Hay muchos pecados en el mundo que están siempre dispuestos a influenciar el comportamiento humano y sirven de guías para que el señor de las tinieblas tenga nuevas almas de las que alimentarse. Depende del tipo de pecado que se cometa, el castigo y juicio será. Por ejemplo un asesinato no tendría el mismo fatídico destino que el de la pereza (a excepción de que éste haya conducido a uno más grave) o el de la lujuria o la gula.
Se suponía que los ángeles no eran capaces de cometer pecados porque su naturaleza se los impedía, y por ello cuando alguno de ellos ponía el esmero de cometer una falta (y era detectada por algún superior) éste recibía un castigo ejemplar, que regularmente concluía con una caída.
Gabriel tenía un expediente por cada uno de los miembros de la corte, donde registraba las faltas que cada uno de ellos cometía y guardaba la evidencia que lograba recolectar, en caso de que Metatrón las requiriera en caso de llegar a juicio.Gabriel no era muy aficionado de espiar a los demás a excepcion de aquellos a los que representaban una amenaza potencial para los planes divinos.
Últimamente, uno de los que más llamaba la atención de su lista de posibles traidores era aquel que había sido envíado a la tierra hacía seis mil años. Su comportamiento era extraño. Decidió que seguiría todos sus movimientos hasta que encontrará evidencia suficiente: lo haría caer.
Su bitácora había comenzado un 22 de octubre. Era un día, como cualquier otro de la temporada, había mucho viento y el frío se filtraba entre las ropas y la piel del cuerpo humano hasta calar los huesos de cualquiera. Había seguido hasta ahora, doce horas a Aziraphale, quien parecía actuar normal, con acciones que lo hacían camuflajearse y confundirse con un humano: Había despertado, tomado un baño, desayunado una cantidad de comida que Gabriel catalogó como gula, aunque eso no le haría llegar al infierno, se había vestido, había abierto la librería y se la había pasado atendiendo a los clientes dispersos y ordenando sus libreros, así como limpiando los libros de las cubiertas y lomos, parecía cansado, pero la sonrisa nunca desapareció de su rostro. Había música de fondo, ¡ah! Está escuchando a Mozart, uno de los caídos, había pensado el arcángel y también había tomado nota. Eran poco más de las seis de la tarde y la noche comenzaba a caer, el frío había arreciado y Gabriel comenzaba a añorar su cómoda oficina en el cielo, pero no podía abortar su misión, justo ahora que el angel parecía ponerse de acuerdo con alguien al otro lado del teléfono.
Hasta ahora, la lista de pecados de Aziraphale consistía en: gula, alianzas con el enemigo y Gabriel estaba ansioso por comprobar el último punto.
Crowley, el demonio había llegado apenas media hora después de que Aziraphale colgara el teléfono, se habia acomodado el cabello y frotado las manos antes de llegar a la puerta. Aziraphale se había apresurado a abrir la puerta, estaba nervioso.
El arcángel se había tenido que esconder a velocidad en el edificio contiguo mientras Aziraphale cerraba las cortinas en tonos oscuros de la librería. Las cortinas estaban hechas de telas tan gruesas que Gabriel ni siquiera podía ver las siluetas, y los sonidos de la calle, le impedían oír las calamidades de las qué seguramente hablaban... O seguramente hacian.
Gabriel estaba intrigado y con astucia había logrado que una de las ventanas del cuarto de Aziraphale se abriera, entro por una de ellas y pegó la oreja en la puerta, ¡haría que los pecadores se arrepintieran!
- ¿Entonces, ángel? - seguro era la voz del demonio hablando.
- No estoy seguro, Crowley.El arcángel frotaba ahora sus manos en medio del silencio y de la oscuridad. Buscó su cámara en los bolsillos de su chaqueta y abrió un poco más la hendidura de la puerta, intentando que la madera no rechinara.
- Gabriel, Gabriel- una voz conocida por el arcángel resonó en la habitación. - ¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás haciendo tú trabajo?
- Pero lo estoy haciendo, mi señor. - intento defenderse- descubriré a los traidores, mi señor.
- Aziraphale no es ningún traidor.
- Tengo pruebas
- Pero es mi ángel y lo conozco, regresa a tu lugar, y deja de intrigar a ese pobre angel, es una orden Gabriel.
- ¿Y la conspiración con el enemigo?
- Aziraphale tiene sus razones, además de que Crowley tampoco es un enemigo de importancia. Ahora ve a hacer lo que te digo, o consideraré esto como una falta de obediencia, y el caído podrías ser tú. Yo lo veo todo y lo sé todo.Gabriel contuvo su frustración y se desvaneció de dicho lugar.
Cuando Aziraphale y Crowley habitan terminado de hablar y de comer sus postres, ambos fueron a la habitación contigua, y Gabriel nunca sabría lo que había pasado ahí. Y si la lujuria sería el último de los pecados en la lista del ángel.