¿Otra copa más?

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Autora: Ups... ¿Todo está conectado? ¡Gracias por leer y por dejarme comentarios! :)

Castle abrió la puerta principal del hotel y sintió el aire fresco de otra noche de invierno chocar sobre su cara y colarse por cada rincón de su cuerpo. Volvió a mirar hacia atrás en un par de ocasiones, planteándose si debería volver y pedirle una disculpa a esa mujer a la que le acababa de levantar la voz sin haber querido hacerlo. Ella no tenía la culpa de su pasado, sus miedos y sus nervios, y, en cambio, había tenido que soportar su mal genio. Pero cada vez que pensaba en volver a entrar al interior, el recuerdo de su mujer le pesaba sobre los pulmones impidiéndole respirar con normalidad. Creía que lo había superado después de tantos años, pero aún así, había una parte de él que no parecía estar dispuesto a superarlo ni olvidarla. Su madre le había dicho una vez que le costaría, y que seguramente una parte de su corazón la amaría para siempre, pero que el tiempo todo lo curaría y que, al final, sabría vivir con su recuerdo; y él sabía que su santa madre tenía razón, que debía mirar adelante de una vez por todas, seguir su camino, y rehacer su vida. Seguro que eso es lo que hubiese querido Margareth. 

- Señor, ¿algún problema? - preguntó el portero. 

- No, ninguno - suspiró Castle dedicándole una amable sonrisa.

- ¿Sabe? Tiene usted suerte - dijo de nuevo el portero mientras cabeceaba indicando el interior - su mujer es preciosa... Lo arreglaréis - pero se detuvo al ver la cara de perplejidad de Castle - ¿no es su mujer? - preguntó el portero mientras un halo de esperanza recorría su rostro.

Castle miró al interior recordando el encontronazo con Beckett y negó apartando la mirada de la puerta. Echó una última mirada al portero, y sonrió para sus adentros al comprobar como ese chico también parecía haber caído en las redes de Katherine, y con un leve movimiento de cabeza a modo de despedida, se alejó en busca de un taxi que le llevara de vuelta al humilde apartamento que compartía con su madre. Castle observó que no había ningún taxi disponible, por lo que le tocaba esperar a que llegase uno en unos veinte minutos aproximadamente, dada la zona tan lejana y restringida en la que se encontraban, así que decidió sentarse sobre el borde de la acera mientras admiraba el hermoso paisaje en el que se enmarcaba ese lujoso hotel en plena naturaleza. Hacía mucho frío, pero en esos momentos, agradecía sentirlo. 

Beckett terminó su tercera copa y la depositó sobre una de las mesas más cercanas, en la cuál también reposaban la ronda de chupitos que se había marcado con Lanie hacía unos minutos. Después comenzó a moverse al ritmo de la música mientras buscaba con la mirada a Lanie, pero la forense estaba demasiado ocupada descubriendo cada rincón de la boca de un joven moreno musculado. 

- Venga ya, Lanie... - protestó Beckett para sus adentros al ver a su amiga en el centro de la sala comiéndole la boca a ese joven - unas tanto y otras tan poco... - susurró para después reírse de su propio chiste. 

Se tocó la cabeza al ver como, de golpe, la vista se le empezaba a nublar levemente, y le echó la culpa a la cantidad de alcohol que había ingerido en tan poco espacio de tiempo. Aunque le extrañó verse tan afectada por él, cuando ella solía ser bastante resistente. Cerró los ojos y se dejó llevar por la música, contoneando sus caderas al ritmo de ella, alejando de su mente el recuerdo de su despido, los problemas con ese hombre que la extorsionaba, y el reciente encontronazo con ese tal Richard Castle que la estaba volviendo loca, aunque ese jueguito que se traían la atraía inevitablemente. Siguió moviéndose ajena a todo, disfrutando de la noche, de la vida... Sintiéndose más desinhibida y relajada que nunca. Sería culpa del alcohol, pero eso es justamente lo que ella venía buscando. Y no se dio cuenta de que un hombre la seguía de cerca con la mirada, sin apartar sus ojos del movimiento sensual de sus caderas, apoyado sobre la pared mientras bebía una copa y disfrutaba del contoneo de su cuerpo con ojos lascivos. Pero cuando el hombre despegó la espalda de la pared, para acercarse a ella, Beckett abrió los ojos, dejó de bailar, y cambió de objetivo caminando hacia la puerta de salida del salón donde estaba teniendo lugar la fiesta. 

Unbreakable (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora