siete

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Todo pasó muy rápido. Repentinamente estaban en un auto y llegaron al hospital,donde la muchacha entró corriendo para ir al mesón e intentar explicarse, sin lograr artícular más que un montón de sílabas sin sentido.Por suerte, para ella, la abuela de Rayen estaba cerca y la llevó hacia un corredor. Le dijo algo que ocasiono que Sayen callera sobre sus rodillas llorando de una forma que estaba lejos de lo normal. No tenía compostura alguna  levantaba los brazos sacudiendolos y su rostro quedó trabado en una expresión con la boca abierta,que no le permitía respirar apropiadamente y eso sumado al llanto abundante y sus sollozos,hacian de Sayen la imagen del dolor absoluto.

Daishinkan la miraba a la distancia.No es que hubiera querido ir con ella pasó sólo que le preguntaron si la conocía,dijo que si y lo subieron al automóvil antes de poder negarse. Dolor y muerte era una de tantas cosas que presenciaba Daishinkan, en todos los universos todo el tiempo así que aquello no lo impresionaba en nada o eso pensaba él,porque no le quitaba los ojos de encima a esa mujer a la que daban la peor noticia que un padre puede recibir: su hija estaba muerta. Un mar de lagrimas,eso se volvió Sayen, de la sonrisa de esa mañana no quedaba más que un recuerdo.

Bien,era todo buscaría un humano en una situación más favorable,pero después de pensarlo un poco,concluyo que eso lo haría ver cómo un total insensible y se suponía que estaba ahí,para demostrar lo contrario. Decidió quedarse,
acompañarla diciendo que era un conocido de ella. La muchacha no lo negó ni afirmo, pues estaba en un estado tal que sólo reaccióno cuando la llevaron a ver a su hija y lo único que hizo fue arrojarse sobre ella a llorar y llorar sin tregua.

¿Que océano traía dentro, que sus lágrimas no parecían tener fin? Que dolor más inconmensurable y terrible sentía esa mujer de la que los demás hablaban a sus espaldas. Los comentarios eran nada agradables,pero a Daishinkan poco le importaban. Le dijeron que los funerales serían al dia siguiente y que era mejor que ella,se fuera a su casa. El que era el abuelo de la niña,la dejó en la acera fuera de su casa como quien tira un perro a la calle y con ella a Daishinkan. Sayen estaba bajo los efectos de un tranquilizante,pues fue necesario inyectarla para que se calmara. Se quedó ahí parada como un zombie. Tenía la mirada pérdida y su andar era vacilante. Entró a la casa por una ventana y se cayó al hacerlo. Daishinkan le preguntó si estaba bien,pero ni siquiera lo escucho. Se levantó, se tiró en la cama y ahí quedó.

Era ya muy noche y él la cubrió con una manta. Se sentó a su lado,ella no dormía. Le hablo, pero era inútil Sayen no respondía,sólo repetía el nombre de su hija en ocasiones y luego lloraba. Daishinkan estaba al servicio de Zen oh sama y estos eran impredecibles,caprichosos y con una inocencia tal que podían llegar a ser muy crueles. Sus acciones no eran algo en lo que él debía involucrarse,se limitaba a atenderlos nada más y en muchas ocasiones a calmar sus tabletas,socegar sus anhelos, terminar con su hastío y, ocasionalmente,brindarles consuelo por algo irrelevante. No había alguien capaz de manejar a los reyes de todo mejor que él y estaba hablando de los dioses supremos,mas descubrió que, irónicamente,no sabia que hacer para consolar a una simple mujer.

Y es que era la primera vez que estaba en frente de un ser con dolor tan grande y auténtico. Podía apelar a su intelecto para buscar las palabras mejores para mitigar el sufrimiento,sin embargo,seria un discurso vacío e incapaz de lograr el efecto deseado ¿Qué tenía que hacer para llegar a esa mujer? Lo sabia, pero...pero estaba desprovisto de lo que se requeria para ello. Se sintió,por primera vez,inútil y eso lo dejo algo desencajado.

A la mañana siguiente el mismo hombre pasó por ella y le reprochó que no se hubiera cambiado el vestido. Fue cruel y déspota en sus comentarios,mas ella lo único que hizo fue tomar un abrigo largo y oscuro para salir del lugar. Daishinkan no tenía nada que hacer en ese funeral así que se pensó en quedarse ahí,mas el anciano le exigío que fuera con ellos para que Sayen no volviera sola a casa. La forma en que se lo solicitaron fue bastante brusca, mas no hizo comentarios y partió con ellos.

El funeral fue breve y el momento más terrible de todos, fue cuando pusieron el pequeño ataúd en la fosa y comenzaron  a lanzar la tierra encima. Sayen debió ser contenida,pues pretendía impedirlo en su desespero. Llamaba a su niña con una angustia conmovedora y maldijo al abuelo de esta, por no permitirle estar con ellas como hubiese querido. La sacaron a rastras y la metieron en un taxi en el que el Gran Sacerdote,
también debió subir. Así volvieron a la casa y ella volvió a tirarse en la cama a llorar, abrazándo una muñequita de trapo que le quitó al anciano. Allí se quedó el resto del dia y Daishinkan se sentía como un auténtico fantasma.

Ella lo miraba,pero no lo veia;lo escuchaba,pero no lo oía y él debía hacer algo,pues era una buena oportunidad para demostrar que no era un ser sentimientos. Claro que él entendió el dolor se Sayen,pero le costaba trabajo seguir su forma de vivirlo,aun cuando sabía que así lo hacian los humanos. La dejo dormir,pues término sucumbiendo al cansancio,la pena y el estrés.

No había comido en dos días y si seguía así su estado empeoraria.
Pero al despertar ella sólo se quedó en la cama. Él fue a verla, la ánimo a levantarse,mas no quiso hacerlo en cambio se le quedó viendo con curiosidad y como si fuera la primera vez que lo veía.

-¿Nahuel?-le dijo y le sonrió amorosa y tiernamente-volviste...

Daishinkan levantó una ceja y un segundo después,ella se medio colgó de la cama para abrazarlo.

-te extrañé tanto,mi amor...

El Gran Sacerdote entendío de inmediato lo que le pasaba a la joven y vio una oportunidad en la confusión de la muchacha,que sería útil para ayudarla. Le hizo una caricia en el cabello y le dijo:

-yo también te extrañe,querida.

InsensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora