CAPITULO 27

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[...]

Han pasado unas semanas desde que maté a Piero Rinaldi y aún me carcome en mis sueños la mirada que me dedicó Luka, ese odio, ese no entender que estaba pasando o más bien porqué era yo la que mató a su padre.

Antes de tirar el teléfono que usé este tiempo en Chicago le conecté la batería y lo encendí, no se muy bien porque lo hice, tal vez con la esperanza de encontrar un mensaje de parte de Luka diciéndome que entendía el porque había hecho lo que había hecho, que me dijera que me perdonaba, o tal vez que me odiaba, pero no había nada, no sé porque eso me hundió un poco más.

Estaba de vuelta en mi apartamento, aunque ya no lo sentía igual, lo veía más vacío que nunca, más ajeno, está claro que este viaje me había cambiado,para bien o para mal.


[...]

Me levanto de la cama, después de las rutinas necesarias en el baño voy a prepararme un café bien cargado para ver si acabo de despertar, la mañana está nublada, lo más seguro es que llueva en cualquier momento, me cojo mi café, un cigarro y voy a sentarme junto a la ventana a ver como pasan las nubes.

Pasa media hora y sigo en la misma posición, pasa media hora más y sigo sumergida en mi cabeza viendo como se mueve el humo de mis cigarros sin hacer nada.

Finalmente me levanto, me visto con ropa cómoda para hacer deporte y me voy ala calle, conecto los cascos para distraer la cabeza con algo de música, voy en dirección de el lago y en cuanto se acaba la aglomeración de edificios y asfalto comienzo al trote por uno de los senderos ya conocidos de otras veces que he venido con Pink.

Tras una hora de ejercicio me paro a hacer los estiramientos antes de comenzar el regreso a casa,estoy en un lugar privilegiado, se respira el olor a bosque, entre pinos y tierra húmeda por el rocío de la mañana, se escuchan los pájaros piar felices por haber amanecido un día más, veo un conjunto de rocas y me siento en la más alta, desde ella mi vista es espectacular, dejo que el sol me acaricie los pequeños momentos que consigue pasar la frontera gris de las nubes cargadas de lluvia, miro al cielo y dejo que mis lagrimas laven mi cara, no tengo claro porque lloro solo siento que necesito arrancar el nudo que oprime mi garganta y no me deja respirar, y grito, grito tan fuerte y durante tanto tiempo que mis pulmones amenazan con colapsar, siento rabia,vergüenza, odio, ira, miedo y mil cosas más que soy incapaz de descifrar, pero dejo que salgan entre gritos , lagrimas y sollozos,hasta que mi cuerpo no puede más y tan solo me quedo ahí mientras comienza la lluvia y dejo que me empape limpiando mi cuerpo y mi alma.

Ya por fin me siento algo más yo misma me enciendo un cigarro, me limpio como puedo con la manga de la sudadera la cara y comienzo a caminar de regreso a mi casa, esa que me espera bacía.

Cuando estoy por llegar, paso por la puerta de una clínica veterinaria y veo a un hombre dejar una caja frente a la puerta llamar al timbre y irse hacia una camioneta mal aparcada con el motor en marcha, acelera y sale haciendo ruedas,como si le persiguiera el mismo diablo, veo abrir la puerta de la clínica a una mujer menuda y en cuanto ve la caja en el suelo se le escapa una maldición.

- Serán cabrones hijos de Puta,    ya estamos otra vez!! - me quedo frente a ella sin entender que está    pasando y la veo agacharse y abrir la caja, escucho salir unos    quejidos apenas audibles de dentro y me asomo más curiosa que antes    y veo unas bolitas de pelo acurrucadas entre ellas, alzando la    cabeza con los ojos cerrados.

- La madre que me pario!! - veo    como levanta la cabeza la señora y me mira desafiante.

- Fuiste tú quien los trajo??    porque ya no puedo acoger a más!!.

LUA   [EN EDICIÓN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora