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— ¿Te sientes mejor?— preguntó Caleb al lado de Amy, mientras le pasaba un vaso con agua.

— Tus, tus ojos se ven bien.— recordó cuando los vio rojizos en el bosque la noche anterior.

— Sí, creo que sufrí alguna alergia.— bajó el vaso con agua y lo miró dudosa, pero luego su cabeza comenzó a doler de nuevo.

— No entiendo qué me está pasando.

— ¿Qué es lo que te sucede?

— Empiezo a tener muchas imágenes mentales que desconocía. Voces que jamás había escuchado y más nombres. Personas, lugares, cosas.

— La señora Claire dice que puede ir a verla.— habló alguien a la puerta y Caleb asintió.

— Quiere verte y hablar contigo.— se puso de pie y le extendió la mano, la cual aceptó. El establecimiento era muy espacioso, lo cual le recordó a la zona verde del laberinto y a muchos otros lugares que venían a su cabeza. Bajaron una escalera en espiral y llegaron a una habitación igualmente espaciosa, donde había una mesa larga llena de comida y postres bastante admirables; creía que estas comidas ya no existían.

— Puedes sentarte aquí.— Caleb arrastró la silla al lado de la cabezera, esperó a que Amy tomase asiento y la acercó a la mesa. Luego él se sentó del otro lado.

— Espero que te agrade.— escuchó a la mujer en la entrada, quien sonrió y se quitó su abrigo. Tomó asiento en la cabezera, junto a los dos muchachos, y siguió sonriendo. Amy no podía dejar de verla, pero se sentía asustada, tanto que no podía hablarle— puedes servirte fresas antes de la comida.— invitó.

— Soy, soy alérgica a las fresas...— susurró algo confundida, pues aún no entendía de dónde sacaban esa información, pero al mismo tiempo estaba segura que era verdad.

— Bueno, en ese caso puedes tomar algunas de esas manzanas.— la chica obedeció algo tímida, pero al estar a su lado se sentía segura; algo difícil de explicar. También miró como Caleb tomaba lo que quería con extrema confianza, lo que la llenó de muchas preguntas. En un minuto terminó su manzana, dejando el corazón dentro del plato, luego se quedó ahí callada.

— Creo que sigues haciendo lo mismo.— dijo la mujer con media sonrisa.

— ¿Lo mismo?— la volteó a ver.

— Quiero confesarte algo, y espero que lo entiendas.

— ¿Que eres mi madre?— no se atrevió a mirarla, pero escuchó como rápidamente la mujer arrastraba su silla y se le acercaba, a lo que Amy también se puso de pie y la abrazó como nunca antes lo había hecho.

— Estás de mi tamaño.— tomó su rostro.

— Sí...

— Y eres muy hermosa.— una lágrima salió de la chica y volvió va rodearla con sus brazos. Caleb por su parte solo sonreía por lo bajo— Creí que jamás volvería a abrazarte.

— Y yo que jamás volvería a recordarte.— se separaron, haciendo oír sus respiros mocosos.

— Debes tener hambre, cielo.— señaló a la mesa y empezaron a comer nuevamente. Se sentía muy feliz y segura, tanto que nisiquiera recordaba cómo podía saber algunas cosas que antes desconocía y en dónde estarían sus amigos. Reían y jugaban con la comida de vez en cuando, haciendo un lugar más acogedor.

Su madre era la misma, a como la recordaba, pues había envejecido un poco a comparación con la foto que traía. Su sonrisa le transmitía la calidez que anhelaba siempre, suponiendo que ese vínculo existía desde que la traía dentro de ella, antes de venir a este mundo. Tenía tanto por contarle, preguntarle, hablarle, confesarle, todo lo que había pasado y escucharla si es posible todo el día y noche.

— Iré por otra jarra.— Caleb tomó la jarra vacía de la mesa y se fue por un pasillo algo estrecho. Amy se acomodó y dejó el cubierto sobre el plato también vacío.

— Lila, tú nombre es Lila. Es el que yo te di, ¿lo recuerdas?— la chica fue borrando su sonrisa lentamente mientras trataba de poner en orden el bombardeo de pensamientos que llegaron nuevamente.

— Se me hace tan familiar, pero me cuesta irlo asimilando.— confesó.

— Bueno, deberé darte algún tiempo hasta que tus recuerdos vayan tomando orden dentro de tu mente.

— ¿Eso fue lo que me pasó?— preguntó con algo de nerviosismo.

— Sí...— hizo una débil risa y bajó la mirada.

— Es que aún no lo puedo creer— se acercó arrastrando su silla— es tanto que no me asombra empezar a recordar de nuevo, lo único que me emociona es que estás aquí, frente a mí.— la mujer tomó sus manos.

— Todo este tiempo te estuve buscando, a ti y a tu hermano.— sintió como si alguien le hubiese proporcionado una cachetada mental cuando su madre pronunció lo último. Su rostro cambió en segundos.

— Thomas...

— ¿Qué dijiste?

— Thomas, lo había olvidado.— se puso de pie y salió de aquel salón. La mujer quedó confundida y salió tras ella también.

Has No Ending » Maze Runner ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora