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— La concha de tu madre —Susurró Beverly al ver otra vez la casa. Una sensación de terror la inundaba en todo el cuerpo. Sentía escalofríos desde la punta de sus pies hasta sus pestañas. Pero debía de ser valiente.

Freddy no dejaba de estar preocupado. Tenía una mala sensación con Billy, como si ya no estuviera. Le daba miedo pensar que algo le ocurrió.

Todos bajaron de su bicicleta y dirigieron sus pisadas hasta el paso de la construcción quemada. No se veía nada al rededor, pero se sentía una vibra distinta a la de hace tres años, una más densa, más potente, no sólo eso estaba ahí. Freddy lo confirmó al ver una prenda que le pertenecía a su hermano colgada de uno de los barandales de la parte de arriba. Estaba acomodada perfectamente, como si eso quisiera que la vieran.

El Freeman comenzó a hiperventilar.

— ¡Freddy! ¿Qué te pasa? —Dijo Richie, alterado al ver el pecho del otro pelinegro subiendo y bajando con rapidez.

— B-Billy...¡Tiene a Billy! —Gritó Freddy, comenzó a retroceder. Jamás había sentido un espanto de tal magnitud en toda su vida. Su mente imaginaba todos los escenarios posibles para una repentina muerte a su hermanastro.

— ¿Cómo lo sabes? —Cuestionó Mike. El Freeman señaló la sudadera.

— ¡Esa sudadera es de él! —Anunció. Todos lo miraron confundido.

— Pero no la traía puesta —Le dijo el Tozier.

— ¡Con esa maldita sudadera nos conocimos! ¡Él está ahí adentro! —Insistió Freddy. Nadie dudó.

— T-Tenemos que e-entrar ya. Eddie, t-tú ven conmigo —El Kaspbrak asintió y se posó al lado de Bill— S-Stan, no te se-separes de B-Beverly. Ri-Richie, ayuda a Freddy. Ben y M-Mike, van a f-final. Conocen el camino al pozo, n-ni se les o-ocurra separarse. Vamos, perdedores —Ordenó.

El club, entró a la casa, sin distraerse con pequeñeces, lo único que importaba era Billy. Sabían de los trucos sucios del payaso, ya era fácil escapar de ellos.

No eran niños, eran adolescentes que se les había obligado a crecer. Eran chicos de diecisiete años, a los cuales les habían ocurrido cosas extravagantes y por esos hechos se le había impuesto el salvar a las personas, todos eran héroes, y ahora, les correspondía salvar a un amigo, a otro héroe.

Todos bajaron las escaleras del sótano con cuidado. Era madera vieja, cualquier pisada en falso, haría que se vinieran abajo.

Bill, al estar frente al pozo por segunda vez en su vida, sintió escalofríos. Ahí seguía la cuerda que usaron hace unos años, estaba empolvada, pero aún no mostraba signos de perdida de resistencia.

— Y-Yo bajaré p-primero —Y así lo hizo. Subió al borde del agujero y se sostuvo fuerte del lazo, dejó caer sus pies al vacío y comenzó a descender hasta la entrada de las alcantarillas.

El siguiente fue Eddie, que con ayuda de el alumbrado de proporcionaba el Denbrough no sintió tanto nerviosismo. Tenía brazos fuertes y la agilidad suficiente, ahora ya no tenía porque ocultarlo. Cuando el Kaspbrak tocó el borde del hoyo, Bill lo tomó con fuerza de la cintura y lo sostuvo para ayudarlo a entrar.

— Gracias —Susurró Eddie. Sacando de su cangurera una toalla para limpiarse la cara.

— R-Richie, vas tú —Pidió el ojiazul. El mencionado, miró a su amigo se la muleta con una sonrisa ladina.

— Creo que quiso decir vamos —Dijo el Tozier. Freddy subió a su espalda y se sujetó del cuello del más alto con fuerza, Richie rezó porque la cuerda los aguantará a ambos, se tomó de la misma y con sumo cuidado bajó hasta donde estaban sus compañeros. Entre Richie y Bill pasaron a Freddy al lado de Eddie, para finalmente apoyar al miope a que pisará la entrada.

Derry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora