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Viernes, septiembre 23.

Ya había llegado el final de la semana.

Para algunos era lo máximo, para él una tortura.

¿Quién necesitaba el fin de semana? Él no, en definitiva no lo necesitaba.

No si podía pasarse todo el día viendo a Donghyuck desde su mesa. El chico conversaba alegremente con sus amigos alrededor y su sonrisa iluminaba el lugar, al menos Mark lo sentía así.

A diferencia de lo que muchos creerían, Donghyuck no era un chico popular, ni mucho menos adinerado. Era un joven de estatura promedio, cabello azabache y granitos en su rostro; nada fuera de lo común en un típico adolescente.

Entonces ¿por qué tanta obsesión con el chico en cuestión? Eso podía tener dos respuestas. La larga y la muy corta.

En primer lugar, se podría remontar a esa primera vez hace dos años cuando Donghyuck fue a su casa a darle tutorías a su medio hermano, la manera en que le explicaba matemáticas había encendido en él una llama un tanto peculiar. Porque joder, nunca pensó que un estudiante enseñando la materia capaz más aburrida de todas fuera tan increíblemente hermoso.

La forma en que con rapidez sacaba los cálculos, hizo a su corazón palpitar. Era un sueño hecho realidad.

Desde entonces ocasionalmente lo veía entre clases, y lo que empezó como una simple curiosidad, terminó en un severo enamoramiento.

La versión corta sería más fácil y menos táctica de explicar.

Tuvo un fetiche con un chico en uniforme.

Sí... la primera era una mejor versión y también, la más adorable.

Donghyuck's Stalker «MarkHyuck»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora