Derry.

✨];26.

Un día y sentía que moría. Estaba harto, acabado, muerto por dentro, todo por una absurda mentira.

Felicidades Eddie Kaspbrak, otra vez lo lograste. Fracasaste.

— Eddie, querido. El almuerzo está listo —Avisó su madre desde la cocina. Amaba a su madre, pero le asqueaba la comida que le preparaba, siempre parecía pure sobrecocido, desagradable.

Eddie suspiró fuertemente y bajó con paso pesado. Al llegar a la cocina, se percató que había una sopa de un color rojo vivo en los platos amarillos; desde tres kilómetros de distancia, se veía lo espesa que estaba. No comería eso, no lo haría.

— ¡Mamá! ¡Lo olvide! ¡Stanley me invitó a almorzar! Lo lamento, pero ya le había cancelado tres veces anteriormente y ya no puedo volver a hacerlo. Pero, llegó para la comida, ¿Si, mamá? —Mintió. Te estás volviendo mitómano, se dijo en su cabeza.

— Me hubieras avisado antes, pero bueno, de todos tus "amigos" ese judío es el más normal. Aún así no apruebo ese estilo de vida, ¡Por dios! ¿Que es eso de la Torá? Otro invento. Recuerda que los judíos mataron a Jesucristo —Respondió Sonia, de mala gana.

Eddie, a toda prisa salió de su casa, dándole su típico beso en la mejilla a su madre, despidiéndose de la misma.

Tomó su bicicleta y se dirigió a cualquier lugar de Derry lo más rápido que sus formadas piernas le permitían.

Se le ocurrió ir al puente de los besos. Nunca había ido ahí y siempre le causaba curiosidad ese lugar; le apetecía plasmar el nombre de alguien, el de Richie Tozier.

Si tan sólo no le hubiera mentido, ¿Cómo serían las cosas? ¿Seguirían igual? ¿Serían algo más? Era pronto para saberlo, pero la tarde cada vez estaba más cerca.

El recorrido pasaba por los callejones cerca de la tienda de armas y la cafetería, en dónde sus ojos capturaron a Victor y Belch algo asustados frente a una pelea entre dos tipos. Prefirió no interferir, no quería problemas, así que siguió con su exasperado camino hasta el puente de los besos, esperando que la noche no le callerá a los pies.

⚡;🎈

— ¿Mike? Joder, que bueno que contestaste —Inquirió Ben, alegre— ¿Crees que puedas venir?

Y así fue, en menos de veinte minutos, un rostro con el ceño fruncido y los brazos cruzados tocó a la puerta cuando apenas el cielo se ponía en rojo.

— Sé que me llamaron para lo mismo —Adivinó Mike, preocupado.

— Como siempre, un genio —Siguió Beverly— ¿Alguna idea?

— Yo propongo tiempo. La última vez eso paso y salió bien —Explicó Ben.

— Cariño, no tenemos tiempo —Interrumpió la pelirroja.

— En efecto. Cuando venía de camino, me tope con dos carteles de desaparecidos, eran tres niños. El primer aviso era de los gemelos de Kansas y el otro, de la niña del joven matrimonio de Center. En tres días, tres niños desaparecieron, a este paso me temo que seremos los próximos —Agregó el Hanlon.

— ¿Y si les damos cartas falsas y los reunimos como su se hubieran votado los unos a los otros? Siempre funciona en las películas.

— Beverly, eso jamás funciona —Contestó su novio.

— Bien, lo intente.