Moví la cabeza en círculos, estirando el cuello. Me bañé y comencé a hacer mis maletas. No sabía a donde me iba a ir solo sabía que necesitaba escapar.
Querido Diario: Baje la guardia por un segundo y me derrumbaron. Sebastián no tiene la culpa de nada, realmente yo era un edificio en ruinas esperando a ser derribado. Tampoco tengo nada que recriminarle, pues la historia entre su primo y yo va más allá de una simple amistad. Diego es esa droga que me hace sentir la abstinencia cuando no lo tengo cerca y a la vez sé que si lo sigo consumiendo me hará daño.
Puedo imaginar lo que Sebastián sintió al ver a la marquesa, sé que cualquier sentimiento se vuelve volátil cuando la persona que te hace latir el corazón regresa a tu vida. Lo que nos dijimos fueron simplemente palabras que se esfumaron en la madrugada. Aunque por un instante tuve una pequeña esperanza.
Nota: Dejar a Julián en paz, el se merece ser feliz y yo sé qué no puedo darle lo que se merece.
Se escuchó el timbre, imaginé que eran los Señores Vicencio pues habían quedado en visitarme para organizar el resto de la semana con Daniela. Estaba lista para renunciar. Abrí la puerta... Era Sebastián.
"¿Podemos hablar?" dijo con la mirada caída. "Estoy esperando a tus padres y tengo que empacar así que tal vez en otro momento pero puedes pasar igual estás en tu casa" respondí recogiendo mi cabello en un moño y abrí la puerta por completo. Su mirada se desvió hacía la mesa de la sala. Ahí estaba el sudadero de su primo. "ahh ya entiendo... Me saludas a Diego entonces" "¿De beso o cómo?" respondí dándole la espalda. Caminé hacía la habitación y estaba segura de lo que iba a decirle.
— No tenemos nada de qué hablar, yo entiendo por lo que estás pasando y de verdad te deseo lo mejor —volteé a verlo, estaba sentado en el sofá con las manos en la cabeza viendo hacía el suelo.
— Antonella, te juro que lo que te dije ayer antes de que la vida se me hiciera una mierda es verdad.
Me senté a su lado. Puse una mano en su pierna izquierda y con la otra levanté su rostro diciendo "Y yo te creo pero ahora no es nuestro momento. Tenemos que dejar que esto pase, necesitamos sanar y dos rotos no hacen un entero" lo vi a los ojos, podía sentir como su corazoncito se apachurraba de la confusión, estábamos igual. "Antonella no te puedo prometer que todo va a estar bien, de lo único que estoy seguro es de que te quiero en mi vida. No me dejes solo".
Esa es una de la muchas diferencias entre Diego y Sebastián, Sebas no tiene miedo a decir lo que siente. "Siempre la cago, no soy buena en esto, pero tal vez Alexa sí" dije viendo hacía el chupón que tenía en el cuello. "Sé que ya sabes lo de tu primo y yo... Te juro que no lo planeé, no me vine a San Vicencio esperando conocer a alguien como tú. Tú me hiciste sentir que podías arreglar este desastre al que llamo vida pero eso solo puedo hacer yo. Me voy de San Vicencio, mi ex prometido está acá, tu marquesita está de regreso y bueno nosotros.... Hagamos de cuenta que esto no paso"
Me levanté del sofá, intenté no llorar pero solté una lagrima que limpié antes de que se deslizara en mi mejilla. "No puedes entregarte a alguien y pretender que no paso. Siempre voy a recordar tu cuerpo temblando de placer cuando hicimos el amor y sé que tu cuerpo tampoco me olvidará" Tenía razón, sus palabras erizaron mi piel.
Iba a responderle cuando mi celular sonó, era un ringtone que nunca había escuchado. Cuando lo saqué de mi bolso me di cuenta que no tenía mi funda. Este celular era negro. Contesté la llamada. Era León De Bedout para decirme que tenía mi celular y yo el suyo. Al parecer los intercambiamos cuando me dio el aventón por la tarde, para todo esto ya eran las 11:40 de la noche y venía en camino a recoger su celular. "Sabes que esto entre nosotros no fue solo sexo Antonella" dijo Sebastián levantándose del sofá. Podía sentir que caminaba hacía mi pero yo no quería voltear a verlo, me iba a doler saber que nunca más lo iba a poder tocar como lo hice días atrás.
Me acerqué a la cama metiendo mi ropa en la maleta, muy dentro de mí quería que me abrazará por detrás y hundiera sus labios en mi cuello. Quería sentir su corazón latiendo al compás del mío.
Y él lo hizo, pero yo me volteé y lo abracé buscando refugio en su pecho. ¿Qué íbamos a hacer? El destino no nos quería juntos.
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Un corazón roto y dos tequilas - TERMINADA, EN EDICIÓN
Novela Juvenil"Cuando tu vida ha sido un caos constante uno más no parece relevante hasta que te das cuenta de que ese desastre te vino a cambiar la vida. Una vez me dijeron que soy adicta a la adrenalina y a lo prohibido... lo estoy empezando a creer, las mentir...