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Eddie y Richie caminaban a la casa del más alto casi corriendo. El menor de ambos era una bala cuando se trataba de esta actividad, pero su asma le impedía hacerlo. "Eres delicado" le decía su madre la frase que tanto odiaba; él solo quería correr, pelearse, ir a fiestas, emborracharse como el resto de los adolescentes, pero su sobreprotectora progenitora se lo impedía a capa y espada.

Pero, cuando estaba con Richard Tozier, era completamente distinto. Se permitía hacer todo lo que siempre quiso. Si ahora quería correr, lo haría; si quería saltar, lo haría; si quería besarlo, no, eso no lo haría. Era cobarde, pero algún día tendría que obligarse a dejar de serlo, y ese día estaba más cerca de lo que creía.

Para Tozier, le reconfortaba más cuando ambos estaban completamente solos; se sentía más fuerte, como un superhéroe. Sin embargo, también se ponía más nervioso; usualmente las personas, cuando están con la chica o el chico que les gusta, intentan comportarse de manera correcta para agradarles, pero Richie no era alguien normal. Cuando él estaba enamorado, decía más estupideces que de costumbre, por esa razón siempre la terminaba cagando con las chicas o chicos que quería, sin embargo, con Eddie era distinto, porque Eddie no le gustaba. Aún así, no sabía la razón de sus nervios cuando estaba con el asmático, tampoco sabía cómo lograba crear oraciones de más de tres palabras que sonará lindo para el Kaspbrak, ni el por qué dejaba que le diera muestras de afecto, y muchísimo menos el porque talló en el puente del beso el símbolo "R+E"

— Ahora sí que enfermaré —Habló Eddie rompiendo el silencio entre ambos.

— Probablemente mueras, pero apuesto que Satanás tiene un buen lugar para ti entre sus amoríos —Dijo Richie, imitando la voz del padre de la iglesia mormona.

— Espero —Eddie bajó la cabeza, triste y pensativo— Cuando muera, ¿Crees que iré al cielo?

Richie quedó boquiabierto. Jamás había creído en eso del infierno y el cielo, etcétera. Pero, si es que algo estaba por sobre de ellos, Eddie tendría que ir a donde fueran los ángeles y no había duda de eso. Eddie era un ángel.

— No creo, estoy seguro. Eres la persona más pura que he conocido; eres un maldito ángel sin alas —Respondió el Tozier, embobado por la leve sonrisa que despojó el menor.

— Como una persona, básicamente —Expresó Eddie, y sin más continuaron caminando a la casa de los Tozier.

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— ¡Eddie! —Dijo feliz la señora Tozier. De inmediato, fue a darle un cálido abrazo al mejor amigo de su hijo.

— Mucho gusto en verte, Eddie —Saludó con un firme apretón de manos el esposo de la pelinegra.

—Buenas noches, señor y señora Tozier —Correspondió el asmático a ambos saludos.

— Papá, mamá, ¿Eddie puede quedarse esta noche? Es que, está lloviendo muy fuerte y no quiero que se enfermé y...

— Sí, Richie, sí puede —Interrumpió el padre.

— Señores Tozier, ¿Puedo llamar a mi madre? Ya saben cómo se pone si no le hablo —Hizo una pausa, reflexionando— Aunque es probable que no importe si le marco, se va a volver histérica. Bueno, al menos para que sepa dónde estoy.

Los dos mayores asintieron con una mueca de incomodidad. Jamás se habían llevado bien con Sonia Kaspbrak, y es probable que jamás lo harían; un día, corrió a Richie de su casa porque tenía un muy leve resfriado. Para los Tozier, era una extremista, pero aún así estaban conscientes de su problema mental respecto a las enfermedades de Eddie.

Derry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora