Sorpresa

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Autora: ¡Seguimos con nuevo capítulo! Muchas gracias a todos y todas las que votáis y me leéis, y especialmente a todos y todas los que gastáis un minuto de vuestro tiempo para dejarme mensajes. ¡Aprendo mucho!


Esposito se llevo la mano izquierda hacia su cabeza y se la pasó ligeramente nervioso, mientras bajaba la otra mano en la que sostenía la pistola con la que hasta hace unos segundos apuntaba al escritor. "¿Qué diablos hacia Richard Castle ahí?", se preguntaba una y otra vez el mulato para sus adentros.

- Javi, ayúdame, por favor... - se quejaba el escritor con la mano llena de sangre - por favor, Javi... Necesito ayuda. 

El mulato miró varias veces en todas las direcciones tratando de comprobar que no había nadie más que les estuviese oyendo u observando. Todo parecía estar tranquilo a su alrededor, sin embargo, Javier Esposito cada vez estaba más nervioso observando a su amigo sin hacer nada por ayudarle. Permanecía rígido, impasible, sin mover un solo dedo por acercarse al sofá donde su amigo maldecía de dolor. 

- Javi... ¿Qué haces? - Castle levantó su mirada hacia su amigo, suplicante - Javi, por favor... - le sudaban las manos y la frente -.

Esposito levantó la pistola hacia su amigo. Firmemente puso su dedo sobre el gatillo apuntando directamente a la cabeza del escritor.  

- Lo siento... - se limitó a decir el mulato con los ojos llenos de dolor, rabia y miedo. 

Castle tragó saliva muerto de miedo. ¿Qué hacía Esposito apuntándole con una pistola? ¿Le iba a ejecutar? ¿Qué diablos estaba pasando ahí?

- Javi... - la voz temblorosa del escritor le delataba - qué... qué haces... Javi, soy yo, Castle, tu amigo - aseguró pensando que Javier estaba drogado o algo por el estilo.

Se escucharon frenazos de coches en el exterior. A continuación, portazos y voces de hombres que caminaban hacia la cabaña en la que se encontraban ambos. Esposito desvió la mirada durante unos segundos hacia la ventana, sin dejar de apuntar con la pistola al escritor, para comprobar quienes venían hacia la cabaña. Y su gesto no denotó sorpresa alguna, por lo que Castle intuyó que los conocía perfectamente cuando sus miradas volvieron a encontrarse. Bien es cierto que hacía mucho que no veía a Javi, para ser exactos un mes, pero desde que abandonó la doce y su trabajo en homicidios para dedicarse al narcotráfico siempre que podían iban a tomarse cañas y ver partidos de béisbol. ¿Qué había ocurrido en este mes para que pasasen de reír en la barra de un bar a estar apuntándole con una pistola? 

Castle volvió a mirar a su compañero con lágrimas en los ojos y sintiéndose derrotado. Iba a morir, y lo que era peor, iba a morir en manos del que creía que era su amigo. Iba a ser ejecutado con el que pensaba que era el mejor amigo de Katherine Beckett. Iba a matarle un policía de Nueva York. 

- Katherine... - susurró el escritor para sus adentros maldiciendo tener que morir sin haberle dicho todo lo que la amaba. Sin haber rozado su cuerpo, sin haber rozado sus labios. Sin haber amado y probado a Kate Beckett como llevaba deseando hacer desde hace dos años, como llevaba queriendo hacer desde que miró esos ojos verdes avellana por primera vez.

Las voces del exterior cada vez estaban más cerca de entrar en esa habitación. 

- Kate... - susurró Rick en alto sin darse cuenta del detalle y cerrando los ojos con fuerza tratando de que esa sonrisa fuese lo último que viese antes de perder la vida.

Eso pareció despertar al mulato de su letargo. 

- ¿Beckett? - susurró en bajo.

Castle volvió a abrir los ojos para mirar a su amigo sin comprender qué diablos le estaba sucediendo. Qué diablos era toda aquella mierda que le estaba sucediendo.

Pero este, estaba mirando al exterior fijamente visiblemente extrañado. 

Castle abrió la boca para decir algo, pero, de pronto, sonaron disparos y ambos se tiraron al suelo para evitar ser dados. 

***

- Kate, amor, para... - le decía su marido tratando de cogerla por el brazo e impedir que abandonase su apartamento - para, por favor...

- Katie, haz caso... para... - le repetía Lanie visiblemente nerviosa. 

Pero Beckett hacía oídos sordos a los consejos de su marido y su mejor amiga. Se guardó la pistola en la parte de atrás de su pantalón, como llevaba haciendo toda la vida desde que era inspectora, y mantuvo la mirada fija en el reflejo que le regalaba el espejo. Se colocó una americana encima de su camisa blanca impecable, y se soltó el pelo que llevaba recogido en un moño hasta hacía unos segundos. 

Miró a sus dos acompañantes a través del cristal del espejo. 

- Voy a hacerlo, y nadie va a detenerme... - dijo muy segura de sí misma - ni vosotros ni nadie.

Se giró por completo para mirarles fijamente. Nick observó la seguridad en los ojos de su mujer, y entendió que nada podía hacer. Eso era parte del encanto de su mujer, esa fuerza, esa tenacidad, esa valentía, todo eso era demasiado sexy para ser soportado por cualquier hombre. Nick sabía que lo mismo que le volvía loco de ella, era lo mismo que hacía que tuviese miedo de ella a cada instante. Miedo por ella, por su integridad, por su vida.

- Kate... - trató de rebatirle Lanie de nuevo, pero los ojos inquebrantables de su amiga le dijeron que lo mejor era callarse y no gastar saliva por una causa perdida. 

Beckett colocó la mano sobre la manilla de la puerta para salir al exterior, pero sintió la suave mano de su marido sobre su hombro. 

- Ten cuidado, por favor - susurró suplicante - no soportaría perderte... Te quiero, Katherine - admitió derrotado cuando sintió que su mano ya no rozaba el hombro de su mujer. 

Beckett asintió con una sonrisa y dejó una leve caricia en la mejilla de Nick, pero no salió otro te quiero de sus labios antes de abandonar el apartamento con paso decidido.

Lanie suspiró negando con la cabeza.

Katherine Beckett había vuelto.

Unbreakable (Caskett)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora