tres

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Daishinkan tenia bien guardadas sus emociones,pero ahí estaban y las vivía a su manera ¿qué maneras tendría esa mujer para vivir las suyas? Los mortales son intensos y poco mesurados. A veces, se entregan al pánico y las posiciones perdiendo toda racionalidad.

Daishinkan se apartó de la cama y fue a ver a las pinturas. Una mostraba un hermoso paisaje del océano,otra un retrato de una pareja de ancianos y otra de un ángel que estaba parado sobre una veleta. Esa le llamó la atención,pues el ángel no tenían rostro. Siempre le pareció divertido que los humanos les dibujaran alas y envueltos en, túnicas blancas o pañuelos que llamaban "mantos de plumas". La muchacha pintaba bastante bien,tal vez se dedicaba a eso. Camino por la habitación sin hacer ruido hasta que en una esquina descubrió una escotilla que levantó por curiosidad, descubriendo una escalera que lo llevo a la tienda que Sayen le mencionó. Pilas y estantes llenos de libros que fueron un buen pasatiempo para él, hasta la mañana.

Cuando Sayen despertó pensó que Dai,se había ido al no verlo. Se sonrió y despertó a su hija a besos y cosquillas. El ruido en la cocina le dijo al Gran Sacerdote, que su anfitriona estaba despierta,pero debía terminar de organizar ese lugar,después de todo ese era el trabajo que se le había asignado. Leyó varios libros durante la noche,uno que tenía poemas cuyas palabras adornadas, le resultaron demasiado enredadas para contener un simple mensaje:  "estoy triste".Leyó otro que hablaba de un conflicto bélico, pero el autor no era nada ecuánime;no le gusto y uno que contaba la historia de una chica solitaria que vivía en un ático, no le gustó tampoco. Entre tanto libro viejo,encontró uno pequeño forrado en cuero y escrito a mano que parecía el diario de un hombre y ese le llamó la atención por el primer párrafo:

"No se como debería hablarle. Talvez debería esperar a que ella lo haga. La verdad esto de tener que interactuar con una mujer que no conozco y que es de otra clase social me resulta una pérdida de tiempo. Ella es ilustrada,una mujer común ¡vulgar! (en el buen sentido de la palabra),pero mi padre y sus ideas extrañas y yo que me dejó llevar por sus ocurrencias...
Bueno supongo que podría decir "hola ¿que tal?" Para empezar ¿no?,luego no sé...preguntarle algo...que sé yo..."

Sayen bajaba a la tienda y al encender la luz se encontró con él sentado en el piso rodeado de algunos libros,pero todos los demas estaban en perfecto orden.

-buen día señorita Sayen,me he tomado la libertad de organizar este lugar. Puse los libros en orden alfabético-le dijo mientras se ponia de pie-estos que están aquí no tienen título en las portadas ni contra portadas,asi que pensé en hacerlo por color.

La muchacha se le quedó viendo algo desconcertada.

-¿ordenaste la tienda tú solo?-le pregunto mientras levantaba a su hija en brazos.

-si,asi es-respondío.

-buen trabajo.Ven,te haré algo de comer. Aún es muy temprano para que abramos la tienda-le dijo y subió la escalera con Daishinkan detrás

Sayen puso a la niña en el sofá y le encendió el televisor para que viera caricaturas mientras ella, improvisaba un desayuno. No tenía hambre,pero no iba a rechazar probar la comida humana. Sayen le preguntó si le gustaba el café y el Gran Sacerdote respondío "si", pero no muy seguro de eso (no sabía que era café) la muchacha estaba absorta en lo que hacía cuando Daishinkan vio a la pequeña Rayen ir directo a las pinturas. Penso en decirle a la joven,pero la niña tomo unos pinceles y un cuaderno para ir a la mesa.

-mami quiero pintar-le dijo esforzándose por sentarse sola en la silla.

-ahora no Rayen,estoy ocupada-le respondío la muchacha.

-pero quiero pintar-reitero la niña haciendo un puchero.

-puedo enseñarte algo divertido que hacer con el papel y que no necesita pintura-le dijo el gran sacerdote y tomo el cuaderno.

Arranco una hoja de papel y comenzó a doblarla con paciencia y cuidado. En un minuto armó una grulla de papel y se la dio a la niña.

-¡un pájaro! ¡un pájaro! Mira mami,tu amigo hizo un pájaro-le dijo dijo tirándole del vestido.

-si,que lindo nena...

-no estas mirando-le reclamo y Sayen bajo sus ojos hasta ella.

Con ese simple gesto la niña fue feliz y Sayen le llevó a la mesa un plato con huevos y queso fundido. Se veía algo extraño, pero olía bien. Al probar el café con leche levantó una ceja y la pequeña le dijo que debía ponerle un poco de azúcar.

-si quieres lo hago por ti-le dijo Rayen y metió la mano en el azúcar para luego ponerla en la taza de Daishinkan.

-¡Rayen! Disculpala,te daré otra taza-le dijo Sayen.

-no se preocupe,esta bien así-le dijo el gran sacerdote.

-¿tienes hijos?-le pregunto la muchacha mientras limpiaba el rostro de su hija -se nota que tienes paciencia con los niños.

-si,soy padre-le dijo sonriendo, pero mirando a otro lado.

¿Qué pensaría ella si le contara que tenía doce hijos y ya adultos, por decir algo? No podía decirle eso precisamente,pero...

-cuidaba de dos pequeños antes de venir aquí-le dijo.

-¿si? Por cierto ¿qué hacías solo y descalzo caminando bajo la lluvia?-le pregunto la muchacha.

-digamos que no me ha ido muy bien últimamente-le dijo él sonriendo.

-¿y tus hijos? ¿No les puedes ver o..? Bueno no tienes que contarme sino quieres.

-están lejos ahora-le respondío Daishinkan-siempre han estado lejos.

-te entiendo...Rayen y yo también estamos lejos,casi todo el tiempo-le dijo la muchacha y pronto no la veré más-los ojos de Sayen se humedecieron-¿terminaste?

-si,estaba delicioso. Se lo agradezco mucho.

-eres demasiado formal-comento la muchacha.

-¿formal? Cree que mis modales son demasiado...

-no lo tomes a mal es sólo que es un poco extraño que guardes una postura tan erguida todo el tiempo,ademas de que tus ojos y tu cabello...me das la impresión de que eres un extranjero,Dai.

-en efecto,lo soy-le respondío el Gran Sacerdote -vengo de un lugar muy,muy lejos de aquí.

Sayen lo miro. Era un hombre extraño y no sólo por su aspecto sino también por su actitud. Se veía cordial,pero muy distante; más que todo misterioso. No le hizo preguntas porque era obvio que no quería responder interrogatorios,no se le hacía mala persona y sus motivos para ayudarlo se los reservo. Lo  llevo a la tienda para explicarle lo que debía hacer mientras levantaba las cortinas y abría la puerta. Le dio una silla cómoda para que se quedará detrás del mesón y se despidió de él,pero antes la pequeña Rayen le quiso dar un beso en la mejilla,algo que no rechazó,pero que lo hizo sentir incómodo.

-gracias por el pájaro de papel-le dijo-mi mamá dice que yo también voy a volar un día...

-Rayen,no lo molestes. Disculpala...

-no hay problema-le respondío y la vio salir de la tienda con la niña en brazos diciéndole adiós con la mano.

Daishinkan suspiro y le dio la bienvenida a su nueva vida.

InsensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora