treinta y uno

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La veía feliz en compañía de alguien que no era él. Daishinkan le brindó cuidados cuando se transtorno por la muerte de su hija,pero no la hizo feliz. En la actualidad le daba su compañía, pero era algo recíproco. A él le gustaba tenerla cerca. Sayen era alegría,no una exacerbada o muy animada;pero era alegría y era amorosa,muy maternal,suave y tibia. Sus manos eran agradables, olía bien y lo miraba con cariño siempre que lo veía. En apariencia era tan frágil que invitaba a cuidarla como quien sostiene una burbuja de cristal en las manos.

Sintió su ausencia. Lo acompañaba así estuviera en silencio pintado esas cosas que tomaba de la basura. Sayen era tan cercana y lejana a la vez que lo hizo considerar cosas nuevas para él ¿qué pasaría si pedía sus poderes de regreso y la curaba? Ella podría seguir viviendo,pero eso era algo impropio de él,su postura y su cargo. En la soledad de su habitación miraba esa pintura que ella le dio y pensaba en esos celos surgidos de la presencia de ese hombre en la vida de Sayen,que le robaba esas miradas tiernas,esas sonrisas dulces,ese afecto que le quitaba la pesada soledad.

La noche antes de la exposición fue a verla. Eran al rededor de las siete. Golpeo la puerta,pero nadie salió. Sabía que ella estaba ahí y sola,por lo que entró por la ventana del segundo piso. La encontró tirada en su habitación, con un hilo de sangre escapando de su boca,lo que lo obligó a llamar una ambulancia. La dejaron internada en observación y los médicos le dijeron que ella,no debía alterarse de ninguna forma. Su estado de salud era muy frágil y tras advertirle un par de cosas, le dieron un papel que la muchacha llego apretando en la mano.

-hay un nuevo doctor en esta área,el vendrá a hablar con usted en un momento-le dijo la enfermera.

-entiendo-le respondío el Gran Sacerdote y se fue a una banca para ver ese trozo de papel.

Era una nota que revelaba una verdad que le molestó bastante,asi mismo se molesto con el autor de la nota. El doctor apareció en el pasillo y apenas lo vio supo quien era. Tenía un parecido a él,tenia que admitirlo, sólo que ese hombre tenía el cabello negro y los ojos marrones. Acababa de dejar la habitación de Sayen, con una expresión de sorpresa desagradable que le quedo marcada en el rostro y camino con pasó pesado hacia Daishinkan,que lo miraba fríamente aproximarse a él.

-buenas noches-le dijo el doctor-mi nombre es Nahuel y ...

Y nada que Daishinkan no hubiera escuchado de la enfermedad de Sayen. El Gran Sacerdote, no pudo evitar preguntarse ¿qué estaría sintiendo ese hombre en ese momento? Aún que la verdad no le era relevante. Sólo esperaba que su presencia no alterará más a la muchacha. A la que pudo entrar a ver un momento después. Aún dormía y él,que no dejaba de ser quien era,casi veía la vida escapar de ese cuerpo. No le quedaba mucho,mas ella no mostraba ningún temor a su fin y eso,a veces,lo dejaba algo confundido. Muchos mortales decían no temer a la muerte, pero en el último momento e incluso antes,él era capaz de ver la rebeldía;la resistencia a la muerte,pero Sayen aún no daba señales de eso. Cuando despertó y le dijeron lo que estaba pasando, sólo pregunto cuando la darían de alta,pues ella tenía algo importante que hacer. Le dijeron que no era buena idea esforzarse de más y pidieron al doctor fuera a hablarle. Nahuel se mantuvo indiferente a quien era ella,mas no a su respuesta.

-¿quieres que me siente a esperar la muerte? Olvidalo,que ella me alcance allá donde yo este...y no, no estoy tratando de huir de ella tampoco,sucede que yo vivo sin importar que...No escapo al primer problema,eso lo hacen los cobardes.

No permitió que la intentarán, ella quería ir a un lugar con desespero. Y a la mañana siguiente,al salir del hospital,le pidió a Daishinkan que la llevará a la galería de arte y allí exigió sus pinturas no fueran exhibidas. El motivo es que Jonh,fue enviado por Eluney. Eso le advirtió la nota y ella no iba aceptar nada de él. Se llevo todo sus obras de vuelta a casa y una vez allí se dejó caer en el sofá. Estaba exhausta,los ojos se le cerraban contra su voluntad;no había comido nada,pero no se veía mal,hasta parecía algo feliz.

-realmente me hubiera gustado exhibir mis cuadros-dijo como pensando-oye Dai...

-digame...

-te importaría cerrar la puerta cuando te vayas... gracias...-le dijo con una sonrisa limpia y un momento después, se durmió con una sonrisa traviesa en esos pequeños labios.

Daishinkan se le quedó viendo algo desconcertado,luego miro a la cocina y se le ocurrió dejarle hecho algo de comer para cuando despertará y mientras cocinaba vio aquellas pinturas que,por lo menos a él le gustaban. Recordo la calma con la que Sayen le dió sus motivos a Jhon para abandonar la exposición y la forma en que lo veía,sin rencor o enojó. Tal vez porque durante el mes en que compartió con él,ella fue feliz en cierta forma o quien sabe. En ese momento Daishinkan,pensaba en la ligera satisfacción que sentía al recuperar a Sayen,mas también sentía una leve decepción por descubrir que todo era un engaño. Antes de irse cubrió a la muchacha con una manta y busco unas herramientas para salir de la casa, llevándose las pinturas.

Por la mañana Sayen despertó con mucha hambre y fue a la cocina a buscar algo de comer encontrando lo que Daishinkan le dejó. La hizo feliz,no quería cocinar y él lo hacía bastante bien. Comía cuando un rumor en el exterior la hizo ver por la ventana,descubriendo un montón de gente a fuera viendo su casa con expresiónes muy variadas. Dejo el plato en la mesa y salió a ver que sucedía. Sus negros ojos de abrieron cuan grandes eran al ver sus pinturas colgando de las paredes.

Una exposición al aire libre que muchos disfrutaban y que saco de Sayen esa sonrisa de dulce alegría que Daishinkan hace mucho no veía. Él estaba ahí, quería ver su reacción al presenciar aquello para luego ir con el que escribió la nota. A ese no le aguardaba ninguna sonrisa.

InsensibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora