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Suerte, la suerte. Una palabra que se basaba totalmente en el azar. Para muchos, ni siquiera existía, era sólo cuestión de la decisiones que tomarás y el momento en que lo hicieras.

Si la suerte existía o no, era una interrogante grande, pero sea lo que fuese, en la mente del Batson y el Denbrough la suerte les estaba jugando una mala treta, una muy, muy mala y tramposa treta.

De circunstancia en circunstancia llegaron a la casa de Neitbolt, ellos dos, solos. Era básicamente un suicidio, pero ¿Cómo? ¿Por qué?

Todo empezó cuando los ocho chicos se separaron en el hospital, algunos se fueron a pie, otros en sus bicicletas, desafortunadamente los chicos tomaron la primera opción. En el camino hacia un quien-sabe-donde, pues ni siquiera tenían la mínima idea de ir a algún lado, únicamente caminaban si rumbo con la esperanza de hallar aunque sea un fragmento pequeño de pista, se encontraron con un viejo que fumaba un gran y vaporoso puro, el señor les habló con una decrépita voz diciendo:

"- Hay una alcantarilla en Jackson -Dijo el hombre que les ofreció el tabaco en forma de tubo, el cual ambos rechazaron y continuó- Chicos, con cuidado -"

Después le dió una gran bocanada a su puro y ambos chicos siguieron su camino. Algo extraño e incluso doloroso para el Denbrough.

Bill en sus diecisiete años de vida que tenía ahí, jamás había visto a ese sujeto. No era eso caracterizado, se sentía como alguien más o incluso otro algo, pero quien sea que era ese caballero les ayudó un poco, por puro azar o una razón, tenían algo.

Ambos muchachos de ojos claros se dirigieron a ese lugar. Billy no sabía a qué se refería el señor con "Alcantarilla en Jackson", con Jackson, obviamente se refería a la calle, pero ¿Por qué la alcantarilla? No lo entendía, así como no entendía el dolor que emitía la mirada de Bill al escuchar la locación.

— ¿Qué pasó? —Dijo el Batson, mientras ambos se dirigían al lugar.

— A-Ahí m-murió mi herma-mano —Contestó el ojiazul, secante pero sin olvidar ese dolor mezclado con pizcas de rencor.

— ¿Justo ahí? ¿En la alcantarilla? —Bill asintió— Eso no me lo esperaba.

El silenció volvió a ser incómodo, eso disgustaba a Billy, que decidió ya no pasar por silencios de esa manera. El Denbrough le había contado algo que dolía, quizá era su turno.

— Yo perdí a mi madre —Soltó el Batson.

— ¿M-Murió? —Cuestionó Bill, dolido.

— No, sólo me abandono. Larga historia, madre joven e inexperta —Billy hizo una pausa— Cuando fui a buscarla bastante tiempo después me dijo todo. Jamás me quiso como un hijo, pero se supera, bueno algo así. Está Rosa, es como mi madre. De verdad que cuando te quitan todo y de repente te dan aunque sea un poco de eso que se fue, te sientes más completo que antes. Literalmente, todo lo que tengo en mi familia.

El Denbrough se sintió estúpido por su repentino disgusto sin razón por el Batson.

— E-Eres genial, B-Billy. N-No dejes que nadie piense lo contrario —Finalizó el tartaja.

— ¿Puedes llamar a mi madre y decírselo? —Dijo en broma el otro chico. Bill únicamente soltó una suave risa y le dió un amistoso golpe en el hombro.

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Puto lugar de mierda. Tantas cosas para odiar, desde su casa a la vuelta de la esquina hasta el fétido olor que emanaba la rendija en la banqueta.

— ¿Ahora qué hacemos? —Preguntó con algo de tacto el ojiverde.

— N-No lo s-sé —Respondió el Denbrough mirando con odio la oscuridad que chorreaba de la alcantarilla— P-Pero sé a q-quien p-preguntar.

Derry.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora