiado ya a algunos.
Crowley comenzaba a incomodarse debido a que Aziraphale llevaba horas cubriéndole como a un polluelo, y él no podía hacer lo mismo por él, porque seguramente el agua de la lluvia se filtraría por sus alas a través de los pequeños huecos que el fuego había causado en ellas.
- Aziraphale- comenzó el demonio, apenado- creo que he abusado de tu bondad. Un poco de agua sobre mí no hará ningún daño.
Pero el ángel no respondió.
- ¿Aziraphale?- insistió el llamado Crawley en aquel entonces.
Pero el angel no respondió. Crowley lo miró al rostro y decidió que se había quedado dormido. Pensó que era buena idea el salir de ahí, y justo cuando comenzaba a hacerlo, las alas de Aziraphale lo atraparon y arroparon, dejándolo sin salida. El demonio se asustó e intento escapar, pero era como si las alas tuvieran vida y personalidad propia, y lo envolvieron, muy cerca de Aziraphale, sus luchas habían sido en vano en el momento en que el calor desprendido de ambas alas y la suavidad de las mismas, le hicieron caer dormido, a un lado de Aziraphale.
A la mañana siguiente, cuando la tormenta había pasado, Aziraphale despertó muy confundido acerca de la situación en que ambos habían caído dormidos y se disculpó con el demonio habiendo escuchado su relato. Se despidieron mientras Crowley miraba con sospecha al par de alas que le habían atrapado la noche anterior.
- ¿Alas con vida propia?- el demonio dijo para sí y rio, siguiendo su camino.
Dios que había observado también rió. Las alas no tenían vida propia, pero podrían actuar siendo un reflejo de las emociones de su poseedor. O el reflejo de un deseo de alguien externo que quería ver a un par de enemigos dormir juntos.