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Freddy buscaba y buscaba a Billy con la mirada. Había demasiados niños flotando al rededor de una montaña de basura y recuerdos muertos.

No había ningún rastro del joven de ojos verdes, pero tenía que estar ahí. No había otra explicación, ¿Por qué mierda eso colocó una prenda correspondiente a su hermanastro para que la viera? ¿Únicamente para ponerlo nervioso? Pennywise no era así. Imaginaba el de la muleta.

Oh, claro que lo soy, Frederick —Dijo una voz a sus espaldas— Ahora que lo pienso, no hemos hablado mucho. Dime, ¿Tienes miedo?

Freddy volteó agresivamente, al momento de ver a sus espaldas no había nada. Quería golpear en la cara a ese hijo de puta.

— ¿D-Dónde estás ma-maldito? —Habló Bill Denbrough. Nadie contestó. Al dirigirse a su grupo, estos se veían quietos, estaban asustados— Chicos, chicos —Captó su atención— Vamos a terminar con esto. No por nosotros, no por el pueblo, por Billy, vamos a derrotar a eso por Billy y por todos esos niños que ese maldito se devoró, como Georgie. ¿Saben por qué aquí sólo hay niños? Porque son fáciles de persuadir, tienes miedos simples, sin embargo, ya no somos niños. Maduramos. Pasamos por cosas que no se le presentan a cualquier persona en el mundo, somos increíbles por eso y por otras tantas razones que me llevaría toda la tarde mencionar. Desde que mi hermano dejó de existir he estado aterrorizado de muchas situaciones, pero de otras ya no. Ya no tengo miedo de luchar contra fuerzas de otras dimensiones si sé que los tengo a ustedes a mi lado. Por eso no debemos de caer, porque estamos juntos y siempre vamos a estarlo, ¿No? Club de los perdedores.

El resto de jóvenes alzaron la cabeza. Venga, que el discurso no les había quitado el miedo, pero sí que los había motivado. Ya no necesitaban más excusas.

¿Juntos? Que yo sepa, les falta uno —Retumbó la áspera voz en toda la cisterna. Tan tranquila y persuasiva su voz, como si te inducierá a tener pesadillas todas las noches de tu vida.

— ¿Dónde está Billy? —Preguntó Freddy, con un tono de voz decidido y molesto.

¿Ahora sí te importa, Freeman? No tuviste problema en pasar un rato con Richie. Billy estaba tan decepcionado de todos, y llegaste tú a empeorar las cosas, nada nuevo. Aunque, creo que debo de agradecerte, lo hiciste presa fácil —Contestó Pennywise, quien salía poco a poco de su escondite, con un Billy flotando a sus espaldas. El joven no paraba de ver al cielo, sus ojos eran blancos y parecía estar en un trance interminable de sueños negros.

Todos los perdedores prefirieron no atacar. Un movimiento en falso y podrían provocar la muerte de su compañero.

El mounstro estiró su brazo de una manera físicamente imposible de imitar y tomó del tobillo al Batson. Tiró de este hasta poderlo tomar en sus largos y asquerosos brazos, basto con taparle los ojos y volvérselos a destapar, para que Billy volviera a tener consciencia.

El ojiverde, al verse envuelto por las intimidantes extremidades de su enemigo, ahogó un grito y miró a quienes esperaba ver, al club de los perdedores. Su mirada se posó en Freddy, quien mordía su labio para no llorar.

No tengo oportunidad de hacerle ofertas a mi comida, y menos dos veces ¡Es un día especial! Pero, veamos, perdedores —Dijo Pennywise, soltando la última palabra con asco, como si de una plaga de ratas tratase— Me llevaré a este chico conmigo, ustedes podrán tener una vida normal y sencilla, casados, con hijos, no lo sé. La vida del buen samaritano.

Chicos —Habló Billy, en un volúmen bajo— Se pueden ir, estaré bien.

— Cállate, Billy, ya pasamos esto una vez y...—Explicó Richie, siendo interrumpido por la mano de Freddy en su hombro. El de la muleta se acercó con lentitud al payaso, Pennywise lo miraba con pena ajena, creyendo que un niño con una insuficiencia no podría hacerle daño.

Derry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora