Dos días después de esa noche,
una tarde Daishinkan llegó a la pequeña tienda que tenía Sayen. Tenía toda clase de objetos ahí y en ese momento ella, limpiaba una casita de madera para luego pintarla. Había una pareja mirando una caja de música que luego llevaron al mesón.-yo tenía una igual a esta,pero se rompió así que la tuve que tirar a la basura-comento la chica al pagarla y luego se retiró feliz.
-hola Dai-le dijo Sayen al verlo en la entrada.
-buenas tardes-le respondío él-por lo que veo las ventas van bastante bien.
Sayen se sonrió.
-para ser cosas que tomó de la basura,pues si. Van estupendamente-le dijo ella.
-le traje algunos pescados. Son buenos para una alimentación saludable-le dijo enseñándole una bolsa de mercado.
-ya te dije que no necesito ese tipo de cosas-le dijo la muchacha, mientras comenzaba a limpiar la casita de madera.
-en realidad los traje pensando en que comieramos juntos. Es algo deprimente hacerlo solo-le dijo con un semblante algo tierno.
-tú cocinas,yo lavo los platos -le dijo ella sin apartar los ojos de esa casita de madera.
No esperaba oír eso,pero ni modo. Ella parecía bastante concentrada en lo que estaba haciendo. Daishinkan se aproximó a ver y se quedó absorto en las pinceladas que ella daba. No evito que Sayen, le pintara la nariz por curioso. Una manchita verde le quedó al Gran Sacerdote allí y la muchacha se sonrió.
-¿verdad que es muy bonita?-le pregunto la muchacha-las personas siempre lanzan las cosas rotas a la basura. No se molestan en repararla ¿para qué? Pueden traer otras. Esa chica que compró la caja de música,vive a unas cuadras de aquí. Tiró ese objeto hace unos días. Ahora la acaba de comprar sin siquiera sospecharlo.
Daishinkan se limpió la nariz con una toalla de papel,pero Sayen se la volvió a pintar.
-¿por qué hace eso?-le pregunto.
-te hace falta color-le dijo la muchacha con una sonrisa.
-estoy bien así como estoy -le respondío el Gran Sacerdote, algo ofendido.
Pasaban tiempo juntos por las tardes,cuando Daishinkan dejaba su trabajo. Le gustaba la tranquila compañía de Sayen. A veces sólo se quedaban sentados en el sofá,hablando de cosas que habían visto. El Gran Sacerdote, modificaba las historias para que ella entendiera a los protagonistas como humanos y tenía miles de historias. A veces Sayen términaba dormida allí. La fatiga aumentaba conforme los días pasaban,asi también su estado deteriorado de salud se hacia evidente. Estaba más pálida y perdió peso. No aceptaba nada que considera caridad de parte del Gran Sacerdote y este nunca le ofrecía algo más allá de lo pertinente.
-¿por qué no toma los farmacos para su enfermedad?-le pregunto una vez Daishinkan.
-¿cambiaran algo? Prolongarán mi vida unos meses más,pero terminaré agonica en la cama de un hospital-le respondío Sayen-no es la cantidad si no la calidad, Dai.
-digamos que tiene la oportunidad de vivir para siempre ¿no la tomaría?-le pregunto Daishinkan.
-¿vivir para siempre? No...los humanos no estamos hechos para eso. Para que quiero la eternidad...un día bien vívido es mejor que todas las edades del mundo en hastío-le respondío.
Daishinkan no hizo más comentarios y miro por la ventana hacia el mar. Cierto era que los humanos no estaban hechos para vivir para siempre como él. El hastío por sus largos años de vida no era lo que realmente lo cansaba sino su aislamiento y ver todo desde lo alto. Habían tantas cosas en los universos que aburrirse era imposible,mas ese agotamiento estaba siempre ahí. Esa noche,al dejar la casa de Sayen,camino al mar y se quedó parado en la orilla sintiendo las frías aguas en sus pies descalzos,cerro los ojos y se sonrió. Era una sensación agradable. Miro sus manos siempre suaves,ahora maltratadas por el trabajo. Era la primera vez que su cuerpo sufria un cambio por alguna actividad. Le gustaba un poco reparar los botes,mas que eso la madera, pero no le gustaba el lenguaje vulgar que reinaba en el astillero. Con frecuencia reprendia a sus compañeros o les daba una mirada que dejaba muy claro lo que pensaba al respecto. Todo eso seguía siéndole extraño,pero confortante de algún modo.
Unos días después,mientras trabajaba en la quilla de una nave,Lautaro (su jefe) le llevó al novato para que él se encargará de enseñarle y fue así que se encuentro con Thala. A ninguno le agradó el encuentro. Se saludaron secamente y las horas que pasaron juntos,fueron desagradables para ambos. Daishinkan lo veía con desaprobación por todo lo que hacía y Thala lo veía con ganas de irse al diablo,pero como no quería darle en el gusto a "la hormiga atómica" se quedó. No es que el Gran Sacerdote le guardara odio o resentimiento, sólo lo veía con recelo por la vida que llevaba y que no era nada decente. Thala en cambio tenía por él algo semejante a los celos mezclado con vergüenza.
A la hora de la salida Thala busco a Daishinkan y le hizo la pregunta que este esperaba le hiciera.
-¿has visto a Sayen?
-si,casi a diario-le respondío.
-¿como está?
-no muy bien,aunque aparenta lo contrario-le dijo el Gran Sacerdote.
-fui hasta su casa y ya no vivía ahí...-comento y bajo la mirada.
-si no va a hacer algo bueno por ella,mejor mantenga su distancia. Lo último que necesita,ahora,son problemas-le dijo Daishinkan.
No hablaron más y el Gran Sacerdote se fue caminando. Darse cuenta que lo seguían le tomo un parpadeo y hasta gracia le hizo que Thala lo siguiera,pero no se lo impedío,pues la verdad ese día él no iría a la casa de Sayen,mas ella iba por la calle en dirección a él,con varios lienzos en la mano y en compañía de un hombre alto de cabello rubio y ojos azules. Se veía un hombre bien y tenía una sonrisa amable. Sayen pasó junto a Daishinkan y lo saludó,asi él tuvo la oportunidad de preguntarle dónde iba.
-dejame presentarte a John,es dueño de una galería de arte y me ha propuesto participar en una exposición. John,el es Dai... Un amigo.
-encantado de conocerlo-le dijo el Gran Sacerdote, al estrechar la mano de aquel hombre alto de sonrisa amable y que por algún motivo no le agrado sólo con verlo.
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Insensible
FanfictionEstá historia comienza con una prueba y termina con un corazón roto. Por orden de los Zen Oh Sama, el Gran Sacerdote debe ir a la Tierra e interactuar con un humano para demostrar no es insensible, pero acaba demostrando algo más.