catorce

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Sayen lo miro incrédula. Se arrodilló sobre la cama y estiro sus manos hacia el rostro de Daishinkan. Él le permitió envolver su rostro con esas tibias y suaves falanges, mientras los ojos de la muchacha hurgaban en sus facciones con una curiosidad tierna.

-pero si eres tú,Nahuel-le dijo la muchacha.

Daishinkan puso sus manos sobre las de ella.

-tal vez me parezco,pero no soy ese hombre-le dijo mientras los ojos de Sayen se llenaban de lágrimas.

Ella se abrazo a él,con fuerza y cariño.

-por favor no me dejes sola...No quiero estar sola -le dijo Sayen.

Esas palabras no estaban dirigidas a él,pero tampoco a Nahuel. Eran una petición nacida desde su alma y por tanto estremecedora. Le había tomado aprecio a Sayen y la veía tan frágil que no podía sólo irse,pero tampoco quedarse ¿que podía hacer? Recuperarla podia tomar años o días,no sabía a ciencia cierta,por lo que no podía tomar aquello a la ligera. Sentía composición por ella y le preocupaba;algo totalmente nuevo que no era como lo que  sentía por sus hijos o a Zen oh sama. Por los primeros era natural,por el segundo la costumbre y por ella,era sentimientos exaltados de una forma ajena a lo habitual. Los entendía,mas le costaba familiarizarse con la idea de expresarlos de la forma en que ella lo necesitaba.

-me quedaré un poco más-le dijo amablemente-pero recuerde mi nombre es...

-Dai...-le dijo ella-esta bien,ya entendí...

No,no lo había hecho sólo le decía lo que debía decirle para que él,no la dejará. Fue obvio para el Gran Sacerdote,pero al menos era un avance. Él se apartó y ella se quedó en la cama, abrazándo su osito de peluche un rato,hasta que se metió al baño.

El día siguió su curso normal, sólo que Sayen,ahora estaba algo más distante. Él le solicitó que se encargará de la tienda de libros y  ella,lo hizo acompañada del osito de peluche que Daishinkan le compró y que bautizo como Rayen. El Gran Sacerdote, se ocupó de cosas simples de la casa. Era un ser muy organizado para quien todo debía estar en un específico lugar.Era casi un maníaco del orden y organizó el espacio que Sayen,tenía para pintar. Hace varios días quería hacerlo,pero no se animaba. Ahora tenía un motivo;analizar las obras de la muchacha.

Sayen estaba muy confusa. Recordaba vagamente a alguien llamada Rayen,sentia que la extrañaba,que algo le faltaba, pero no estaba segura de que era. En cuando a Nahuel,ella creía que era Daishinkan,pero le era bastante distinto a la vez;era un rompecabezas de piezas filosas que ni siquiera tenía intenciones de armar.

Sayen estaba sentada tras el mesón, cuando ese hombre bien vestido entró en la tienda. Él la miro y ella a él. Ese hombre alto,delgado de cabello peinado hacia otras negro,casi lustrado le sonrió y fue hacia ella directamente.

-hola Sayen ¿como estas?-le pregunto animadamente.

-hola...Eluney-le dijo ella sería y algo molesta-¿qué haces aquí?

-vine por un libro ¿no es eso lo que vendes?-le pregunto apoyándose en el mesón  inclinandose hacia ella.

-¡no hay ninguno para tí, aquí!

-cálmate...No vengo a pelear está vez...

Esa frase agito la memoria retenida de Sayen y su rostro se deformo,con la rabia que ese hombre exaltó.

Al alboroto Daishinkan, bajo a ver que ocurría y se encontró al hombre, bien vestido, sujetando a Sayen por las muñecas contra el estante, tras el mesón. La muchacha sangraba del costado de la cabeza.Sucedió que cuando él, la empujó contra el estante, intentado contenerla,este se sacudió y de la parte superior cayó una figura de cerámica  sobre la muchacha. 

-¡me la quitaste! ¡me la quitaste! ¡te odio! ¡quiero que te vayas!-le decia Sayen.

-lo lamento-le decía él-pensé que era lo mejor para ella...

-¡suéltame!

-escúchame por favor...

-¡sueltela!-le dijo Daishinkan ganándose la atención de Eluney.

El sujeto se le quedó viendo,pero no dejo de debatirse con ella.

-¡sueltela!-reitero Daishinkan y está vez toda su autoridad se hizo presente,en esa sola exclamación.

Eluney la soltó y ella fue con Daishinkan.

-retirese ahora y,por favor,no vuelva a este lugar-le dijo el Gran Sacerdote,con un tono sombrío y amenazante.

-¿y tú quién te crees que eres para prohibirme entrar aquí?-le cuestióno Eluney-¿eres su novio o algo así? Bueno después de todo te paseas con ella por todas partes.

Ese comentario le revelo a Daishinkan,algo que se había estado preguntando.

-Sayen suba por favor,el señor y yo tenemos que hablar-le dijo el Gran Sacerdote a la muchacha- adelante,espéreme arriba. Subiré enseguida.

Ella asintió con la cabeza y subió, se veía bastante alterada. Daishinkan miro el objeto de loza roto en el suelo y se dió una herida de cómo, la muchacha,se lastimó,pero a ese hombre que estaba parado allí,viéndolo con desdén le habló en un tono que pretendía no dejarlo indiferente y lo logro.

-déjeme adivinar,es usted el hermano de Nahuel,el padre de la pequeña Rayen ¿o me equivoco? ¿no? Estoy en lo cierto entonces ¿qué lo motiva a venir cada dos días a comprar libros en gran número? No quiero ofenderlo,pero cara de intelectual no tiene y basándome en cómo trato a Sayen,me atrevo a decir que es usted bastante tosco ¿se siente culpable a caso? ¿Trata de lidiar con su remordimiento?

-mis asuntos con Sayen,no te interesan-le dijo Eluney-ahora apártate,tengo que hablar con ella.

-ella no quiere hablar con usted. Déjela en paz ¿no fue suficiente el mal rato que la hizo pasar?-le cuestióno Daishinkan cerrandole el paso a Eluney.

El hombre lo miro y se aportó. No dijo palabra alguna porque ese hombre,de baja estatura, lo intimidaba con su sola actitud. No lo estaba amenazando;pero su mirada,su postura y un aura de superioridad que lo rodeaba, hicieron a Eluney,marcharse sin protestar,pero dando una última mirada al lugar. Daishinkan, subió entonces a ver a Sayen,que estaba de rodillas en el piso abrazándo su osito.

-¿se encuentra bien?-le pregunto.

-él me quitó algo-le dijo a medio llorar-no lo quiero ver...No quiero que vuelva aquí.

-no volverá,se lo prometo-dijo Daishinkan-ahora déjeme curar esa herida.

-no hace falta,estoy bien.

-no sea testaurada y déjeme ver cómo esta-le incistio Daishinkan.

Con mucho cuidado le limpio la herida y cubrió con una venda, que encontro en un botiquín. Ella no se movió hasta que él, término y entonces le sonrió dandele las gracias.

-eres muy atento conmigo,Dai-dijo y pronunció con tristeza el nombre de él.

-asi es...soy Dai-le afirmó este y se descubrió haciéndole una caricia en la mejilla,que a ella la hizo sonreír feliz.

InsensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora