Derry.

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— ¿T-Todos e-están bien? —Preguntó el Denbrough.

— Si estar bien es sentir una rama en el culo, estoy de maravilla —Respondió Freddy, sarcástico como solía ser. Richie suspiró.

— B-Bueno, ¿Al m-menos si-siguen vivos? —Volvió a interrogar Bill más cuidadosamente.

Todos dieron respuesta positivas.

Stanley estaba pensando con terror. No creía que eso era tan simple, ¿Sólo encerrarlos en cajas de madera a esperar que cuenten secretos? Era demasiado bajo hasta para él. Debía de haber algo más allá.

Mientras los nueve pensaban en que hacer, el árbol que rodeaba a cada uno se empezaba a expander. Se formaban habitación, visiones.

El Uris se maldijo internamente por pensar de más.

Poco a poco para cada uno se fue haciendo un trauma. Empezó con Mike, un cuarto en llamas; el rojo vivo envolvía de principio a fin el cuarto, hacía calor y el Hanlon rezaba por no morir rostizado.

Ben fue el siguiente, había un salón de clases, estaba solo exceptuando a una figura de una mujer con la cabeza en llamas; no se movía ni reaccionaba, parecía una estatua.

Seguido de Ben, fue Eddie. Estaba la bodega de la farmacia, pero llena de ratas, demasiadas ratas. Todas atadas de la cola, como lazos de estambre en movimiento. Su pelaje era gris, casi negro y se veía sucio. Eddie quiso vomitar.

Beverly no la estaba pasando mejor. Su escenario era un baño, "¿No podías ser más original, eso?" Pensó la pelirroja mientras del lavabo empezaban a salir gotas de sangre y demás fluidos. Las gotas rebotaban en el azulejo del mismo, haciendo un compás desesperante e incómodo.

Richie estaba en un cuarto completamente oscuro. Sólo podía oír llantos y voces, pero no cualquier tipo de voces, eran esas voces. El sonido de los lamentos de toda la gente que sufrió o murió por culpa de ser ellos mismo. Oía los aullidos de las mujeres del bar, los sollozos de el adolescente asesinado a pedradas. Mordió su mano temiendo a volverse loco.

Stanley sollozaba, bajito y casi imperceptible. Estaba en la sinagoga. Estaba la ropa de sus padres reposando en una de las bancas como si estuvieran sentados, observando, sin embargo, solo era la tela perfectamente acomodada ahí. Él estaba en el medio del lugar, dónde hizo su lectura fallida. Estaba amarrado con plumas, no se podía safar de ahí.

Freddy se mantenía fuerte. Estaba en un lugar lleno de hielo y sus piernas dejaron de funcionar completamente. Se movía con gran dificultad y dolor por el frío, pero algo lo seguía, una nube color negro con rayos amenazaba con arrastrarlo a las fauces de esta. Sólo vió eso una vez en su vida y fue cuando accidentalmente Billy liberó a lo pecados.

Veía agua. Mucha agua. Bill nadaba por todos esos litros de agua clara. Era tranquilo, hasta le sorprendió la manera en que el leve movimiento lo arrullaba en un va y ven obsesivo. La paz se vió rota cuando vió el impermeable de su difunto hermano flotando cerca de él. Después fueron las botas. Ahora era su playera. No quería ver qué otra cosa podía llegar.

Había mucha gente. Billy no podía ver la ropa de la próxima presencia por culpa de la que estaba al lado. Sentía respiraciones y toqueteos intencionales por todas partes. Parecería algo normal en una ciudad poblada, pero lo que le asustó fue cuando la ropa de la multitud se tornó gris y su rostro en negro, sólo con dos glóbulos blancos con pupilas negras, mirándolo. No había alma que no lo viera de arriba a abajo. Se sentía acosado.

Los nueve permanecían en silencio, pero unos gritos se hicieron presentes. Eran los gritos del judío, desesperado por liberarse.

— ¡Bill! ¡Richie! —Gritaba desgarradoramente.