veintiocho

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Daishinkan lo supo a penas lo vio. Era ese el responsable;fue Eluney el que lastimó a Sayen. Bajo la escalera y camino por la calle en dirección a su casa, siempre atento a las acciones de ese sujeto que se puso en la cabeza una gorra para cruzar la calle.

Eluney golpeó la puerta y Sayen abrió pensando que era Daishinkan,pero al ver de quién se trataba intento cerrar,mas él se lo impedío y empujado con violencia logro entrar. Sayen corrió a la cocina,con Eluney detrás de él,pero al llegar ahí este se vio obligado a retroceder. La muchacha le lanzó una bandeja de cristal a la cabeza y cuanta cosa encontró para evitar que se acercara. Intentaba abrir la puerta que daba al jardín, cuando él la atrapo. En vano eran las palabras de Eluney por tratar de calmarla,ella no dejaba de luchar por soltarse de sus manos,mas una voz a las espaldas de ambos calmo las cosas.

-sueltela-le dijo Daishinkan en un tono que estremeció a Eluney de pies a cabeza.

-no te metas-le dijo con una voz nerviosa-ella y yo tenemos algo de que hablar.

-ella no tiene nada de que hablar con usted-le dijo Daishinkan-sueltela.

Eluney abrió los brazos para liberarla y Sayen huyó de él. Pego la espalda a la pared y ahí se quedó,como un gato mojado, engrifado,un momento antes de salir de la cocina al jardín.

-supongo que vino a ver cómo está su víctima-le dijo el Gran Sacerdote y el hombre lo miro pasmado-¿por qué lo hizo? ¿por qué la ama y ella lo rechaza? ¿por qué esta acostumbrado a que se haga su voluntad sin importarle la integridad de otros? ¿por qué prefiere robar aquello que desea? Digame señor Eluney ¿por qué transgredio a Sayen?

-no fue...ella y...yo...yo estaba borracho y ella...-balbuceo así un rato-estoy arrepentido...

-¿arrepentido? ¿y por eso la aborda de esta manera? Hágale un favor... déjala en paz. Nada bueno puede provenir de alguien que abusa de una mujer usando el alcohol como excusa.

-¿me vas a denunciar?

-seguramente ella ya lo hizo,pero no le rindió frutos... será mejor que usted y yo charlemos un momento,pero no aquí.No importunemos más a la señorita.

Unos veinte minutos después, cuando la el Gran Sacerdote salió al jardín posterior,encontro a Sayen en ropa interior bajo el chorro de la manguera. Fregaba su piel con las manos de una manera bastante brusca y con una expresión de asco. Daishinkan descolgó una de las sabanas que estaban tendidas y la envolvió con ella al tiempo que la apartaba del agua;pero ella lo rechazo hasta que vio quien era.

-ya se fue y le garantizo que no volverá a molestarla-le dijo. Ella no respondío.

Se quedó en el jardín,a la luz del sol que se sentía tibia y no quemaba. Término por dormirse,se veía fatiga. Sayen era muy ligera así que cargarla dentro de la casa no fue problema para él. La dejo en la sala,en el sofá,y la miró un instante.

Desvalorada se sentía esa mujer y también él. No era extraño para sus hijos sentirse así,pues muchas veces los dioses ignoraban sus consejos y opiniones respecto a los temas universales. Los pasaban por alto en todos los aspectos y la frustración de presentaba a momentos,claro que un ángel no lidía con cosas como esa de la forma en que lo harían los humanos,puesto que eso es para ellos como enfermarse para los mortales. Algo molesto,doloroso a veces;pero parte de su estilo de vida y naturaleza,mas él había olvidado eso y se lo recordaron hace no mucho.

Cuando Gokú apareció en el templo de Zen oh sama con el rey de todo del futuro,Daishinkan supo que en esa línea de tiempo él y su prole,ya no existían. Zen oh sama simplemente los borró sin contemplación alguna. Sin tocarse el corazón y pasando por encima de todo lo que él hacía por este ser. Nada,ni siquiera una mínima muestra de afecto o estima lo suficientemente fuerte  para evitar ser aniquilado con el resto de la existencia,le tenía Zen Oh sama. Totalmente desvalorado se sintió Daishinkan en ese momento. No lo demostró, no lo dijo o lo insinuó;pero aquello fue para su ser un duro golpe en muchos aspectos. Toda si vida,cada segundo de su existencia dedicado a un ser, para quien él no tenía más valor que una cualquier cosa. Si,estaba solo. No se sentía solo,pero lo estaba.

Se quedó ahí con ella  hasta el anochecer. Penso Sayen tendría hambre así que fue a comprar algo de comer para cuando despertara,pero al volver ella no estaba. De inmediato salió a buscarla a la playa y allí la encontró. Tirada en la arena con un vestido blanco a la orilla del mar. No llevaba puesto zapatos y la vio ponerse de pie para correr otra vez al agua. Camino con prisa hacia allá,pero entonces noto algo particular y se quedó mirando. A los pocos minutos las olas la arrojaron fuera. Sayen se levantó tosiendo,se sacudió un poco la arena y volvió a arrojarse a las aguas. Lo hizo una y otra vez hasta que ya no se levantó más que para quedar de rodillas, sobre la arena a la luz de la luna.

La muchacha miro hacia el astro con una expresión de bella melancolía. El agua salada que le  escurría por el cabello le brindaba unas luces plateadas, frias. Parecía una sirena que había surgido de las aguas profundas;mística y efimera.

-¿qué hace?-le pregunto Daishinkan tras acercarse a ella, despacio para no romper esa atmósfera.

Sayen lo miro un momento.

-peleo con el mar-le respondío tranquilamente-cuando era niña, mi padre me subió a un bote para llevarme a pescar. Estaba borracho,yo caí y las corrientes me atraparon arrastrandome hacía otra playa...el mar nunca me ha matado,pero yo nunca he podido nadar...nunca me he olvidado de esa sensación de estar envuelta en en una fuerza tan poderosa y a la vez tan sublime...yo moriré allí...en el corazón del océano...

Daishinkan la miró en silencio y luego miró el mar. Parecía tan grande,tan insondable y,sin embargo,no era más que una gota de agua en la inmensidad del universo.

-Sayen...¿quiere estar a solas conmigo?-le pregunto Daishinkan.

Sayen lo miro con una expresión ingenua...

-¿Daishinkan está triste?-preguntó un Zen oh sama al otro.

-mmmm creo que si-dijo el otro.

InsensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora