Al principio no había nada más que un rayo de luz cegador que ofuscaba el resto de la nada.
Las cosas comenzaron a aparecer poco a poco con ayuda de algunos ángeles y por la misma mano de Dios. Hasta que estuvo ahí el Edén, plantas y árboles de todas las especies, flores y mucha agua limpia. Un hogar en donde todos estaban protegidos de la adversidad que rodeaba a ese pequeño oasis en medio de la peligrosa y desconocida Tierra. Ese jardín era como el vientre de una madre en el que Dios cuidaría a sus criaturas hasta que estuvieran listas.
Todos lo habían entendido mal. Todos los ángeles y demonios creían que el asunto y castigo por comer una manzana había sido melodramático, y que la única razón que el todopoderoso tenía era demostrar su máxima autoridad sobre todas las cosas y evitar que el asunto de ángeles caídos al inicio del mes se repitiera. Pero no era así.
Dios tenía un plan inefable. Y todo empezaba en aquel jardín, dejaría a sus primeros hijos hasta que estuvieran listos para salir de la comodidad y enfrentar al mundo. Decir que Dios se había molestado porque tuvieron curiosidad o desobedeciendo algo como eso era patético. La curiosidad humana era una de sus cualidades preferidas, y también de las más temidas, pero por ello mismo, les había dado libertad de albedrío, su juicio vendría después de sus acciones.
En medio del jardín estaba el manzano con frutos grandes y brillantes en color escarlata y el olor que desprendían era hipnotizante, hacia que sus estómagos quisieran consumirlo y un cuarto de onza de saliva se formara en su boca.
La serpiente solo tuvo que convencer a Eva, lo que sería un efecto en cadena, ya que Adán estaría cayendo casi al segundo en la tentación, y todo estaría hecho, eso tomó solo un par de segundos. Eva mordió la manzana y sus ojos se abrieron, la puerta al conocimiento que había estado oculta a simple vista, imperceptible a los ojos de la ignorancia con que estaban cubiertos, la cual desapareció cuando vieron sus cuerpos desnudos, y entonces tuvieron que recurrir por última vez a las comodidades del jardín para cubrirse. Era momento de que descubrieran el mundo que Dios había creado y aprendieran a vivir en él, a adaptarse y buscar sobrevivir por sus propios medios, porque eso es lo que todo padre quiere, que sus hijos disfruten de la vida, dejándolos ser, aprendiendo a cuidarse.El ángel de la puerta oeste miró con preocupación excesiva a los seres que se marchaban, se sentía impotente y antes de que se fueran para siempre de ese paraíso, les obsequio todo lo que tenía en el mundo, a pesar de que eso podría causarle furor a Dios.
Unos días después de que Dios preguntó a Aziraphale por la espada que había regalado, el hermoso jardín del Edén desapareció. Y Aziraphale quien se sentía culpable y desobediente fue enviado a un jardín más grande: la tierra, donde sin saberlo, seguiría cumpliendo su misión de ser el angel guardián de los humanos que lo necesitasen.